28 de mayo de 2016

MARÍA, LA ESCLAVA DEL SEÑOR




Cada uno de nosotros tiene una misión, pues ha recibido unos dones y talentos que debe poner a servicio de los demás. De esa forma, el mundo sería un remanso de paz y de bienestar. Imaginemos médicos, personas ricas y poderosas, artistas, sabios…etc. Todos al servicio de todos y para todos. Sin lugar a duda, las cosas irían de maravilla.
Pero la realidad no es así. Experimentamos que muchos se guardan sus talentos para ellos mismos y para utilizarlos en sus propios intereses. Y eso nos dice que no todos responden a lo que el Señor quiere de ellos. En esa reflexión podemos sorprendernos de la respuesta de María al Señor. Ella que había sido adornada, por la Gracia de Dios, de virtudes, no las guarda para ella, sino que solicitada y elegida para ser la Madre del Dios encarnado, se pone a su disposición y se humilla a su Voluntad: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu Palabra”.
¡¡Qué fácil nos parece a nosotros!! Podemos experimentar ponernos en su lugar y tratar de conocer y responder lo que Dios nos pide a cada uno de nosotros. Y comprobar lo difícil que resulta hacer lo contrario a nuestra voluntad. Porque la Voluntad de Dios no coincide con la nuestra, y sus planes resultan que no son nuestros planes, y nos resultan difíciles de realizar.
María, sin embargo, sorprende y acepta. Confía en Dios porque acoge en su corazón la Palabra de Dios y se dispone a cumplirla. María es sencilla y humilde porque sin entender nada está disponible a dejarse cubrir por el Espíritu Santo y que, en ella, se cumpla la promesa de Dios recibida por el Ángel San Gabriel. María deja sus planes en un segundo plano. No duda de que lo primero es aceptar y disponerse a que la Palabra de Dios se cumpla en ella. Y su proyecto con José queda en Manos de Dios. Todo lo contrario aquel hombre que se acercó a Jesús y rechazó su invitación por todo lo que tenía.
Ahí podemos valorar el compromiso de María y su colaboración redentora en la Encarnación del Hijo de Dios. María, invitada por Dios a ser la Madre de su Hijo, encarnado en naturaleza humana, es obediente y humilde, poniéndose voluntariamente a su disposición. Por ella empieza la obra redentora de Dios, la venida del Hijo al mundo para revelarnos la locura de Amor del Padre. María no es el centro de la historia de la salvación, pero está en ese centro por obra y Gracia de Dios. Él la ha querido colocar ahí, como colaboradora en la redención de todos los hombres, junto a su Hijo.
a) En el Antiguo Testamento:
1.María es la Nueva Eva, antítesis de la primera Eva; Nueva Eva unida al Nuevo Adán, su Hijo.
2. María es la Virgen que concibió al Emmanuel, de la que habló el profeta Isaías.
3. María es la Madre que dio a luz en Belén, que ha de dominar en Israel, como dijo Miqueas.
4. María es esa hija de Sión, con la que Dios se desposó en amor exclusivo y la que nos engendró en el dolor para transformarnos en el Nuevo Pueblo de Dios.

Demos gracias a la Madre de Dios, porque elegida por Él ha sido posteriormente llena de Gracia y corredentora en la Obra de Salvación que Dios ha pensado para los hombres. Gracias, María, Madre de Dios.

Salvador Pérez Alayón