27 de julio de 2016

UN TEXTO JOSEFINO DE SANTA TERESA II

CONTINUACIÓN....

......Le dio grandísima luz en las visiones imaginarias e intelectuales. “Me dio luz en todo y me lo declaró y me dijo que no tuviese pena, sino que alabase a Dios y estuviese tan cierta que era espíritu suyo, que si no era la fe, cosa más verdadera no podía haber y que tanto pudiese creer” (V 30,5)
            “Dejóme con grandísimo consuelo y contento… Con todo quedé muy consolada” … y sigue el texto que citamos al principio (V 30,7).

            Leyendo el texto lo primero que notamos es el contento y consolación que reina en el corazón de santa Teresa: grandísimo contento, muy consolada, Las expresiones de alegría le brotan del corazón como un surtidor. Ni lo puede ni lo quiere disimular. Haber encontrado a un hombre a un santo de la categoría de san Pedro de Alcántara que le entiende desde el principio por experiencia propia no puede por menos de considerarlo como una gracia muy singular que le origina y ocasiona una profundísima e inmensa alegría que se traducen en una acción de gracias muy efusiva que no puede interrumpir. No se hartaba de dar gracias por ella. El verbo hartar tiene un significado especial en este contexto. Al experimentar tan inmensa gracia no se harta de dar gracias y cuanto más la goza y disfruta más se derrama en acción de gracias. Podemos imaginarnos las expresiones y sentimientos que brotaban de su corazón, un corazón tan sensible y agradecido, un corazón tan inmenso como las arenas de las playas marinas, como se canta en la liturgia de la fiesta de su Transverberación. Si al hablar del conocimiento de la multitud de las misericordias y grandezas de Dios y de su miseria, exclama:”Aquí es el deshacerse de veras y conocer vuestras grandezas; aquí el no osar alzar los ojos; aquí el levantarlos para conocer lo que os debe;  aquí se hace devota de la Reina del cielo para que os aplaque;  aquí invoca a los santos que cayeron después de haberlos Vos llamado; para que la ayuden;  aquí es el parecer que todo le viene ancho lo que le dáis, porque ve que no merece la tierra que pisa; el acudir a los sacramentos; la fe viva que  aquí le queda de ver la virtud que Dios en ellos puso;  el alabaros porque dejasteis tal medicina y ungüento para nuestras llagas, que no las sobresana sino que del todo las quita,. Estanse de esto” (V 19, 5), ¿que exclamaciones no brotarían de su corazón lleno totalmente de alegría contento y consuelo?

            No se hartaba de dar gracias a Dios porque es el origen y la fuente inagotable de todas las gracias y maravillas que él hace, origen y fuente de todo grandísimo contento y consuelo. No se hartaba de dar gracias al glorioso padre mío san José. ¡Qué sentimiento de inmensa ternura, cordialidad, piedad y amor en esta expresión: glorioso padre mío! No solo es mi Padre y Señor san José, es Padre mío. ¡Que carga de intimísima y tiernísima y confiadísima filiación para con él! ¡Es algo tan vital, tan personalísimo que no es fácil captar todo el contenido que encierra de gozo y alegría, de confianza, de entrega de comunión intimísima, de amor! Dentro de la larguísima trayectoria josefina de santa Teresa en su vida, este es un caso tan circunstancial que habría que saber cómo y cuanto era el contento que le bailaba en el corazón. Ella habla de “grandísimo consuelo y contento” de “muy consolada” para pode comprender todo el valor de ese no hartarse de dar gracias a Dios a al Padre mío san José.

            Para Santa Teresa es el padre mío san José quien le llevó a Ávila a san Pedro de Alcántara para poder tener con él muchas entrevistas y comunicaciones que tan consolada la dejaron. Padeció durante mucho tiempo porque no encontró en Ávila nadie que le entendiese y le rogaba mucho al Padre mío san José para que remediase esa situación y le trajo a san Pedro “me parecía él lo había traído” y aduce una motivación, porque era el Comisario General de la Custodia de san José de los Franciscanos. Se lo trajo san José a quien se le encomendaba mucho “y a nuestra Señora”. otra vez san José unido a la Virgen María, su esposa. Otra vez san José alineado a la Virgen María, en el mismo orden de la unión hipostática. No, san José para santa Teresa no está en la línea y en orden de los demás santos, sino que forma categoría aparte con María y con Jesús, por eso es mayor que el más santo de los otros santos, aunque sea el Bautista o los apóstoles Es como el sol entre las estrellas, es santísimo, purísimo, semejantísimo a María, su esposa, siempre unido a ella. Así lo ve santa Teresa. De uno y de otra afirma que jamás dejaron de darle lo que les pedía. De la Virgen afirma cuando la tomó por mare suya a la muerte de su madre natural, que “conocidamente he hallado a esta Virgen soberana en cuanto me he encomendado a ella.” (V 1,7), es decir, La Virgen María no le ha negado nada de lo que le ha pedido. De san José son conocidos los textos en los que afirma esto mismo. “no me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer”, “a este glorioso santo tengo experiencia que socorre en todas las necesidades” (V 6,6), “paréceme ha algunos años que cada año en su día le pido una cosa y siempre la veo cumplida” (V6,7). San José y la Virgen María, su esposa, son únicos. Solo ellos ayudan en todas las necesidades de cuerpo y alma, solo ellos pertenecen al orden hipostático, el orden de la gracia salvadora y redentora de Cristo Jesús al que asoció a su Madre María y a su Padre san José.

            Si san Teresa pedía mucho al Padre mío san José y a la Virgen María, su esposa, nuestra Señora que le enviase a alguno que le entendiese por experiencia, ¿cómo no se lo iba a enviar si uno y otra nunca le negaron nada de lo que les pedía?

P. Román Llamas, ocd