30 de julio de 2016

MARÍA, MADRE DEL DOLOR





El dolor está presente en nuestra vida. Sabemos por experiencia que tarde o temprano nos llega la hora de sufrir. Es el sino de nuestro camino y eso mina nuestra esperanza y nos inclina al desfallecimiento y a la desesperanza. ¿Quién no lucha contra y para evitar el dolor? Diríamos que la felicidad es la usencia de dolor y ese es el objetivo número uno de nuestra vida. O dicho de otra forma, buscamos la felicidad eterna. Es decir, no evitar y ausentarnos del dolor un tiempo o época, sino para siempre, eternamente.

Pero, nuestra experiencia nos recuerda que tenemos una Madre en el Cielo, Madre del Dolor. Para mí, de manera especial, mi Madre de los Dolores, copatrona con la Madre de las Nieves, de mi tierra de Lanzarote. María sabe de dolores. Ella, en primera persona, ha sufrido el inmenso dolor de perder a un Hijo. Y también, desde su concepción puedo barruntar que su Misión era acompañar a ese Hijo, enviado para salvar a toda la humanidad, hasta el pie de la Cruz, signo desde ese momento, de nuestra Salvación.

María, Madre de los dolores, enséñanos a soportar nuestros dolores; María, Madre de los dolores, danos la paciencia y la confianza de saber esperar confiando en la Palabra del Señor, tu Hijo y Salvador. María, Madre de la esperanza, que alivias el dolor y lo conviertes en camino de salvación cuando nos encomiendas y hablas de tu Hijo. María, Madre de misericordia y perdón, que soportas las puñaladas inferidas a tu Hijo dentro de tu propio corazón, perdonando a los autores de tales males y enseñándonos a perdonar. María, Madre, mitiga nuestros dolores para que nuestra agua, turbia, y contaminada por el pecado, se vuelva vino bueno por la Gracia de tu Hijo Jesús.

María, confórtanos y fortalécenos con tu presencia, para que nuestro camino termine, junto a ti, al pie de la Cruz y podamos compartir con tu Hijo nuestra muerte, superando todos esos momentos de dolor que el camino de nuestra vida nos presenta, para, ofreciéndonos en Él, seamos glorificado y acogidos en su Reino.

Gracias, María, Madre del dolor, porque contigo el camino se hace llevadero y el dolor, compartido en tu presencia, nos glorifica y nos fortalece y nos remite a tu Hijo, donde apoyamos todas nuestras desventuras, cargas y obstáculos para, aliviados en Él, continuar el camino hacia su Reino.