22 de abril de 2017

¡MARÍA, TAMBIÉN ERES MI MADRE!

La noticia se confirmó al pie de la Cruz. Allí, Jesús, el Hijo, nos la dio como Madre - Jn 19, 26-27 - , y desde ese momento, María, es también Madre nuestra. Y todos sabemos lo que es y significa una Madre, más siendo la Virgen, Madre de Dios y también Madre nuestra. 

Una madre es un pozo de sabiduría para un hijo y un espacio donde descargar todas nuestras inquietudes, desesperanzas y preocupaciones. ¿Por qué no suponer esos hermosos diálogos que tendría que tener Jesús con su Madre? ¿Por qué no suponer ese intercambio de sabiduría Humana y Divina de Jesús con María, en quien había caído esa responsabilidad de cuidarlo y protegerlo, sin dejar al margen a su padre adoptivo José? ¿Por qué no suponer los hermosos intercambios de esa Familia Sagrada y consagrada a la luz del Espíritu Santo? ¡Cuánta hermosura y sabiduría podríamos aprender mirándoles personalmente a cada uno!

En este contexto, podemos apreciar la sincronización y estrecha relación del Espíritu Santo con María. Ella, su esposa, concibió por su Gracia de forma inmaculada al Hijo hecho Hombre. Ella, fue asistida y acompañada por el Espíritu de Dios en todo ese camino de acompañamiento, valga la redundancia, al Hijo encarnado, y junto a su esposo José, fueron los encargados en velar, proteger y orientar los primeros pasos de ese Hijo concebido por obra del Espíritu Santo en el seno de María.

¡Madre, acompañanos también a nosotros con esa Sabiduría y Gracia que te asiste en el Espíritu Santo! ¡Madre, contagianos de esa humildad, entrega, servicio, silencio, sencillez, fortaleza, obediencia y disponibilidad que Tú, la Madre elegida, dispusiste sin condiciones a la Voluntad del Padre Dios! 

¡Madre, tomanos como hijos y aconsejanos, orientanos, educanos, fortalecenos y llevanos de tu mano a tu Hijo, para que también nosotros, como Él, sepamos escucharte, obedecerte y amarte y seguir los mismos pasos tras Él. Amén.