24 de junio de 2017

MARÍA ESTABA ATENTA A LA LLAMADA DE DIOS

María estaba atenta a la Voz de Dios. Fue sorprendida, ¿y quién no? al advertir la presencia del Arcángel Gabriel. Lo mismo le ocurrió a Zacarías al ver al ángel del Señor. Quedó sorprendido y lleno de temor. Pero, a diferencia de Zacarías, que dudó de la palabra del ángel, María se rindió, sin comprender nada de lo prometido, a la Voluntad de Dios. Su respuesta no deja duda: "Hágase en mí según tu Palabra"-Lc 1, 26-38-.

Y su respuesta tuvo enseguida respuesta, valga la redundancia, de acción. Inmediatamente se dispuso a servir a su prima Isabel, pues el Arcángel Gabriel le había comunicado el estado de embarazo de ella -Lc 1, 39-56-. Esa prontitud de actuar descubre la fe y la confianza de María en lo que el Arcángel Gabriel le había dicho. No lo dudó, pues quien duda no se lanza a la caminata, proeza dura en aquellos tiempos, arriesgando su vida ante los peligros de aquellos camino y tomándose el tiempo, pacientemente, que le exigía la distancia y el camino. Su fe quedó, como la de Abrahán en el sacrificio de su hijo Isaac -Gn 22, 1-9-, totalmente probada.

Si María es Madre y enseña el camino a sus hijos, conviene preguntarnos: ¿Emprendemos también nosotros el camino que Dios nos ha señalado? ¿No lo sabemos? ¿Estamos a la escucha? Porque, seguro que Dios nos habla, y nos ha encargado algo. Lo que no es seguro si nosotros escuchamos. Estamos en este mundo para algo. Seguramente para subir, como María, nuestra propia montaña, la de nuestra vida, y alcanzar llevar nuestra cruz, la de nuestro camino. 

Y experimentamos que solos, nos es harto difícil, sino mejor, imposible. Necesitamos el concurso de nuestra Madre. Su ejemplo y testimonio; su intercesión y su humildad, para, abiertos a la Gracia de Dios, y auxiliados por el Espíritu Santo, emprender el camino hacia la misión que Dios ha pensado y guarda para cada uno de nosotros. Tengamos confianza y pidamos a nuestra Madre su auxilio e intercesión, para que nuestra agua sea transformada en puro vino y vivamos injertados en su Hijo Jesús. Amén.