31 de julio de 2010
Bolígrafos y milagros
Los hay monocromáticos, de variados colores, metálicos, plásticos; algunos tienen un trazo agradable, la tinta puede ser diversa, la utilidad más o menos limitada.
Pero, obviamente, los bolígrafos no tienen sentido en sí mismos, sino que se justifican cuando cumplen con el objetivo para el cual han sido hechos, es decir, cuando a través de ellos se escribe.
De este modo, el acento y la importancia de un bolígrafo no radica en su formato, en su durabilidad ni en su tinta, sino más bien en el escritor y en lo que éste escribe...
No tienen estas líneas escasas la intención de hablar de espiritualidad; de un modo excelente, ya lo ha planteado mi amigo Don Joan aquí.
Se trata más bien de una pequeña invitación.
Una invitación a hacer un momento de silencio, un alto, un mirarse corazón adentro, y allí, en donde descubrimos qué somos y cómo somos, redescubrirnos. Y redescubrirnos bolígrafos.
Bolígrafos en manos de Dios.
Pues así como la primacía la tiene el escritor y el mensaje que éste compone, así cumplimos rotundamente con esta vocación y esta misión increíble cuando comenzamos a vislumbrar que hay algo más que bytes y ordenadores si el que escribe es el Espíritu.
Y allí, amigas y amigos, hermanas y hermanos, sucede el milagro.
Pues los milagros son fruto de la ternura del Dios de la Vida conjugada con la fé del hombre.
Puede suceder que haya bolígrafos que tengan mejores trazos que otros, algunos más rigurosos en ortografía y gramática, otros vacilantes en redacción, unos leídos por cientos y otros vistos sólo a veces, unos prolíficamente diarios y otros de frecuencias intermitentes o que se quedan sin tinta luego de un cierto tiempo.
Aún así, hay un mensaje extremadamente valioso que perdura y trasciende.
Y más todavía: ya sean miles o escasos clics, sólo basta que una hermana cercana o un hermano lejano e ignoto lea esas líneas escritas por el Escritor del Libro de la Vida, y acontezca la reflexión, y brote una oración.
Allí está la otra vertiente del mismo milagro.
El Reino está aquí, muy cerca, ahora mismo creciendo entre nosotros.
Y estamos invitados, junto a Pedro, a edificarlo.
Bolígrafos en manos de Dios: milagro, don y misterio, obras de la Gracia.
Paz y Bien
Ricardo
Un Papa muy humano
30 de julio de 2010
Un poco de humor.
29 de julio de 2010
El descanso del Papa
28 de julio de 2010
La teología del borrico
Hace ya un par de años escribí un post titulándolo "La teología del borrico". En él recogía algunas anécdotas contadas por el Cardenal Herranz, quien trabajó durante muchos años en la Santa Sede y tuvo ocasión de conocer y tratar a varios Papas. Por eso, porque en estas anécdotas, también se trasluce la calidad humana de los Papas que Dios nos ha dado en el último siglo, vuelvo a publicar estas líneas en Blogueros con el Papa.
En su profunda humildad, consideraba que a partir del día 2 de octubre de 1928 -fecha de fundación del Opus Dei- "el borrico sarnoso se dio cuenta de la hermosa y pesada carga que el Señor, en su bondad inexplicable, había puesto sobre sus espaldas. Ese día el Señor fundó su Obra" (Apuntes íntimos, n. 306).
Ante la belleza de la vocación recibida, crecía en él la humildad y -en la comparación- "se calificaba a sí mismo de 'burrito sarnoso', de 'trapo sucio', de 'instrumento inepto y sordo', de 'saco de miserias', de 'nada y menos que nada'. Se veía, en la presencia de Dios, como 'fundador sin fundamento', como 'fragilidad, más gracia de Dios', como 'un bobo muy grande'. Era, en suma, 'pobre fuente de miseria y amor', un 'pecador que ama con locura a Jesucristo'" (Vazquez de Prada, El fundador del Opus Dei, vol. I, Madrid, 2002, p. ).
La verdadera humildad no consiste en que nos despreciemos a nosotros mismos, sino en conocernos a nosotros mismos a la luz de Dios. Bajo esa iluminación aparecen nuestra miseria y nuestra grandeza. San Josemaría no encontró una imagen mejor que la del "burrito" para expresar esta realidad: "Puras matemáticas: José María = Borrico sarnoso" (Apuntes íntimos, n. 116).
Esta cariñosa autocalificación era sólo conocida por su confesor. Pertenecía a la esfera de su intimidad. Por esta razón, el suceso que experimentó en diciembre de 1931 le dio mucho que pensar. Así lo relata en sus apuntes íntimos:
"Octava de la Inmaculada Concepción, 1931: En la tarde de ayer, a las tres, cuando me dirigía al colegio de Santa Isabel a confesar las niñas, en Atocha por la acera de San Carlos, esquina casi a la calle de Santa Inés, tres hombres jóvenes, de más de treinta años, se cruzaron conmigo. Al estar cerca de mí, se adelantó uno de ellos gritando: "¡le voy a dar!", y alzaba el brazo, con tal ademán que yo tuve por recibido el golpe. Pero, antes de poner por obra esos propósitos de agresión, uno de los otros dos le dijo con imperio: "No, no le pegues". Y seguidamente, en tono de burla, inclinándose hacia mí, añadió: "¡Burrito, burrito!"
Crucé la esquina de Santa Isabel con paso tranquilo, y estoy seguro de que en nada manifesté al exterior mi trepidación interna. Al oírme llamar, por aquel defensor!, con el nombre —burrito, borrico— que tengo delante de Jesús, me impresioné. Recé en seguida tres avemarías a la Santísima Virgen, que presenció el pequeño suceso, desde su imagen puesta en la casa propiedad de la Congregación de San Felipe".
San Josemaría atribuyó el ataque a una acción diabólica, y la defensa a su Ángel Custodio. Sentirse llamar con ese mismo calificativo con el que el se ponía delante de Dios le reconfortaría y debió suponer un nuevo motivo para ahondar en la "teología del borrico".
En su reciente libro "En las afueras de Jericó", el cardenal Julián Herranz se muestra como un buen discípulo de san Josemaría. Varias anécdotas por él vividas y narradas nos lo confirman.
1. - El 4 de enero de 1961, el Papa Juan XXIII visitó la Congregación en la que trabajaba don Julián. Al entrar en su despacho, se fijó en una figurita de un burro que él tenía sobre la mesa. "- ¿Qué es esto?" -preguntó. "- Un burrito, Santidad. Me lo ha dado el fundador del Opus Dei, monseñor Escrivá, que les tiene gran aprecio. Al ver su cara de sorpresa , le expliqué que el Padre recordaba siempre que, mientras los hombres se negaron a dar posada a la Sagrada Familia, un borrico dio calor al Hijo de Dios en Belén, y que otro más lo llevó en su entrada triunfal por las calles de Jerusalén. Los borricos son animales de carga, le dije: humildes, recios, trabajadores, con las orejas tiesas hacia arriba, como antenas para captar las ondas divinas... Y concluí: - Nuestro Fundador nos anima a imitarlos para que trabajemos siempre con el alma mirando al Cielo, para escuchar bien las mociones de Dios. Juan XXIII tomó la figurilla entre las manos, la miró con cariño, tiró de las orejas hacia arriba, y me dijo, sonriendo: - Yo también quisiera ser un borriquito de Dios".
2. - Ese mismo burrito que tuvo entre sus manos Juan XXIII fue regalado por don Julián al Papa Juan Pablo II en la audiencia privada que éste le concedió el 2 de febrero de 1984.
- ¿Qué es eso?
- Santidad, considérelo un pequeño regalo. En sí no vale nada, pero es algo particularmente valioso y significativo para mí: un borriquillo que me dio el fundador del Opus Dei cuando entré al servicio de la Santa Sede en 1969, en los años de preparación del Concilio. Ahora es ya una reliquia (.../...) Me evoca la teología del borrico, que me hace mucho bien.
- ¿La teología del borrico? ¿Y en qué consiste esa teología? - Me preguntó con extrañeza el Papa.
- La aprendí de monseñor Escrivá hace muchos años. Él amaba mucho la figura del borrico por razones ascéticas: en su gran humildad, él se veía como un borrico sarnoso y, en su deseo de enseñarnos a santificar el trabajo ordinario, nos ponía el ejemplo del borrico de noria. Pero también lo amaba por razones claramente bíblicas: según la tradición, un borrico dio calor al Niño en la noche de Belén, junto a María y a José, cuando los hombres negaron posada a la Virgen que iba a traer al mundo a su Salvador; y fue igualmente un borrico el que llevó a Jesús encima durante su entrada triunfal en Jerusalén. Noté que la mirada del Papa pasaba de la extrañeza al interés, un intenso interés. Continué:
- El fundador del Opus Dei nos enseñaba a sus hijos que el Señor podía haber hecho esa entrada triunfal cabalgando sobre un caballo o, añadía a veces, en una cuadriga romana, pero prefirió hacerlo sobre un borriquito. Incluso cuando envió a dos de sus discípulos a la aldea de Betfagé para que desataran el jumento y se lo trajeran, añadió: y si alguien os pregunta por qué hacéis eso, responded que el Señor tiene necesidad de él. Se cumplía así la profecía de Zacarías y, al mismo tiempo, el Señor ensalzaba la figura mansa y sencilla del borriquillo: un animal de carga, humilde, obediente, duro en el trabajo, austero, que se contenta con poco y, a la vez, de trote decidido y alegre.
Me quedé callado, porque me pareció que ya había hablado mucho. Sin embargo, el Papa me animó: - Siga, siga.
-Santidad, si mira ese borriquillo, verá que tiene unas orejas finas y estiradas hacia arriba. Monseñor Escrivá comentaba que son como antenas levantadas al cielo para captar la voz de su amo, de Dios. Y es que, para ser Opus Dei, el trabajo ha de ser contemplativo: hecho en medio del mundo, pero en presencia de Dios.
Callé de nuevo, porque habíamos superado con creces el tiempo normal de las audiencias y acababa de entrar en el estudio el prelado de antecámara, para indicar discretamente que otras visitas esperaban.
Juan Pablo II se alzó con un gesto como de resignación y, mientras le besaba la mano y le pedía su bendición, añadió: - Tenemos que seguir hablando de esto" (Julián Herranz, En las afueras de Jericó, Rialp, Madrid 2007, pp. 319-20)
3. - Y hubo una ocasión para seguir hablando de ese argumento, aunque sucediera quince años más tarde. Don Julián había estado en Palestina y pensó regalarle al Santo Padre una figurita de un borriquillo que había comprado allí, en Jerusalén. Estaba próximo el Gran Jubileo de 2000.
- "Santo Padre, le traigo este borriquito de Palestina. Está hecho con madera del monte de los Olivos, de la zona concreta donde estaba Betfagé. Se lo traigo para que le lleve pronto a Jerusalén. Allí esperan al Vicario de Cristo, como hace dos mil años le esperaron a Él.
Juan Pablo II me escuchó sonriendo: noté claramente la sonrisa, a pesar de la rigidez facial que le producía su enfermedad de Parkinson. Y, a la vez que en su mirada se encendía la esperanza de poder cumplir ese vivísimo deseo durante el Gran Jubileo del año 2000 exclamó:
- ¡Qué bella idea"
(Julián Herranz, op. cit., p. 353)
Las anécdotas son suficientemente expresivas y condensan lo que se podría calificar de "teología del borrico".
27 de julio de 2010
Dios anda entre pucheros
Acaba de publicar la agencia de noticias católicas Zenit la reseña de un libro titulado “Ratzinger professore” de Gianni Valente (ed. San Paolo.
Este libro nos desvela en la juventud del actual Papa algunas de las claves del carisma, de la claridad de ideas, profundidad y sencillez de Benedicto XVI.
Pero lo que más me ha llamado la atención ha sido el siguiente párrafo extraido del libro reseñado:
"Leía las lecciones en la cocina a su hermana María, persona inteligente pero que nunca había estudiado teología. Si la hermana manifestaba su agrado, éste era para él el signo de que la lección iba bien". (pags. 64-65)
Como decía Santa Teresa, Dios anda entre pucheros, también en el caso de los catedráticos.
...Y si los catedráticos buenos, como fue el profesor Ratzinger, no temen impregnarse de olor a ajo y cebolla, ¿por que vamos a ser más los simples administrativos?
A propósito, según ha desvelado la periodista gastronómica Eva Celada, en su libro "Los secretos de la cocina del Vaticano”, Benedicto XVI es amante de la buena mesa, cabe decir que su madre era cocinera profesional. La peculiaridad de Ratzinger es que come medias raciones. Además, es abstemio.
Os dejo que se me pegan las lentejas...
http://www.zenit.org/article-36150?l=spanish
26 de julio de 2010
Para estar más cerca.
Benedicto XVI está preparando el tercer volumen de su obra sobre Jesús. Lo está escribiendo desde Castel Gandolfo, donde disfruta de las vacaciones de verano.
Parte de su tiempo libre lo está dedicando a escribir este libro, dedicado a los evangelios de la infancia de Jesús.
25 de julio de 2010
Juntos podemos
24 de julio de 2010
Signo de contradicción
23 de julio de 2010
He retirado tantas piedras del camino...
¿Saben que la Madre Teresa de Calcuta estuvo una larga y dolorosa época en su vida revestida de la desesperanza que San Juan de la Cruz llamase en su día, la noche oscura del alma?
Vino a pasar esto: la Luz áurea de Díos dejó de visitarla sin previo aviso, de sopetón, como se dice en Andalucía, pero…, cuando una persona ha sentido abrasadoramente el calor del Padre, es difícil que sucumba a la desesperación, al abatimiento henchido y preñado.
Podrás tener noches oscuras, incluso días mortecinos, pero siempre perdurará en su conciencia cincelada por el amor, que al final del túnel, seguirá ardiendo el aceite con la llama inmortal del Espíritu Santo.
Cuando comienzan a encabronarse los días de esta vida, y con ellos el desgaste de lo que creíamos inamovible, es bueno tener siempre en mente las palabras de Bernanos sobre la fe
“¡No, no he perdido la fe! Esa expresión “ perder la fe”, como si se perdiera el monedero o un manojo de llaves, me ha parecido siempre un poco necia. Sin duda pertenece a ese vocabulario burgués, legado por esos tristes sacerdotes del siglo XVIII, tan habladores . No se puede perder la fe…. Algunas veces parece que se ha alejado, que subsiste donde yo no me he atrevido a buscarla; en mi carne, en mi mísera carne, en mi sangre y en mi carne perecedera pero bautizada."
Como escribía el franchute...
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Stabat Mater (Dolorosa)
¿La Iglesia durmiente?
Hace tiempo me hablaron de la iglesia durmiente. Es ésta una categoría nueva -varios siglos son sólo una temporada frente a la eternidad de la Iglesia- que parece querer encontrar un puesto en la clasificación eclesial. Efectivamente, distinguimos tres tipos o manifestaciones de la Iglesia: la triunfante o celestial; la purgante, en espera de entrar con plenitud en la gloria; la militante, que peregrina aquí en la tierra entre las adversidades del mundo y los consuelos de Dios.
La iglesia durmiente sería una cuarta categoría o más bien una subespecie de la Iglesia militante. Aquí en la tierra no todos estarían militando con las armas de Dios -la oración, la expiación y la caridad diligente que comienza por el respeto de la justicia- sino que muchos estarían durmiendo. Algunos parecen dormir los sopores de embriagueces triunfalistas de otras épocas, cuando la iglesia parecía reinar en todo su esplendor. Estos nostálgicos esperan que vuelvan esos tiempos en los que la Jerarquía era escuchada y en que la sociedad se organizaba con modelos confesionales. Otros parecen estar anestesiados por la cultura dominante, acomplejados y miedosos de manifestar sus convicciones, si es que las han tenido alguna vez. Muchos de ellos están hasta tal punto inconscientes que su fe ha quedado sepultada bajo una vida tibia e impersonal, más propia de un autómata teledirigido que de un creyente auténtico.
No pretendo tomarme en serio la categoría de iglesia durmiente. La Iglesia -con mayúscula- es católica y está bien despierta en el mundo. Sólo que en algunas partes es de noche y hay quien aprovecha para dormir.
Vivimos en medio de un genocidio de alcance planetario, que debería ser una bocina que despierte a muchos de esos bellos durmientes. No vale con protestar. La mejor respuesta será siempre la oración. Pero es evidente que muchos estamos llamados a "actuar". Unamos nuestras fuerzas y animémonos recíprocamente unos a otros, pues despertar es algo más serio que un bostezo y un estiramiento de brazos realizado entre las sábanas. Nessun dorma! Hay que despertar con garbo, saltando de la cama y disponiéndose a la acción. Cada uno verá cómo hacerlo. Y si no tiene ideas, que pida consejo a quien las tiene.
No podemos meternos de nuevo en la cama. Es de día. Es la hora de los hijos de la luz.