Todos comprendemos que el amor es el lenguaje que se entiende en todas partes. No hay lengua que no entienda que sólo el amor establece la paz y la verdad. Por eso, la Iglesia arranca desde Pentecostés, pues es el Espíritu Santo quien infunde en los apóstoles esa llama de amor que da fortaleza, sabiduría y valor para proclamar al mundo que sólo el Amor de Dios nos salva.
Hoy el Papa Francisco nos habla del acontecimiento producido después de los cincuenta días de la Pascua y de como la Iglesia se pone en marcha gracia a la acción del Espíritu Santo que continúa hasta nuestros días alumbrando su camino.
PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL
Plaza de San Pedro
Miércoles, 19 de junio de 2019
Queridos hermanos y hermanas:
Cincuenta días después de la Pascua, los Apóstoles vivieron un evento que superaba sus expectativas. Ellos estaban reunidos en oración y fueron sorprendidos por la irrupción de Dios, que no tolera las puertas cerradas; las abrió con un viento impetuoso que llenó toda la casa.
Al viento del Espíritu se une el fuego que recuerda la zarza ardiente en el Sinaí, donde Dios habló y dio los diez mandamientos. En el fuego, Dios da su palabra, que es viva y eficaz, que anima, ilumina y prueba los corazones. La Iglesia nace del fuego del amor, de un “incendio” que arde en Pentecostés y manifiesta la fuerza de la Palabra de Cristo Resucitado, llena de Espíritu Santo.
La palabra de los Apóstoles se llena del Espíritu del Señor y es palabra nueva, como si fuera traducida en todas las lenguas posibles; es el lenguaje de la verdad y del amor, que es el idioma universal, que todos pueden comprender. El Espíritu Santo es el artífice de la comunión y de la reconciliación que sabe derribar las barreras que dividen y hace crecer a la Iglesia más allá de los límites humanos. Los seguidores de Jesús son los que viven según el Espíritu, porque Él es quien mueve los corazones para acoger la salvación que viene a través de Jesucristo.
Saludos:
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y Latinoamérica; en modo particular a los peregrinos de la Diócesis de León, acompañados por su obispo, Mons. Julián López Martín. Los invito a que pidamos al Señor experimentar un nuevo Pentecostés en nuestras vidas, para que el Paráclito dilate nuestro corazón haciéndolo semejante al de Cristo, y así podamos testimoniar su amor en medio del mundo y de las personas que nos rodean. Que Dios los bendiga.