La entrada a la Casa de Dios venía siempre precedida de las carreras y los juegos a la que los compañeros de clase nos prestábamos mientras esperábamos -con el bocadillo en la mano- impacientemente la llegada de la profesora. Tardes interminables al amparo de los árboles frondosos, vieron los juegos de unos chiquillos ahítos de vida. Una vez llegada doña María, formábamos una gran fila que desembocaba siempre con los más traviesos de la clase por primera vez ante la puerta del Templo.
La entrada en la iglesia se hacía en riguroso orden, en silencio, con la infantil sonrisa de la inocencia que arrebuja en el rostro un perfil inmaculado, limpio. Con la alegría del que descubre poco a poco que entra en la Casa del Señor -a la que íbamos para prepararnos para la primera comunión-, me fui familiarizando con las Cosas de Dios.
El Temor de Dios sólo lo pueden percibir y sentir quienes en los días de su niñez no se tomaban "Este" como una amenaza: -"¡¡ ..niño, pórtate bien que Dios lo ve todo y te puede castigar !!".
Ese Temor de Dios, es el que nos valió para sustentar una ética, una ética, basada en la Verdad heredada de nuestros mayores, una ética que en momentos en los que parece no haber más luz que la que brilla y salpica la ciudad perdida, nos deja anclados de nuevo en su raíz para no ser partícipe de un naufragio anunciado.
Sólo los tibios ven en el Santo Temor de Dios un desafío a su libertad, a su conciencia.
Quién deja de sentir el Temor comienza a vagar entre nieblas que suelen abocar en un mar de desesperación que encalla en la desgeneración. Esto mejor que nadie lo sabe la Iglesia.
No es otra cosa lo que viene a decir el Papa de los pederastas que ensuciaron con sus pervertidas manos la mirada siempre inocente de los que entran en fila por primera vez a la Casa del Señor. La iglesia, por ser roca de la Verdad y estar más cerca de Ella, tiene que pulgar con más fuerza y predisposición esta lacra, da igual que sean uno, dos, tres, los que sean, siempre serán menos que los que dicen que son las personas que odian a la Iglesia, pero, no puede quedar impune el mayor de los crimenes ante Dios y el hombre.
Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mi, más vale que le cuelguen una piedra de molino y le hundan en lo profundo del mar ( Mt18, 6). Si tu mano o tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo y arrójalo de ti; más te vale entrar en la vida manco o cojo que, con las dos manos o los dos pies, ser arrojado en el fuego eterno. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti, más te vale entrar en la vida con un solo ojo que, con los dos, ser arrojado en la gehenna de fuego (Mt18,8-10).