Cuando nos proponen algo, oírlo y pensar sobre el tiempo que disponemos, es cosa de milésimas de segundos. Todo sucede a velocidad de relámpago y, en la mayoría de las ocasiones, la respuesta se ve condicionada por el factor tiempo, nuestro tiempo. Diríamos que el tiempo es oro y todas nuestras acciones y acontecimientos están regidos por el tiempo.
Pensar, pues, en el tiempo es algo muy importante, porque de ello va a depender muchas actitudes y acontecimientos que pueden marcar mi vida. Priorizar a que debo prestar más atención o dedicar mi tiempo va a ser vital en mi vida. Porque todo lo que lograré y seré estará en función de a qué dedique mi tiempo.
El punto 2710 del Catecismo de la Iglesia Católica dice: La elección del tiempo y de la duración de la oración contemplativa depende de una voluntad decidida, reveladora de los secretos del corazón. No se hace contemplación cuando se tiene tiempo, sino que se toma el tiempo de estar con el SEÑOR con la firme decisión de no dejarlo y volverlo a tomar, cualesquiera que sean las pruebas y la sequedad del encuentro. No se puede meditar en todo momento, pero si se puede entrar siempre en contemplación independiente de las condiciones de salud, trabajo o afectividad. El corazón es el lugar de la búsqueda y del encuentro en la pobreza y la fe.
Yo no tengo tiempo... si tuviese más tiempo haría más oración... DIOS ocupa en nuestra estima el lugar que ocupa en nuestro tiempo. Igual podríamos decir de las demás cosas: la familia, el trabajo, el ocio...etc. El tiempo que dedicamos a... descubre donde realmente está nuestro corazón.
Cuando nos enamoramos de algo... todo nuestro tiempo está en ese amor. Nunca hemos escuchado que alguien haya muerto porque no tenía tiempo para comer. Por el contrario, desafortunadamente, si hemos oído que muchos mueren por no tener que comer. Eso nunca debería ocurrir, porque el comer nos es necesario para vivir.
¿Y DIOS, mi PADRE, significa algo importante para mí hasta el punto de dedicarle todo mi tiempo?
Porque en mi familia, en mi trabajo, en mi soledad, en mis relaciones, en mi ocio, en mi...etc., está DIOS conmigo. Seguro que ÉL está, pero, ¿y yo o tú? ¿estamos? Seguro que ÉL quiere estar, pero ¿tú y yo, queremos estar? Es realmente en esos ambientes que cogen mi vida donde tengo la oportunidad de continuar mi oración individual, ahora comunitaria, junto a los demás. ¿Cómo? Haciendo lo que, sin lugar a dudas, hizo y haría JESÚS: acompañando, sonriendo, alumbrando, comprendiendo, escuchando, solidarizándote, disponiéndote... amando.
Porque eso es también orar... y oración de la buena: elevada y cumplida, hablada y testimoniada. Oración que proclama y testimonia, que dice y hace, que habla y obra. Oración que complace al PADRE porque te esfuerzas en hacer su Voluntad. Lo que te falte lo hará ÉL.
No podemos meditar en todo tiempo, pero sí podemos estar en contemplación en todo momento, en la cocina, en el trabajo...etc. La contemplación implica observación, atención, estar presto a aprender las actitudes de CRISTO en nuestras propias relaciones... caminando, fregando los cacharros, cocinando... podemos rezar el Santo Rosario. En todo momento estoy llamado a estar en el SEÑOR.
Cuando se tiene tiempo para DIOS, se tiene tiempo para todo. Posiblemente le falta tiempo a quienes no sabemos aprovecharlo. Donde está tu tesoro, allí empleas tu tiempo, porque allí estará tu corazón. Carlos de Faucal decía que orar es perder el tiempo con DIOS... quiere significar que lo normal es darle el tiempo a Quien lo ha Creado.
Porque el tiempo es un don que el SEÑOR nos ha dado y, como tal, se lo debemos devolver como lo hemos recibido. Todo gira en torno a ÉL y cuando nuestra vida gira en esa dirección todo se hace más suave y ligero, porque nos descubrimos más libres, más disponibles, y aunque nuestros compañeros se compadecen y se estremecen por vernos tan atareados y ocupados, nuestro corazón se llena de paz, de gozo y de libertad porque buscamos lo que realmente nos hace feliz y eterno. Son los secretos de tantos que han alcanzado esa cima: vivir en la presencia del PADRE, en JESÚS y guiados por el ESPÍRITU.
Paradógicamente, siempre ocurre que los que menos tiempo tienen son los que más tiempo dan. Y es que cuanto más amor se da, más amor se recibe, y dando y recibiendo nuestro deposito de amor reboza y se derrama, y llega a todos los lugares, y hay para todos. Es el milagro de la multiplicación de los panes y peces. También multiplicamos nuestro tiempo.
Hay una oración, sencilla, humilde y renovadora que cada día, al amanecer, nos predispone a comenzar la jornada con la actitud del hombre nuevo, regenerado por el Bautismo en el ESPÍRITU del SEÑOR:
Pensar, pues, en el tiempo es algo muy importante, porque de ello va a depender muchas actitudes y acontecimientos que pueden marcar mi vida. Priorizar a que debo prestar más atención o dedicar mi tiempo va a ser vital en mi vida. Porque todo lo que lograré y seré estará en función de a qué dedique mi tiempo.
El punto 2710 del Catecismo de la Iglesia Católica dice: La elección del tiempo y de la duración de la oración contemplativa depende de una voluntad decidida, reveladora de los secretos del corazón. No se hace contemplación cuando se tiene tiempo, sino que se toma el tiempo de estar con el SEÑOR con la firme decisión de no dejarlo y volverlo a tomar, cualesquiera que sean las pruebas y la sequedad del encuentro. No se puede meditar en todo momento, pero si se puede entrar siempre en contemplación independiente de las condiciones de salud, trabajo o afectividad. El corazón es el lugar de la búsqueda y del encuentro en la pobreza y la fe.
Yo no tengo tiempo... si tuviese más tiempo haría más oración... DIOS ocupa en nuestra estima el lugar que ocupa en nuestro tiempo. Igual podríamos decir de las demás cosas: la familia, el trabajo, el ocio...etc. El tiempo que dedicamos a... descubre donde realmente está nuestro corazón.
Cuando nos enamoramos de algo... todo nuestro tiempo está en ese amor. Nunca hemos escuchado que alguien haya muerto porque no tenía tiempo para comer. Por el contrario, desafortunadamente, si hemos oído que muchos mueren por no tener que comer. Eso nunca debería ocurrir, porque el comer nos es necesario para vivir.
¿Y DIOS, mi PADRE, significa algo importante para mí hasta el punto de dedicarle todo mi tiempo?
Porque en mi familia, en mi trabajo, en mi soledad, en mis relaciones, en mi ocio, en mi...etc., está DIOS conmigo. Seguro que ÉL está, pero, ¿y yo o tú? ¿estamos? Seguro que ÉL quiere estar, pero ¿tú y yo, queremos estar? Es realmente en esos ambientes que cogen mi vida donde tengo la oportunidad de continuar mi oración individual, ahora comunitaria, junto a los demás. ¿Cómo? Haciendo lo que, sin lugar a dudas, hizo y haría JESÚS: acompañando, sonriendo, alumbrando, comprendiendo, escuchando, solidarizándote, disponiéndote... amando.
Porque eso es también orar... y oración de la buena: elevada y cumplida, hablada y testimoniada. Oración que proclama y testimonia, que dice y hace, que habla y obra. Oración que complace al PADRE porque te esfuerzas en hacer su Voluntad. Lo que te falte lo hará ÉL.
No podemos meditar en todo tiempo, pero sí podemos estar en contemplación en todo momento, en la cocina, en el trabajo...etc. La contemplación implica observación, atención, estar presto a aprender las actitudes de CRISTO en nuestras propias relaciones... caminando, fregando los cacharros, cocinando... podemos rezar el Santo Rosario. En todo momento estoy llamado a estar en el SEÑOR.
Cuando se tiene tiempo para DIOS, se tiene tiempo para todo. Posiblemente le falta tiempo a quienes no sabemos aprovecharlo. Donde está tu tesoro, allí empleas tu tiempo, porque allí estará tu corazón. Carlos de Faucal decía que orar es perder el tiempo con DIOS... quiere significar que lo normal es darle el tiempo a Quien lo ha Creado.
Porque el tiempo es un don que el SEÑOR nos ha dado y, como tal, se lo debemos devolver como lo hemos recibido. Todo gira en torno a ÉL y cuando nuestra vida gira en esa dirección todo se hace más suave y ligero, porque nos descubrimos más libres, más disponibles, y aunque nuestros compañeros se compadecen y se estremecen por vernos tan atareados y ocupados, nuestro corazón se llena de paz, de gozo y de libertad porque buscamos lo que realmente nos hace feliz y eterno. Son los secretos de tantos que han alcanzado esa cima: vivir en la presencia del PADRE, en JESÚS y guiados por el ESPÍRITU.
Paradógicamente, siempre ocurre que los que menos tiempo tienen son los que más tiempo dan. Y es que cuanto más amor se da, más amor se recibe, y dando y recibiendo nuestro deposito de amor reboza y se derrama, y llega a todos los lugares, y hay para todos. Es el milagro de la multiplicación de los panes y peces. También multiplicamos nuestro tiempo.
Hay una oración, sencilla, humilde y renovadora que cada día, al amanecer, nos predispone a comenzar la jornada con la actitud del hombre nuevo, regenerado por el Bautismo en el ESPÍRITU del SEÑOR:
En el silencio de este día que nace
vengo a pedirte, paz, sabiduría y fortaleza.
Quisiera ver el mundo,
al que me voy a enfrentar en breve momentos,
lleno de amor, para ser: paciente, comprensivo,
humilde, suave y bueno.
Ver a tus hijos como TÚ los ves,
para poder apreciar la bondad de cada uno.
Cierra mis oídos a toda murmuración,
guarda mi lengua de toda maledicencia, que
solo permanezcan en mí los pensamientos que bendigan.
Quisiera ser tan bien intencionado y justo,
para que todos aquellos que se acerquen a mí, o me lean,
sientan TÚ Presencia, y no la mía.
Y, revisteme de tu Bondad, para que todos
los actos que realice hoy
sean fiel reflejos de los Tuyos.
Amén.
vengo a pedirte, paz, sabiduría y fortaleza.
Quisiera ver el mundo,
al que me voy a enfrentar en breve momentos,
lleno de amor, para ser: paciente, comprensivo,
humilde, suave y bueno.
Ver a tus hijos como TÚ los ves,
para poder apreciar la bondad de cada uno.
Cierra mis oídos a toda murmuración,
guarda mi lengua de toda maledicencia, que
solo permanezcan en mí los pensamientos que bendigan.
Quisiera ser tan bien intencionado y justo,
para que todos aquellos que se acerquen a mí, o me lean,
sientan TÚ Presencia, y no la mía.
Y, revisteme de tu Bondad, para que todos
los actos que realice hoy
sean fiel reflejos de los Tuyos.
Amén.