El papa comentó en el Ángelus la parábola de los talentos
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 13 noviembre 2011 (ZENIT.org).- Como todos los domingos, esta mañana, a las doce de mediodía, se celebró el tradicional rezo mariano del Ángelus
con Benedicto XVI, que se asomó a la ventana de su despacho, en el
Palacio Apostólico Vaticano, para orar con los fieles y peregrinos
llegados a la plaza de San Pedro.
Estas son las palabras del Papa en la introducción de la oración mariana.
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Antes del Ángelus
¡Queridos hermanos y hermanas!
La Palabra de Dios de este domingo --el penúltimo del año litúrgico-
nos advierte de la fugacidad de la existencia terrenal y nos invita a
vivirla como una peregrinación, manteniendo la mirada en la meta, en
aquél Dios que nos ha creado y, porque nos ha hecho para sí (cfr San
Agustín, Conf. 1,1), es nuestro destino último y el sentido de nuestro
vivir.
Paso obligado para llegar a tal realidad definitiva es la muerte,
seguida del juicio final. El apóstol Pablo recuerda que “el día del
Señor vendrá como un ladrón de noche” (1 Ts 5,2), es decir sin previo
aviso. La conciencia del retorno glorioso del Señor Jesús nos impulsa a
vivir en una actitud de vigilancia, esperando su manifestación en la
constante memoria de su primera venida.
En la conocida parábola de los talentos –que narra el evangelista
Mateo (cfr 25,14-30)--, Jesús relata la historia de tres siervos a los
que el amo, en el momento de partir para un largo viaje, les confía sus
fondos. Dos de ellos se comportan bien, porque hacen fructificar los
bienes recibidos el doble. El tercero, en cambio, esconde el dinero
recibido en un agujero. Al volver a casa, el amo pide cuentas a los
servidores de lo que les había confiado y, mientras se complace con los
dos primeros, se queda desilusionado con el tercero. Aquél servidor, en
efecto, que mantuvo escondido el talento sin revalorizarlo, hizo mal sus
cálculos: se comportó como si su amo ya no fuera a regresar, como si no
hubiera un día en el que le pediría cuentas de su actuación. Con esta
parábola, Jesús quiere enseñar a los discípulos a usar bien sus dones:
Dios llama a cada hombre a la vida y le entre talentos, confiándole al
mismo tiempo una misión que cumplir. Sería de tontos pensar que estos
dones se nos deben, así como renunciar a emplearlos sería menoscabar el
fin de la propia existencia. Comentando esta página evangélica, san
Gregorio Magno nota que a nadie el Señor le hace falta el don de su
caridad, del amor. Escribe: “Por esto es necesario, hermanos míos, que
pongáis todo cuidado en la custodia de la caridad, en toda acción que
tengáis que realizar” (Homilías sobre los Evangelios9,6). Y tras
precisar que la verdadera caridad consiste en amar tanto a los amigos
como a los enemigos, añade: “Si uno adolece de esta virtud, pierde todo
bien que tiene, es privado del talento recibido y es arrojado fuera, a
las tinieblas” (ibidem).
¡Queridos hermanos, acojamos la invitación a la vigilancia, a la que
tantas veces nos llaman las Escrituras! Es la actitud de quien sabe que
el Señor volverá y querrá ver en nosotros los frutos de su amor. La
caridad es el bien fundamental que nadie puede dejar de hacer
fructificar y sin el cual todo otro don es vano (cfr 1 Cor13,3). Si
Jesús nos ha amado hasta el punto de dar su vida por nosotros (cfr 1 Jn
3,16), ¿cómo podríamos no amar a Dios con todas nuestras fuerzas y
amarnos de verdadero corazón los unos a los otros? (cfr 1 Jn 4,11) Sólo
practicando la caridad, también nostros podremos participar en la
alegría del Señor. Que la Virgen María sea nuestra maestra de laboriosa y
alegre vigilancia en el camino hacia el encuentro con Dios.
Después del Ángelus
Queridos amigos,
Se celebra hoy la Jornada Mundial de la Diabetes, enfermedad crónica
que aflige a muchas personas, incluso jóvenes. Ruego por todos estos
hermanos y hermanas, y por cuantos comparten cada día su fatiga; como
también los profesionales de la salud y los voluntarios que les asisten.
Hoy la Iglesia italiana celebra la Jornada de Acción de Gracias.
Mirando a los frutos de la tierra que también este año el Señor nos ha
donado, reconocemos que el trabajo del hombre sería vano si Él no lo
hiciera fecundo. “Sólo con Dios hay futuro en nuestros campos”. Mientras
damos gracias, comprometámonos a respetar la tierra que Dios nos ha
confiado.
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Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española que han participado en esta oración mariana del Ángelus.
En la liturgia de hoy, la Palabra de Dios nos exhorta a la sobriedad, a
la vigilancia y a una vida cristiana activa y diligente. Los dones que
el Señor ha depositado en nosotros son un tesoro que hemos de enriquecer
cada día, como tierra fértil que da buenos frutos, y contribuir así a
la edificación de la Iglesia y de la sociedad. Que la Virgen María nos
acompañe en este servicio a la obra salvadora de Cristo. Muchas gracias y
feliz domingo.