Cada miércoles, día dedicado a la memoria y al amor al
gloriosísimo y santísimo San José, un recuerdo especial suyo como homenaje al
Papa Francisco por el amor y devoción que tiene al glorioso Patriarca, como lo
demuestra especialmente, amén de otras muchas manifestaciones, por la homilía
pronunciada en el día de su toma de posesión del ministerio Petrino el 19 de
marzo, fiesta de San José. Y últimamente haciendo que su nombre sea pronunciado
inmediatamente después de la Virgen María en las plegarias eucarísticas II,
III, IV de la Misa. Esto supone una inmensa glorificación para San José y,
pienso, un buen medio para propagar la devoción al glorioso Patriarca.
Parece Ser que el primero que ha
aplicado a la Sagrada Familia de Nazaret el calificativo de Trinidad de la
tierra fue el gran Canciller de la Universidad de Paris, Juan Gersón
(1363-1429) en el sermón de la Natividad de la Virgen en el concilio de
Constanza (1414-1418), sermón eminentemente y muy laudatoriamente josefino, con
estas palabras muy exaltantes de la
misma:”Desearía que me saliesen las palabras para explicar un misterio tan alto
y escondido desde los siglos, la Trinidad de Jesús, María y José tan digna de
admiración y de veneración” (En la cuarta consideración). Como no encuentra
palabras para explicarlo abandona el intento.
Los autores josefinos y predicadores
posteriores no sólo toman la expresión
de Gersón sino que se atrevieron a interpretarla, como los pintores a
pintarla,-clásico un cuadro de Murillo- Y así un tal Juan de Cartagena, que
cita las palabras de Gersón, saca dos consecuencias o aplicaciones,
comparándola con la Trinidad del cielo: Jesús que es el Hijo de Dios que se
encarna, María que concibe al Encarnado, y José, su esposo, que le cela y oculta hasta que llega el
tiempo predefinido de este sacratísimo misterio; y Dios, ante el profundísimo
misterio de la Encarnación, que con razón llamamos el Santa Sanctorum, colocó este sagrado matrimonio, como un velo
tejido por el Espíritu Santo de la variedad de todas las virtudes.
Así,
pues, esta Trinidad de personas llevó a cabo nuestra redención: Jesús como
autor de la salvación, María como mediadora, José como coadjutor; y así como
cuando se vence en la guerra la victoria se atribuye no sólo a los soldados que
lucharon contra los enemigos, sino que se debe también a los centinelas y exploradores
que por caminos secretos metieron furtivamente soldados y armas; así aquí, la
redención del género humano y la victoria sobre su enemigo común se debe
atribuir solo a Cristo, como causa principal, porque él solo en la palestra del
Calvario luchó con el enemigo: Yo solo
pisé el lagar (Is 63,3); A María debe atribuírsele en cuanto que suministró la carne y la sangre a Cristo,
precio de nuestra redención; también a San José, su esposo, debe atribuírsele
parte porque escondió del diablo a Jesús, cuando era niño y muchacho y, además, lo educó y nutrió. Me atrevería a
decir que San José, ocultando a Cristo el Señor, y alimentándolo, educándolo fue coadjutor de la
reparación, digna de celebrarse, del género humano por el misterio de la
Encarnación, único remedio de nuestra salvación.
En segundo lugar en esta Trinidad de
Jesús, María y José hay que observar que, como en la SS. Trinidad del cielo son
tres los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo
y los tres son uno, como dice San Juan (1Jn 5). Así en la tierra son tres los
testigos de la inmensa bondad de Dios, los mayores sin excepción, Jesús, María
y José que por le vínculo de la caridad son uno, un corazón y un alma, y como
en el misterio de la Trinidad no se reconoce una cuarta persona consustancial a
las tres, así en la Trinidad de la tierra no se admite ninguno igual a ellos.
Podemos añadir como en la Trinidad Beatísima la esencia de su
vida es el amor: “por lo cual es infinito / el amor que les unía / (a las tres
personas), porque un solo amor tres tienen / que su esencia se decía” (San Juan
de la Cruz).Dios uno y trino es amor: el Padre es Amor, el Hijo es Amor, el
Espíritu santo es Amor. Pues así en la Trinidad de Nazaret: Jesús, María y José
la esencia y realidad de la vida y de las mutuas relaciones es también el amor. Abismos de amor había en el corazón de
la Virgen María, y esta es su mayor grandeza según Santa Teresita, abismo de amor en el corazón
de San José, que tenía un alma semejantísima a la de su esposa, y, sobre todo,
abismos de amor en el corazón de Jesucristo, que es la misma persona de la
Trinidad del cielo, encarnada, eso sí, en el seno de María y nacida de ella. Él
es todo y puro amor y este amor lo derramó a raudales en los corazones de su
madre María y de su padre José, que le corresponden con todas las fuerzas de su
alma, con total entrega por parte suya. En esta familia sagrada de Nazaret, en
esta Trinidad de la tierra hay un solo corazón, una sola alma, una sola vida,
un solo amor: el de Jesús derramado abismalmente en los corazones de María y de
José. En Nazaret solo se vive de amor, que solo en amar es su ejercicio.