27 de septiembre de 2013

Ecos de una entrevista



Montse Sanmartí Fernández es directora del Museo de la Vida, Cidevia, en Barcelona, y delegada de la ONG Sanación Postaborto. Hace unos días escribió una carta en su muro de facebook y me llamó la atención porque descubrí una persona desorientada ante las afirmaciones del Papa Francisco en la entrevista concedida a Antonio Spadaro el jueves de la semana pasada y publicada en la Civiltà Cattolica. Le pedí permiso para publicarla en Blogueros con el Papa, con algunas respuestas mías que iré intercalando entre las líneas de la carta y en las que me permito interpretar el pensamiento de nuestro sumo Pontífice.


Querido Eulogio:

totalmente de acuerdo con lo que dices en tú artículo. Desde fuera y desde dentro se puede manipular una entrevista que se ha hecho al Papa. Muchos intereses contrarios a la fe y a la Iglesia lo pueden hacer posible. No sé si la entrevista está cambiada o manipulada. Yo solo te hablo de la que he leído y si realmente es como la he leído, puede llevar a muchos a una confusión generalizada.


Soy na persona que procura evangelizar a tiempo y a destiempo, a pesar de mis muchos pecados y defectos, que al igual que el Papa, siento que no son meras palabras, sino absolutas realidades. Como dicen las escrituras: "Proclama la Palabra de Dios, insiste con ocasión o sin ella, arguye, reprende, exhorta, con paciencia incansable y con afán de enseñar." (2 Timoteo 4,2)


Uno de mis trabajos es el de defender la vida, siempre que puedo, y aunque el contexto no sea siempre el del tema del aborto. Estas "supuestas declaraciones" que ha hecho S.S. me han chocado mucho, y me siento en la necesidad de expresar lo que siento. Realmente ¿sólo se debe hablar del aborto en un contexto? ¿Sólo en época de elecciones, o sólo en una conferencia a ginecólogos? Si esta afirmación es de S.S. me gustaría preguntarle ¿entonces quién va a defender a esos bebés cuando no haya ese supuesto contexto del que se habla en la entrevista? Miles de ellos son echados a diario a la basura, peor que a un animal, y ¿hablar del aborto entonces es una obsesión? Me parece insólito y además esta afirmación echa por tierra la labor de muchas personas que a pie de calle se dejan la vida por dar testimonio de lo que es un aborto. Si lo que ha dicho no es eso, o los que defendemos la vida lo hemos interpretado mal, que me perdone S.S. Y desde aquí le pido perdón y por favor, que nos aclare este punto.


Efectivamente, Montse, las palabras del Santo Padre podrían sonar como tú dices:

“No podemos seguir insistiendo solo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Es imposible. Yo he hablado mucho de estas cuestiones y he recibido reproches por ello. Pero si se habla de estas cosas hay que hacerlo en un contexto. Por lo demás, ya conocemos la opinión de la Iglesia y yo soy hijo de la Iglesia, pero no es necesario estar hablando de estas cosas sin cesar”. 
Es lógico que a una persona comprometida con la causa pro vida estas palabras puedan resultar incomprensibles. Tus preguntas son legítimas y te gustaría que fuera el Papa quien te respondiera. Lo haré yo. El Papa no está prohibiendo a nadie que hable y diga lo que crea necesario. ¿Cómo iba a hacerlo? El Papa ama la libertad de todos y en especial la de los fieles laicos que deben santificar las realidades temporales. Lo que está diciendo el Papa es que conviene evitar no sólo el “reduccionismo” de que sólo se hablara de estos temas sino incluso la apariencia de que así fuera. El Papa ha explicitado algo que también dijo de manera mucho más sutil el Papa Benedicto XVI cuando estuvo aquí en España las últimas visitas. Podría haber tocado estos temas, pero entonces hubiera parecido que esto es lo principal para la Iglesia.



Por esta razón, el Papa añadía a continuación estas otras palabras:
"Una pastoral misionera no se obsesiona por transmitir de modo desestructurado un conjunto de doctrinas para imponerlas insistentemente. El anuncio misionero se concentra en lo esencial, en lo necesario, que, por otra parte es lo que más apasiona y atrae, es lo que hace arder el corazón, como a los discípulos de Emaús”. 

En definitiva, es importante comprender que una cosa es la pastoral de la Iglesia, que no puede ser otra que la evangelización, y otra muy distinta la actividad de los fieles en cuanto ciudadanos en la sociedad. Que cada uno ejerza la libertad y actúe como le dicte su conciencia. Ahora bien, que respete también la libertad del Papa para subrayar lo que es importante en la Evangelización: el anuncio de una salvación que nos viene por gracia y misericordia y no por la lucha política para que se respeten los mandamientos de la Ley de Dios en la sociedad. De hecho, es perfectamente posible que el valor de la vida sea defendido por una persona sin tener fe. Pero cuando se trata de un católico hará bien en escuchar al Papa: que tu actuación no sea tal que pueda parecer que te preocupa más el orden jurídico y los derechos fundamentales que el Evangelio. Porque si el Evangelio queda oculto detrás de tu actuación pública, por buena que pueda ser, es posible que lo que te mueva no sea el Evangelio sino la ideología. No es la ley la que salva a las personas o las convierte, sino el Evangelio. Tampoco son las imágenes de los bebés despedazados los que convierten a las personas, aunque a veces puedan producir efectos beneficiosos. En otras muchas ocasiones está demostrado que no producen ningún efecto positivo.


Tuve la suerte de conocer a Montse en el Primer Encuentro de  BcP en Madrid 


También ha hablado de nuestros hermanos en la fe que son homosexuales y desean volver a caminar en la Iglesia, algo muy loable por parte de ellos. El Papa apela a la Misericordia, cosa admirable, y dice que nuestro trabajo es el de acompañar a estas personas en ese camino. Mi más absoluto aplauso a todo ello. Pero pienso que como católicos, no nos podemos quedar en un mero acompañamiento, porque podría confundir a la persona a la cual acompaño. Si a esa persona no le digo que además de que Dios es Misericordioso, y le ama, y le quiere perdonar, él tiene que hacer su parte, es decir, arrepentirse de ello, confesar su pecado y cambiar de vida, creo que no sirve de nada que yo le acompañe. ¿A dónde le estoy acompañando? ¿A tomar baños de asiento? ¿A escuchar a un sacerdote como se suele decir "Predícame cura, predícame fraile, que por un oído me entra y por el otro me sale? Esa parte es muy importante, vamos, básica, diría yo, pero ha omitido esa parte. Cuando Jesucristo en el Evangelio perdona a algún pecador, siempre termina con la frase: "Anda y no peques más".


Acompañar significa respetar la libertad de las personas. Quererlas incluso cuando ellas hacen un uso indebido. Jesús le dice a la mujer adúltera “Anda y no peques más”, pero eso no significa en absoluto que le vaya a negar el perdón cuando recaiga una y otra vez en el mismo pecado. Jesús no nos pide que juzguemos a las personas. Es más, dice justo lo contrario: que no juzguemos nunca. Nuestra misión como discípulos de Cristo es anunciar el Evangelio de la reconciliación. ¿Hasta qué punto? Siempre.

La mirada misericordiosa del discípulo permitirá distinguir cuándo es necesario consolar y cúando maldecir, sabiendo que tanto en un caso como en otro se ejercita la misericordia. La Iglesia es madre y cada uno de los fieles debe también serlo para cada una de las personas a las que quiere acercar a Dios. La prudencia y el Espíritu Santo con sus dones mostrará el camino de cada uno para actuar con verdad y caridad. Esto es válido siempre, en cualquier época, y además está en el Catecismo, como señala el Papa.

Además de la libertad de las personas hay que tener en cuenta también el contexto social en el que nos movemos. Donde no hay una ley humana que reconozca la ley natural, es evidente que se puede seguir hablando de ella. ¡Faltaría más! Pero hay que recordar que la ley natural es divina y también responde al principio áureo de la evangelización, magistralmente formulado en la Declaración Dignitatis humanae 1: «La verdad no se impone sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra, con suavidad y firmeza a la vez, en las almas». Cuando queremos imponerla nos estamos sustiyendo a Dios mismo, quien no quiere esclavos sino hijos de Dios. Por esa razón, ni siquiera la ley natural se puede imponer por vía privada: es misión de las autoridades civiles aplicar los principios de la ley natural mediante las leyes y normas sociales, pudiendo también emplear medios coercitivos. Pero éste no es el asunto que nos incumbe: aquí estamos hablando de la acción pastoral de los fieles con los demás ciudadanos, sus iguales. El contexto social es también fundamental en la nueva Evangelización, puesto que las leyes humanas que no reconocen los principios de la ley natural influyen poderosamente en las vidas de los ciudadanos. También esto parece encontrarse en las palabras del Papa, cuando habla del contexto social: es importante saber presentar la verdad del Evangelio de manera que por sí misma brille e ilumine las conciencias. Lo que un fiel católico debe predicar con ocasión o sin ella es el Evangelio: cualquier otra cosa o idea es relativa, es decir, depende de la eficacia de la evangelización. Tanto si se impone por la fuerza o con violencia como si se comunica con argumentos no sostenidos por el Evangelio, toda idea se desnaturaliza, convirtiéndose en doctrina ideológica. En su discurso a los Obispos del CELAM durante la JMJ en Río de Janeiro, el Papa señaló que ésta es la primera tentación que el discípulo de Cristo debe superar para evitar la ideologización del mensaje evangélico.


Un tercer punto que no he entendido bien es el del caso que describe de una mujer que está divorciada y que se ha vuelto a casar. Dice que en el primer matrimonio ha tenido un grave tropiezo abortando a su hijo. Ella está arrepentida de esto, vive feliz en su segundo matrimonio, y quiere volver a la Iglesia. Y dice que lo grande del Sacramento de la Penitencia es que el sacerdote puede valorar en cada caso lo que más conviene al penitente, dejando abierto un debate que debería haber zanjado aclarando bien cuál debe ser el comportamiento de esta mujer de ahora en adelante. Mi pregunta ante este hecho es, si a ella alguien le dirá que aunque esté muy feliz en su "segundo matrimonio", para volver a la iglesia no puede hacerlo de esa forma. Tiene que abandonar esa vida de concubinato y vivir en celibato. Si ella accede a esto, la Iglesia jamás se opondrá a que ella vuelva a poder llevar una vida de fe y recibir los sacramentos, pero que si no se arrepiente de ese pecado, eso invalida hasta la confesión. Si el Papa no zanja la cuestión clarificando que la persona que quiere volver a la fe y es divorciada, tiene que hacer su parte y vivir en castidad, puede crear, y de hecho creo que está creando una confusión enorme entre el sector de personas divorciadas, dándoles unas esperanzas que no se sustentan con la fe que profesamos.


¿Qué es lo que el Papa quiere reformar? Responder a esta pregunta con franqueza y claridad es importante. Y el Papa lo ha hecho. Ha dicho en repetidas ocasiones que ni el dogma ni la moral deben de ser reformadas. Lo que antes era verdad católica lo seguirá siendo siempre. Lo que antes era pecado por suponer una transgresión de la ley divina, también. El papa Francisco ha señalado que lo más importante es la reforma de las actitudes de los católicos, de manera que cumplan su misión de evangelizar confiada por Cristo a todos sus discípulos. Lo ha dicho en dos ocasiones en la entrevista que nos ocupa, al principio y a mitad:"Las reformas organizativas y estructurales son secundarias, es decir, vienen después. La primera reforma debe ser la de las actitudes". ¿Por qué se ha creado tanto revuelo? Porque el Papa está poniendo el dedo en la llaga: ¡cuidado con ideologizar el Evangelio! Hoy, como también en tiempos de Jesús, el verdadero peligro para la salvación no está en los “publicanos y pecadores” sino en quienes se erigen en jueces de los demás, “justificándose” o salvándose a sí mismos. La gran diferencia que existe entre la Fe y la ideología es muy sencilla de detectar: la Fe nos libra de nuestros enemigos, porque nos descubre hermanos a los que querer y evangelizar; la ideología en cambio siempre necesita un enemigo al que vencer. La fe es un don que nos permite acoger la verdad del Evangelio; la ideología en cambio es un peso que se quiere imponer sobre los hombros de las gentes. Las actitudes ideológicas son incompatibles con el Evangelio. Es importante advertirlas en la vida propia y en la de los demás...


Simplemente agradecer de corazón vuestras correcciones fraternas si en algo no he hablado conforme a la fe que siempre he profesado y al gran amor que siento por mi Iglesia. Si no me importara mi fe ni la Iglesia, no me hubiera molestado en escribir estas letras.




… Y una vez advertidas corregirnos fraternamente. Porque lo que parece absurdo para un católico es llegar a tratar al Papa como un enemigo de la verdad. No ha sido tu caso, Montse. He leído muchos post y comentarios en la blogosfera en los que realmente se falta al respeto al Papa. Y se le falta al respeto no porque se discrepe con él, lo cual sería comprensible entre las personas que no están en comunión con la Iglesia, sino porque la discrepancia está alimentada por personas que se dicen creyentes católicos. Una cosa es manifestar la propia perplejidad y desconcierto. Otra muy distinta, criticar abiertamente al Papa en público. 

El Papa ha señalado que lo primero que hay que reformar son las actitudes. Pero también deberán ser reformadas las estructuras. ¿Qué se entiende por estructuras? Podríamos definirlo por vía negativa: estructura es todo aquello que es reformable en la Iglesia por no tratarse ni del dogma ni de la moral católica. Son estructuras los conceptos que a veces empleamos y que no responden a la verdad antropológica revelada. ¿Un ejemplo? La idea de que el matrimonio sea un contrato. Para algunos esta idea pertenecería a la fe católica. Pero eso es ignorancia. El sistema matrimonial canónica lleva muchos siglos en pie y se ha construido sobre la idea del contrato matrimonial. He aquí una estructura que reformar.

Son también estructuras las leyes eclesiásticas que en otro tiempo han servido a la causa de la evangelización, pero que en la actualidad la dificultan. ¿Un ejemplo? La ley que impone la obligación de casarse siguiendo una forma jurídica solemne como requisito de validez. Esta ley tiene su origen en el Concilio de Trento y se ha mantenido también en el Código de Derecho Canónico en los cánones 1108 y ss. También esta ley es reformable. No digo que sea la intención del Papa Francisco cambiar esta ley tridentina. Es posible que lo sea, puesto que esta disposición ha creado las grandes periferias existenciales en la Iglesia, distinguiendo los fieles en “fieles a la Iglesia” y “pecadores que la desobedecen”. He aquí un pecado que no está sustentado en la ley divina, sino en la ley humana. Reformar esta ley no significa cambiar la doctrina dogmática o moral de la Iglesia, sino en cambiar una estructura cultural que ya ha cumplido su misión pero que necesita ser cambiada. La ley eclesiástica debe de brillar siempre en la sociedad como una manifestación de servicio a los fieles y no como un alarde de poder: la eficacia irritativa o invalidante de la llamada forma canónica de celebración del matrimonio es un ejemplo de ello.

El Papa no es imprudente, como algunos se han precipitado a calificar. El Papa sabe lo que dice y lo que hace. Actúa como los grandes profetas de la antigüedad, con gestos y palabras, para que llegue a los confines del mundo la misericordia y la potencia del Evangelio. Es necesaria una gran valentía para actuar así y ser un hombre de Dios. ¿Qué está produciendo desconcierto? Bendito sea este desconcierto si gracias a él nos desprendemos de las ideologías y nos disponemos a predicar el Evangelio en las filas de Pedro, digo de Francisco.

Dios os bendiga siempre.

Montse Sanmartí
Joan Carreras del Rincón