12 de diciembre de 2013

LA VIDA, EL VALOR SUPREMO

Dios nace en cada niño
No parece que a una vida se le dé gran importancia en estos momentos. Se pierden muchas voluntariamente cada instante, no ya al día. Quizás, ahora, hay muchas vidas que se apagan y el mundo se viste de luces, mercantilismos y algarabía. ¿Qué ocurre? ¿Qué nos pasa? ¿Qué celebramos?

Ante tales acontecimientos descubro que el mundo no ha cambiado mucho, porque son muchos los hombres que no han cambiado. No basta con que cambien unos cuantos, nuestro Padre Dios necesita que cambien todos y de no ser así vendrá Él a poner cada cosa en su lugar.

Continúan existiendo muchos Herodes. Él, el primero, mató a muchos niños por miedo a perder su trono. No estaba dispuesto a compartirlo con nadie, y menos esperar que un simple niño le amenazara con quitárselo. Solución, matar a todos para estar seguro que Él, el nacido como nuevo Rey, muriera también. No contaba con el auxilio del Padre Dios y la pronta y total obediencia de José y María en salir prestos hacia Egipto.

Son los Herodes de hoy, que como aquel del pasado, buscan la felicidad y la gloria en sus riquezas, en sus privilegios, en sus placeres y, sobre todo, en su poder. Y no dudan en hacer lo que sea para salvar sus egoísmos: matan y asesinan bajo las apariencias de salvar a la humanidad. Se esconden en la mentira y en la falsedad. Compran las voluntades de los más pobres e ignorantes, y dispersan las ovejas para atacarlas en la soledad, en la oscuridad y debilidad de la noche.

Sin embargo, los falsos profetas y nuevos Herodes de hoy si cuentan con la colaboración de muchos padres y madres que se someten a asesinar a sus hijos. No les importan que se pierdan y mueran a manos de lobos hambrientos de poder y codicia. Poderes caducos que tienen etiquetado un fin. Inteligencias cegadas por las aparentes luces de felicidad caduca que este mundo les ofrece. Necios que cierran sus ojos ante la verdadera Luz que les da sentido y eternidad.

Pero Jesús si está dispuesto a luchar y morir por tu vida. Tanto es así que, perdida y en peligro, deja a las noventa y nueve a buen recaudo y arriesga y ofrece su Vida por la tuya. Encontrada, te carga sobre sus hombros y te lleva, salvada, a buen recaudo. 

Realmente, ese sí que es un Profeta, el único y buen Profeta que da la vida por sus ovejas.

Salvador Pérez Alayón
Blog: de Dodim a Agapé