Pasada la Navidad y las fiestas que la rodean empezamos un nuevo año aunque llevemos caminado unos días desde que finalizara el anterior.
Pienso que el día 7 de enero se ajusta más a realidad de percepción de nuevo año que el 1 en el que todo es fiesta y cierta algarabía.
Ahora nos queda por delante un nuevo año lleno de expectativas, de trabajo, de ilusiones y también, si Dios así lo quiere, de decepciones y algunas tristezas. Todo forma parte de la vida y es bueno que así suceda.
Hace muchos años me interesé por un tema que para mí era primordial: “La espiritualidad en el trabajo”. Leí varios documentos, libros que trataban y desgranaban este tema y todos venían a decir que es bueno llevar esa espiritualidad a los círculos más íntimos, cercanos y el trabajo así está considerado.
Es ejercer tu misión apostólica y evangelizadora en un medio no siempre afín y cercano para las cosas de Dios. No olvidemos que en tu medio laboral pueden haber ateos, agnósticos o creyentes de otras religiones e incluso filosofías.
Por mi trabajo en el sector público, es decir, la Administración me aconsejaban algunos compañeros que fuera muy cuidadoso a la hora de exponer claramente mi fe y mis creencias a lo que siempre respondía que si lo hacía con respeto ninguna clase de mal estaría haciendo.
En mi mesa la adornan una pequeña cruz con una hoja de los olivos milenarios del Huerto de Getsemaní, una foto de mi mujer y otra de mi ingreso en la Real y Benemérita Institución de los Caballeros Hospitalarios, un pisapapeles con el escudo de la Asociación Católica de Propagandistas que me regalara su anterior presidente y mejor amigo, Alfredo Dagnino Guerra y encima del ordenador una sencilla cruz de madera. Preside mi despacho una foto de la Esperanza Macarena de Sevilla como un pequeño cuadro de los Titulares de mi Hermandad de los Afligidos de San Fernando. En mi lugar de trabajo Dios está presente siempre en signos visibles e invisibles y con ello ya estoy colaborando a crear un espiritu envolvente de lo que es la espiritualidad en el trabajo.
Os voy hacer partícipes de una idea que se convirtió en una feliz realidad y que lleva más de catorce años haciéndose todos los días laborables.
Pensé, hace tantos años ya, que podría enviar un mensaje, una meditación, unas palabras reflexivas a un grupo determinado de compañeros para así de esa forma ejercer mi particular evangelización en mi ámbito laboral. Estas meditaciones, cientos ya, están recogidas de libros, documentos, algunas que vienen a mi poder de la manera más insospechada así como algunas propias.
Es el hermano mayor, el precedente más íntimo donde la difusión es más limitada de las reflexiones diarias que realizo todas las mañanas en facebook, que son al cien por cien de mi autoría, y que se encuadran más tarde en reflexionesdesdeeltren.blogspot.com.
Las envío por medio correo electrónico interno al grupo que tengo preestablecido, y que cada vez son más los que me piden el recibirlas, con el nombre de “Para meditar”. De lunes a viernes ciento y pico compañeros reciben una meditación que tiene como misión principal el reflexionar hasta cuestionarse cosas en sus vidas para que les pueda ayudar. Todas son diferentes e incluso se cambia el tipo de fuente, el tamaño o el color. Siempre es una pequeña meditación y siempre es diferente.
Así de esta manera Dios está presente en mi vida laboral y debo decir que son también muchos los compañeros los que me cuentan y desahogan conmigo en muchos aspectos prevaleciendo lo personal e íntimo a lo eminentemente profesional. Dios utiliza sus resortes para hacer felices y dar tranquilidad a los demás e incluso a los que dicen no creer en Él.
La espiritualidad en el trabajo, si se quiere, se puede hacer y es una forma de llevar a Dios a todos, es una inmejorable fórmula para seguir evangelizando en un ámbito más cercano, íntimo, comprometedor. Y tú, ¿Te atreves? ¡Hazlo y no te arrepentirás!
Día a día durante más de 14 años ciento cincuenta compañeros reciben a diario un correo que les hace pensar y que les sirve “Para meditar”.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios te bendiga.
Jesús Rodríguez Arias