San
Mateo dice que a la muerte de Cristo “se abrieron los sepulcros y muchos
cuerpos de los santos difuntos resucitaron y salieron de sus sepulcros después
de la resurrección de él, y entraron en la ciudad santa y se aparecieron a
muchos” (Mt 27,53). La mayoría de Santos Padres, exégetas y teólogos y
tratadistas josefinos lo interpretan de una resurrección corporal, como la de
Lázaro. Algunos opinan que no fue una resurrección real sino sólo en especie
corporal. Unos opinan que resucitaron para no volver a morir, otros en cambio,
que volvieron a morir.
Sea lo que sea de ese tema, por lo que se refiere a San
José, la inmensa mayoría de los autores josefinos y algunos santos están de
acuerdo que la resurrección de San José se culmina con su asunción a los cielos
en cuerpo y alma. Gersón (+ 1429) el gran devoto y tratadista josefino y quizás
el primero, no se atreve a afirmarlo:
“Piense, pues, el alma piadosa si no es el justo José uno de ellos (los que
resucitaron después de la resurrección de Jesús) y se apareció a María, su
castísima esposa, la consoló y finalmente subió al cielo juntamente con Cristo
en su ascensión. Glorificado, sin duda, en el alma, si también en el cuerpo no
lo sé, Dios lo sabe” (Sermón e la
natividad, Consd. tercera, al fin).
Sin embargo, San Bernardino de Sena
(+ 1444) lo afirma claramente: “Piadosamente se ha de creer, pero no asegurar,
que el piadosísimo Hijo de Dios, Jesús, honrase con igual privilegio que a su
santísima Madre, a su padre putativo; de
modo que como a esta la subió al cielo
gloriosa en cuerpo y alma, así también el día de su resurrección unió consigo
al santísimo José en la gloria de la resurrección; para que como aquella santa
Familia – Cristo, la Virgen y José- vivió
junta en la laboriosa vida y en gracia amorosa, así ahora en la gloria feliz
reine con el cuerpo y alma en los cielos”(Sermon de S. Joseph, a. 3) Y después se impone unánimemente como creencia piadosa,
no como dogma de fe, que San José este en cuerpo y alma en el cielo junto con
Jesús y María, aunque no aparezca explícitamente en las Escrituras ni en los Santos
Padres, como tampoco aparece la Asunción de María.
Es también la opinión piadosa de San
Francisco de Sales:”¿Qué nos queda ya que decir sino que no debemos dudar ni en
un punto que este glorioso santo tenga gran valimiento con aquel que lo
magnificó hasta llevárselo consigo en cuerpo y alma al cielo?...Si es verdad lo
que debemos creer que en virtud del Santísimo Sacramento que recibimos en
nuestros corazones, nuestros cuerpos resucitarán en el día del juicio Cómo
podemos dudar que nuestro Señor haría subir consigo al cielo en cuerpo y alma
al glorioso San José, que mereció la honra y la gracia de llevar con tanta
frecuencia en sus benditos brazos a Jesús que en ellos tanto se complacía?
¡Cuántos besos le dio tiernísimamente con su boca bendita para recompensar en
algún modo sus trabajos! Luego, sin duda ninguna, San José está en el cielo en
cuerpo y alma”.(Sermón de San José. BAC,
1953, n.109, p.351-52
Podía multiplicar los textos sobre
esta gloria de san José. Quiero solamente citar un autor y teólogo moderno, el
P. Bonifacio Llamera, O.P. Aduce 8 razones a favor de esta piadosa sentencia,
la ultima es esta: Parece razonable que la Familia Sagrada, integrada por
Jesús, María y José, predestinada a iniciar la nueva vida divina del linaje
humano con anterioridad a todos los demás cristianos, inicie también la vida
gloriosa de la resurrección con anterioridad a todos los demás. Verdad es que
Jesús y María son muy superiores a San José, pero esa superioridad no obstó
para que el Santo Patriarca perteneciera
a la Sagrada Familia y con nexo tan entrañable como el esponsal y paternal. No
parece, pues, que estando ya resucitado Jesús, esté sin resucitar su padre, y
estando ya resucitada María, esté sin resucitar su dignísimo esposo”. En
conclusión, “podemos, por tanto, creer que San José, nuestro amantísimo
Patriarca, ha triunfado ya en cuerpo y alma, gozando como todos lo otros santos
y de un modo absoluto, de la vida del alma, y también de la vidas del cuerpo,
que a él principalmente le es debida, en la divina e inseparable compañía de
Jesús y de María” (La teología e San
José, p. II, c. 6 p. 306; BAC 1953)
San José pertenece al orden
hipostático, es decir, el orden de la
comunicación de Dios a la criatura humana mediante la Encarnación del Verbo, de
su Hijo en el seno de la Virgen María, ese orden supremo de gracia en el que la
bondad de Dios se puede comunicar a los hombres, muy superior al orden de la
gracia sobrenatural en el que se mueven todos los demás cristianos y santos. A
este orden sublime y maravilloso de comunicación de Dios sólo pertenecen Jesús,
la virgen María y San José, que ocupa el grado ínfimo, pero muy superior al de
todos los santos por ser de un orden muy superior. San José pertenece al orden
hipostático por el consentimiento que dio a Dios, cuando “le llamó nuevamente a
este amor esponsal” (RC 19) de tomar a María su mujer en su casa, en cuyo matrimonio debía nacer Jesús, y por su paternidad sobre Jesús, en fuerza de
este matrimonio. Que San José está incluido en le decreto divino de la
Encarnación el Verbo, ya que en él no sólo esta incluido lo que ha de
realizarse en el tiempo sino el modo y orden de su ejecución, en palabras de
San Tomás.
Según este principio y doctrina es
conveniente, coherente y lógico y acorde a los modos de Dios que San José este
en cuerpo y alma en el cielo junto con María, su esposa y Jesús, su hijo. Sería
feo que faltase él.
Millones
de devotos de San José gozan y disfrutan pensando y viendo a su santo y querido
Padre, Señor y Patrono en el cielo en cuerpo y alma en toda su gloria singular
y esplendor junto a María, su esposa y su hijo Jesús, de quien no cesa de alcanzar gracias y
bendiciones con sus ruegos incesantes, que para Jesús las peticiones de su Padre
son mandatos.