Para
el Papa San Juan XXIII san José es el siervo fidelísimo a quien el Señor confió
la custodia de sus mejores tesoros: Jesús y María, a quien nombro ministro de
su casa y custodio de todas sus posesiones (Gen 39.4-5). El siervo fiel y
prudente que jamás falló en lo que el Señor esperaba de él. “Durante su vida,
que fue una peregrinación en la fe, -dice el Papa San Juan Pablo II- José, al
igual que María, permaneció file a la llamada de Dios hasta el final” (RC 17).
Así
le ve también el Papa San Juan XXIII. Destaca esta fidelidad con estas palabras
en sus Apuntes: “El siervo fiel será colmado de bendiciones (Pro 28,20) Estas
palabras de los Proverbios la Iglesia las aplica a san José. La fidelidad es la
contención de pensamientos y afectos superiores ante todo asalto... Como le
pasa a José con María también y especialmente en la angustiosa duda…etc
Sabiduría y bondad de su comportamiento.
La
fidelidad es contraria a la precipitación. Proceder con cautela antes de
dejarse mover de la fidelidad y poner las leyes de la caridad antes de nada.
Aplicaciones prácticas a las relaciones particulares entre personas y personas,
esposos, amigos, trabajadores, etc.
Otro
pensamiento. La fidelidad de san José a María es un grande ejemplo de nuestra
fidelidad y amor a la dulce Madre
Podemos
decir que la fidelidad en su cotidiana devoción a san José al Papa Juan XXIII
la descubrió claramente cuando todavía delegado pontificio en Turquía y Grecia
(1944) escribe así a su sobrina Josefina: “Ahora pongámonos ante la vida
interior…Tú y yo estamos bajo la especial protección de san José, que es el
principal protector de la vida interior. ¡Oh, como es suave el perfume de San
José en el jardín de la Iglesia! San José es una flor que no se ve, tanto se
esconde y huye de la vista… pero su fragancia se derrama por todas partes y
hace decir: Aquí está san José. Quiera Dios que se pudiera decir de nosotros
esto: santificarse y santificar en humildad y escondimiento”
Aquí,
podemos decir, está resumida toda la espiritualidad del Papa San Juan XXIII,
esconderse y huir de la vista de los demás para derramar por todas partes
silenciosamente la fragancia de la santidad, como san José. Santificarse para
santificar.
Este
modo de entender la fidelidad, profundamente radicada en un ininterrumpido y
serio empeño de vida interior lo vemos expresado en estas palabras: “Alguien
para complacerme me habla de púrpura. No me interesa nada. Repito lo que he
escrito en otra parte. Cuando no me viniese, como puede suceder, lo tendré como
una señal de predestinación y daré gracias a Dios. Por lo demás, reprenderá, a
su vuelta a París, mi vida ordinaria sin manías, sino con fidelidad absoluta a
mi deber, al servicio del santo Padre, con atención, con caridad, con paciencia,
con íntima unión con Jesús, mi rey, mi maestro, con María mi dulce Madre y con
san José, mi caro amigo, ejemplar protector”(Diario del alma), Ya el 19 de
marzo de 1903 le decía a San José: ¡Qué dulce, tranquilo, suave, sereno es el
pensamiento de san José! y le pedía: En medio de mi persistente desgana le he
pedido una cosa: el verdadero espíritu de la vida interior” Diario del alma.
Y
comentando esta fidelidad a la Iglesia, no buscando su honor, añade. ¡Que el
Corazón de Jesús, la Virgen bendita y san José, patrono de los diplomáticos y
mi especial luz e inspiración, junto con todos los santos protectores de
Francia, me valgan de ayuda, consuelo, bendición” (Diario del alma)
Hablando
de la fidelidad de san José en la custodia de Jesús escribe: “El que guarda a
su Señor, será glorificado (Pro 27,18). Así prosigue el libro de los Proverbios
y así prosigue la Iglesia en su alabanza a san José. Su fidelidad en la
custodia de Jesús, el sagrado depósito a él confiado por el cielo. Razones para
dudar o debilitarse en su fidelidad: el silencio de los hombres en torno a
Jesús, los dolores, las persecuciones…
Sea
igual nuestra fidelidad a nuestro rey, Jesucristo. También ante las mofas, los
abandonos y desprecios. Él es siempre Dios, el Vencedor. Seamos fieles en la
custodia de la divina imagen en nosotros, en nuestros pensamientos, afectos y
obras en las familias, en la sociedad y confiemos en la protección válida de
san José, un custodio fiel y una defensa válida.” (Apuntes). Sí, san José es el
siervo fidelísimo y prudente que no faltó en nada en la custodia de Jesús y
María para llevar a cabo la obra de la redención. Siempre fiel a la misión
salvadora que el Señor le encomendó.
P.
Román Llamas ocd