Dentro del tiempo entre estos dos
actos, José descubre que su esposa, María, espera un hijo y entra en una noche
oscura y dolorosa. Dice San Juan de la Cruz que cuando uno está más tranquilo,
gozando de Dios, de repente por una circunstancia exterior se ve metido en una
noche oscura terrible. Una noche en la que Dios envía tempestades y trabajos
interiores, escrúpulos y perplejidades intrincadas (1N 14,3-5) Algo así le
debió suceder a san José, el esposo que vivía en paz y alegría, en su trabajo
de carpintero, esperando la fecha y la hora de llevar a María, su esposa, a su casa, y de repente aparece esta
embarazada sin saber él nada.
En esta noche oscura se trata de una
acción de Dios, que es sabiduría amorosa de Dios, por la que purifica, ilumina
y engrandece al alma, para unirla más estrechamente con él en amor; es la misma
acción que purifica los espíritus bienaventurados, iluminándolos (2N 5,1).
En esta noche oscura san José se
encuentra solo ante el misterio del embarazo de su esposa, María. Y no debe
extrañarnos nada esta soledad, pues Jesucristo, el Hijo de Dios, se encontró
más solo que la una en el momento de su muerte, pues hasta siente en ese
momento supremo de su existencia el abandono de su Padre. Algo parecido le pasó
a santa Teresa de Jesús, la mayor devota de san José. Cuenta de sí misma que
cuando la fundación del primer convento de san José de Ávila estaba envuelta en
un gozo inefable, tanto “que estuve con tan gran contento que estaba como fuera
de mí”... Y a las tres o cuatro horas, de improviso, se siente metida en una
noche oscura terrible que describe con pormenores en su Vida... La revolvió el
demonio con una batalla espiritual: que si había sido mal hecho, que si había
obrado contra obediencia, que si les había de faltar de comer, que si había
sido un disparate, que cómo quería encerrarme en casa tan estrecha y con tantas
enfermedades, dejar casa tan grande y deleitosa y tantas amigas…y, además, una
aflicción y oscuridad y tinieblas en el alma que yo no lo sé
encarecer….paréceme estaba con una congoja como quien está en agonía de muerte.
Estando en esta agonía le dio el Señor un rayo de luz para ver que era demonio
y para entender la verdad y volvió el gozo (V 36,6-9).
En esta sensación de estar solo ante
el misterio del embarazo de María, lo único que le queda es la confianza en el
Señor y pedirle que solucione él el problema. Y, sin duda se lo pide con mucha
fe e insistencia. Él ha leído en la sagrada Escritura el relato del rey Josías,
el rey piadoso y fiel de Israel, donde se narra que estaba afligidísimo,
cercados de sus enemigos y poniéndose en oración, decía al Señor: Cuando no
sabemos lo que tenemos que hacer, esto solo nos queda: dirigir los ojos a ti
(2Cró 20,12). Él ha leído en los salmos, y lo ha meditado más de una vez que a
los que confían en el Señor los envuelve la misericordia (Sal 32,10), que
cuando los justos gritan, Yahvé los oye y los libra de todas sus angustias (Sal
34,18), que el que espera en ti, Señor, no será confundido (Sal 25,3), que como
un padre siente ternura por sus hijos, así Yahvé siente ternura por sus fieles
(sal 103,13), que la benignidad de Yahvé dura de eternidad en eternidad y su
salvación sobre los hijos de los hijos (Sal 103,17), que bueno es Yahvé con
todos, su ternura sobre sus obras (Sal 145,9), que cerca está el Señor de todos
los que le invocan, de todos los que le invocan con confianza (Sal 145, 18)
para librarlos de todas sus angustias, que Yahvé escucha el grito de los que le
temen y los salva (Sal 145,19)
San José, en esta noche
oscura y dolorosa, con una angustia mortal, piensa mil pensamientos, piensa en
dejarla secretamente y este pensamiento al “tener el corazón tan hecho uno con
ella, haberla de dejar era arrancársele las entrañas y partírsele el corazón”
(San Juan de Ávila). Por eso pide insistentemente al Señor que no tenga que
dejarla Y estando en estos pensamientos, en sueños manda el Señor a su ángel a
solucionar su problema .Se le apareció el ángel en sueños y le dijo: “José,
hijo de David, no temas tomar a María, tu mujer, en tu casa, porque lo que hay
en ella es del Espíritu Santo” (Mt 1,20). Con estas palabras, dice San Juan
Pablo II san José es llamado de nuevo a este amor esponsal con María, a
celebrar con gran fiesta y alegría la ceremonia de una boda definitiva. El gozo
de san José, al no tener que dejar a María, su esposa fue, sin duda intimísimo
y desbordante en su interior.
P.
Román Llamas, ocd