Santa Teresa, para quien la oración
es la puerta para entrar en el Castillo interior y para las grandes mercedes de Dios (V 8,8), y que
sabe el demonio que alma que tenga con perseverancia esa oración la tiene
perdida (V 10,4), y que muchas veces faltaba al Señor por no ir arrimada a esta
fuerte columna de la oración (V 8,1) y que la oración es adonde el Señor da luz
para ver verdades F 8,9), sabe que San José es Maestro de oración y esto lo
sabe desde su propia experiencia: “no diré cosa que no la haya experimentado
mucho” (V18,8). San José no solo le ha enseñado de pasada la oración sino día a
día. Ha sido una enseñanza larga. Le ha enseñado su trato de amistad y amor,
tratando muchas veces a solas con su Hijo y con su esposa María.
Sabemos por lo que ella misma nos
narra lo trabajosa que fue esta enseñanza (V 4,7-9) “Ahora me parece que
procuró el Señor que no hallase quien me enseñase, porque fuera imposible –me
parece- perseverar diez y ocho años que
pasé este trabajo, y en estos, grandes sequedades por no poder –como digo- discurrir. En todos estos, si no era acabando
de comulgar, jamás osaba comenzar a tener oración sin un libro, que tanto temía
mi alma estar sin él en oración, como si con mucha gente fuera a pelear” (V
4,9).
En el capítulo 6 de la Vida, el
capítulo josefino por excelencia de santa Teresa, después de recordar que el Santo que ayuda en
todas las necesidades de alma y de cuerpo, que no se acuerda haberle pedido
cosa que no se la haya concedido, que es cosa que espanta las grandes mercedes
que Dios le ha echo por medio de este bienaventurado Santo, y pedir por amor de
Dios que lo pruebe quien no le creyere y verá por experiencia el gran bien que
es el encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción. Inmediatamente
después sigue: “En especial personas de oración le habían de ser aficionadas…Quien
no hallare maestro que le enseñe oración tome a este glorioso santo por maestro
y no errara en el camino” (V 6,6). Santa Teresa es persona de oración si las ha
habido, y aficionadísima a san José, como lo vemos por toda su vida, y no hubiera
sido fiel a sus principios al recomendar a tomar a san José por maestro de
oración si no hubiera tomado ella, pues habla desde su propia experiencia. Si
recomienda con tanto calor la devoción a
san José, es porque ella es una grandísima devota del santo Patriarca y ha
experimentado siempre su ayuda cuando ha acudido a él. Y si recomienda a las
personas de oración que tomen a san José por maestro para no errar en el camino
es porque ella lo ha experimentado como maestro de oración.
Santa
Teresa dice: “Quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome a san José por
maestro y no errará en el camino”. Es ella la que no lo ha encontrado “porque yo no hallé maestro
–digo confesor- que me entendiese,
aunque lo busqué” V 4,7) “ahora me parece que me proveyó el Señor que yo no
hallase quien me enseñase” (V 4,9). Y se sirvió de libros como ayuda en la
oración, como el libro de El tercer abecedario del franciscano Francisco de
Osuna, que le regaló su tío Pedro, cuando estuvo un tiempo con él en Ortigosa
(V 4,7), que trata de enseñar la oración de recogimiento, y otros libros. San
José es su maestro que le enseña por los
libros y también directamente.