Ser madre no es tarea fácil. La experiencia nos dice que el rol más difícil es ser madre y también padre. Pero hablemos hoy de la madre. A ser madre no se aprende en el colegio ni tampoco en la universidad. Se va aprendiendo por contagio, por testimonio y por el esfuerzo de imitar. Pero la madre siempre busca el bien del hijo, y tiene que saber distinguir el bien del mal.
La historia nos habla de buenas maderes, pero también de malas madres. Por lo tano, no es nada fácil, ser madre, pero, sobre todo, ser buena madre.
Y si ser madre no es tarea fácil, que dejamos para ser la elegida como Madre de Dios. Ese ha de ser el papel más difícil para una madre. Ser Madre de Dios tendrá que ser la más grande aspiración de una madre. Y recaer en ella esa elección tiene que significar que ya era grande antes de ser elegida. Quizás por eso, el Padre se fija y la llena de Gracia. Acaba su obra para nombrarla Madre de su Hijo, encarnado en una naturaleza humana y concebido en el vientre, por obra del Espíritu Santo, de la Virgen, la Madre, María, la mujer inmaculada sin pecado original.
Y eso se comprende desde el misterio y el poder de Dios. Porque no iba a nacer su Hijo de una mujer manchada por el pecado original. Nadie desea ni elige algo sucio o herido para ser la madre de su hijo. Todos buscamos lo mejor para nuestros hijos. Lo decíamos al principio, buscar el bien, lo bueno, lo sin pecado, lo legal, lo inmaculado y perfecto es lo que todos deseamos para nuestra madre e hijos.
Por lo tanto, es comprensible y de sentido común que María fue adornada y llena de Gracia por Dios para que cumpliera perfectamente el papel de ser la Madre de su Hijo. La maternidad divina, dogma de fe.
Ahora, por la misma razón que muchos nos negamos a la llamada que Dios nos hace y quiere de nosotros, María, como mujer y persona humana podía negarse a ser la Madre de Jesús. Podía resistirse ante el deseo y el ego de satisfacer sus proyectos y planes con José. Podía desconfiar y sentir miedo como los apóstoles ante la misión y aventura de arriesgarse a ser la Madre del Hijo de Dios. Podía, como igual le ocurrió a José. Pero el resultado y la decisión última fue que María dijo “Sí”, y se ofreció olvidándose de sí misma, para darse, en el Hijo de Dios, a los demás. Porque el objetivo final era ser corredentora como Madre en su Hijo Jesús, el Mesías que venía a salvar al hombre de la esclavitud del pecado.
María es camino y testimonio para todas las madres. En ella pueden buscar luz y sentido la vocación de la mujer, porque en ella están todas las virtudes de la misión femenina y del papel que las madres están destinadas a realizar. Porque la Vida empieza en ti, María. Sí, la Verdadera Vida, y como mujer señalas el camino para todas las mujeres de ser fuentes de vida para el mundo.
Cuánto te debemos, María, por tu Fiat y tu confianza puesta en el Poder del Señor, y tu actitud de disponibilidad para dejar que el Espíritu haga en ti En ti empieza la redención, porque de ti, de tu encarnación nace la salvación del hombre. Gracias María, Madre de Dios.
Salvador Pérez Alayón