CONTINUACIÓN....
......Le dio grandísima luz en las visiones imaginarias e intelectuales. “Me dio luz en todo y me lo declaró y me dijo que no tuviese pena, sino que alabase a Dios y estuviese tan cierta que era espíritu suyo, que si no era la fe, cosa más verdadera no podía haber y que tanto pudiese creer” (V 30,5)
......Le dio grandísima luz en las visiones imaginarias e intelectuales. “Me dio luz en todo y me lo declaró y me dijo que no tuviese pena, sino que alabase a Dios y estuviese tan cierta que era espíritu suyo, que si no era la fe, cosa más verdadera no podía haber y que tanto pudiese creer” (V 30,5)
“Dejóme
con grandísimo consuelo y contento… Con todo quedé muy consolada” … y sigue el
texto que citamos al principio (V 30,7).
Leyendo
el texto lo primero que notamos es el contento y consolación que reina en el
corazón de santa Teresa: grandísimo contento, muy consolada, Las expresiones de
alegría le brotan del corazón como un surtidor. Ni lo puede ni lo quiere
disimular. Haber encontrado a un hombre a un santo de la categoría de san Pedro
de Alcántara que le entiende desde el principio por experiencia propia no puede
por menos de considerarlo como una gracia muy singular que le origina y
ocasiona una profundísima e inmensa alegría que se traducen en una acción de
gracias muy efusiva que no puede interrumpir. No se hartaba de dar gracias por
ella. El verbo hartar tiene un significado especial en este contexto. Al
experimentar tan inmensa gracia no se harta de dar gracias y cuanto más la goza
y disfruta más se derrama en acción de gracias. Podemos imaginarnos las
expresiones y sentimientos que brotaban de su corazón, un corazón tan sensible
y agradecido, un corazón tan inmenso como las arenas de las playas marinas,
como se canta en la liturgia de la fiesta de su Transverberación. Si al hablar
del conocimiento de la multitud de las misericordias y grandezas de Dios y de
su miseria, exclama:”Aquí es el deshacerse de veras y conocer vuestras
grandezas; aquí el no osar alzar los ojos; aquí el levantarlos para conocer lo
que os debe; aquí se hace devota de la
Reina del cielo para que os aplaque;
aquí invoca a los santos que cayeron después de haberlos Vos llamado;
para que la ayuden; aquí es el parecer
que todo le viene ancho lo que le dáis, porque ve que no merece la tierra que
pisa; el acudir a los sacramentos; la fe viva que aquí le queda de ver la virtud que Dios en
ellos puso; el alabaros porque dejasteis
tal medicina y ungüento para nuestras llagas, que no las sobresana sino que del
todo las quita,. Estanse de esto” (V 19, 5), ¿que exclamaciones no brotarían de
su corazón lleno totalmente de alegría contento y consuelo?
No
se hartaba de dar gracias a Dios porque es el origen y la fuente inagotable de
todas las gracias y maravillas que él hace, origen y fuente de todo grandísimo
contento y consuelo. No se hartaba de dar gracias al glorioso padre mío san
José. ¡Qué sentimiento de inmensa ternura, cordialidad, piedad y amor en esta
expresión: glorioso padre mío! No solo es mi Padre y Señor san José, es Padre
mío. ¡Que carga de intimísima y tiernísima y confiadísima filiación para con
él! ¡Es algo tan vital, tan personalísimo que no es fácil captar todo el
contenido que encierra de gozo y alegría, de confianza, de entrega de comunión
intimísima, de amor! Dentro de la larguísima trayectoria josefina de santa
Teresa en su vida, este es un caso tan circunstancial que habría que saber cómo
y cuanto era el contento que le bailaba en el corazón. Ella habla de
“grandísimo consuelo y contento” de “muy consolada” para pode comprender todo
el valor de ese no hartarse de dar gracias a Dios a al Padre mío san José.
Para
Santa Teresa es el padre mío san José quien le llevó a Ávila a san Pedro de
Alcántara para poder tener con él muchas entrevistas y comunicaciones que tan
consolada la dejaron. Padeció durante mucho tiempo porque no encontró en Ávila
nadie que le entendiese y le rogaba mucho al Padre mío san José para que
remediase esa situación y le trajo a san Pedro “me parecía él lo había traído”
y aduce una motivación, porque era el Comisario General de la Custodia de san
José de los Franciscanos. Se lo trajo san José a quien se le encomendaba mucho
“y a nuestra Señora”. otra vez san José unido a la Virgen María, su esposa.
Otra vez san José alineado a la Virgen María, en el mismo orden de la unión hipostática.
No, san José para santa Teresa no está en la línea y en orden de los demás
santos, sino que forma categoría aparte con María y con Jesús, por eso es mayor
que el más santo de los otros santos, aunque sea el Bautista o los apóstoles Es
como el sol entre las estrellas, es santísimo, purísimo, semejantísimo a María,
su esposa, siempre unido a ella. Así lo ve santa Teresa. De uno y de otra
afirma que jamás dejaron de darle lo que les pedía. De la Virgen afirma cuando
la tomó por mare suya a la muerte de su madre natural, que “conocidamente he
hallado a esta Virgen soberana en cuanto me he encomendado a ella.” (V 1,7), es
decir, La Virgen María no le ha negado nada de lo que le ha pedido. De san José
son conocidos los textos en los que afirma esto mismo. “no me acuerdo hasta
ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer”, “a este glorioso santo
tengo experiencia que socorre en todas las necesidades” (V 6,6), “paréceme ha
algunos años que cada año en su día le pido una cosa y siempre la veo cumplida”
(V6,7). San José y la Virgen María, su esposa, son únicos. Solo ellos ayudan en
todas las necesidades de cuerpo y alma, solo ellos pertenecen al orden
hipostático, el orden de la gracia salvadora y redentora de Cristo Jesús al que
asoció a su Madre María y a su Padre san José.
Si
san Teresa pedía mucho al Padre mío san José y a la Virgen María, su esposa,
nuestra Señora que le enviase a alguno que le entendiese por experiencia, ¿cómo
no se lo iba a enviar si uno y otra nunca le negaron nada de lo que les pedía?
P. Román Llamas, ocd