El texto reza así. “Con todo, quedé-como digo-
muy consolada, no me hartaba de dar gracias a Dios y al glorioso padre mío san
José, que me pareció le había él traído, porque era Comisario general de la
Custodia de san José, a quien yo mucho me encomendaba, y a nuestra Señora” (V
30,7).
Estamos
en el año 1560 a los cuarenta y cinco años de edad de la Santa. A pesar de
estar ya la Santa en la madurez de su vida espiritual, a pesar de haber tenido
ya la conversión definitiva d su vida ante la visión de un Cristo muy llagado
(V 9, 1) y, aunque nos ha dicho en el capítulo 23 que retoma su vida. “Es otro
libro nuevo de aquí adelante, digo otra vida nueva, La de hasta aquí era mía.
La que he vivido desde que comencé a declarar estas cosas de oración, es que
vivía Dios en mí, a lo que me parecía… Sea el Señor alabado, que me libró de
mí” (V 23,1). A pesar de todo esto en el capítulo 30 de la Vida nos encontramos
confesiones como estas: Que no podía hacer
nadad para no tener estos ímpetus tan
grandes; experimentar tan excesiva pena espiritual y con tan grandísimo gusto;
ver que nadie la entendía y en toda la ciudad no había nadie que me entendiese
y que uno de los mayores trabajos que en
la tierra había padecido es la
contradicción de los buenos, cuando le dijeron el sacerdote Daza y el caballero
santo Francisco de Salcedo que todo lo que le pasaba en visiones era cosa del
diablo.(Ver V 30,1-6).
En
el mes de agosto de 1560 le trajo el Señor y su padre san José a san Pedro de Alcántara
a Ávila del 17 al 25 de ese mes. Se hospedó en casa d Dña. Guiomar de Ulloa.
Esta Señora pidió permiso al P. Provincial para que santa Teresa pudiera estar
esos ocho días en su casa, sin ella saber nada, y este se la concedió. Allí
pudo entrevistarse muchas veces la Santa con el santo Fray Pedro y también en
lagunas iglesia y ermitas. Según se expresa la Santa fue para ella una gracia
singularísima. Le dio cuenta de su vida y manera de proceder en la oración con
la mayor claridad que yo supe, que esto he tenido siempre: tratar con toda
claridad y verdad con los que comunico mi alma (hasta los primeros movimientos
querría yo les fuesen públicos…) así que sin doblez y encubierta le traté mi
alma” (V 30,4) Ya desde el principio se dio cuenta que la entendía por experiencia,
que era todo lo que yo había menester.........
P. Román Llamas, ocd