María es la primera, la llena de Gracia y Santidad por
excelencia. La primera criatura en cumplir la Voluntad del Padre a la
perfección. La Santa por excelencia y modelo para todos los santos. María es la
criatura que se abre a la acción del Espíritu Santo y guia al pueblo de Dios
por el camino que Ella ha recorrido al lado de su Hijo. María, la sencillez
humilde que nos descubre, paso a paso, la obra de Dios a través de su vida y su
donación y entrega en su Hijo y a los demás.
María, silencio y sumisión, apoyada en una fe ciega y dócil
que confía en la Palabra y Anuncio del Ángel Gabriel revelada y enviada por
mandato del Padre. María, la que no desconfía, la que simplemente obedece y la
que abandona todos sus proyectos para entregarse al que el Padre le propone.
María, donación de libertad, de confianza, de disponibilidad, de humildad, de
todo su ser para cumplimiento de la Voluntad del Padre.
No hay santo mayor que María. Ella es la Reina de los
santos, porque todos se fijan en ella y todos caminan a su cobijo, a sus
señales, a su testimonio y santidad. María, que cumple con la Voluntad del
Padre, que su Hijo, Jesús, ensalza en aquella ocasión cuando le anuncian que su
Madre y hermanos quieren verle. Y Él manifiesta que su Madre, hermanos y amigos
son los que cumplen la Voluntad del Padre (Mt 12, 46-50). María es la primera,
y por eso es la elegida, la llena de Gracia, la que el Señor está con ella.
Bendita es entre todas las mujeres, y bendito es el Fruto de tu vientre,
nuestro Señor Jesús.
María es la mujer más grande, la Inmaculada, la siempre
Virgen, la Madre de Dios. La Antorcha que alumbra el camino de la santidad,
como modelo y Madre, a todos los hombres, pero de manera especial a todos
aquellos, que sintiéndose hijos, tienden sus manos para que, tomados de ella,
les guíe por el camino de la santidad hacia su Hijo Jesús, nuestro Señor. El
Hijo de Dios Vivo.