María, la Madre de Dios, fue también niña. Y su corazón también pasó por la niñez, puro, sencillo, humilde y dócil. Pero María, dócil a la Voluntad de Dios, ha sabido mantenerse y perseverar en su Palabra y abrir su corazón a su Voluntad.
Diríamos, soltando nuestra imaginación, que, María, ha perseverado manteniéndose siempre como si de un corazón de niña se tratara. No ha dejado envejecer su corazón y lo ha sostenido siempre joven y fresco; tierno y suave; limpio y dispuesto a abrirse a la Voluntad del Creador. Así su Hijo, en una ocasión, lejos de menospreciarla, la ensalza por ser la primera que cumple la Voluntad del Padre.
María es la primera y por eso es la elegida para ser la Madre de Jesús, el Hijo de Dios. Inmaculada y limpia de todo pecado. María es también modelo, como los niños, para mantener nuestro corazón limpio y puro, lejos de toda contaminación y malas intenciones. Humilde y sencillo para aceptar la Voluntad de Dios.
Danos, Señor un corazón como María, a la que pedimos que interceda por nosotros y nos enseñe ese camino de sencillez y humildad que nos hace pequeños y dóciles como niños para, según la Voluntad de Dios, alcanzar el Reino de los Cielos. Amén.