Como ocurre en el pasaje bíblico del “casi” sacrificio de Isaac, en el que el cuchillo, a veces, tapa y no permite ver el brazo del ángel de Dios deteniendo a Abraham, también en el caso de Jonás y su libro, la ballena es tan acaparadora que parece que todo el libro sea eso y solo eso.
Jonás es llamado por Dios a predicar la conversión de los habitantes de Nínive. Y él, considerándolo “misión imposible”, se embarca en dirección contraria. Es decir, no cree que las fuerzas de Dios, su gracia, sea suficiente para obrar. O peor aún, ha contado solo con sus fuerzas y no con las de Dios. Algo similar a lo que aconteció con los discípulos ante la multitud hambrienta. No veían posible alimentar a todos. También ellos hicieron cálculos matemáticos al margen de la gracia multiplicadora de Dios.
Ya sabemos que el viaje de Jonás será tortuoso. Él es un profeta que huye de su vocación. Le depara el trayecto tormenta, incomprensiones, ser lanzado al mar, la enorme ballena que se lo traga y lo devuelve al tercer día (prefiguración de la Resurreción de Jesús)…
La historia nos narra que Jonás fue finalmente a Nínive, que predicó y que su predicación en nombre de Dios movió los corazones de los ninivitas hasta la conversión.
Pero… a Jonás todavía le quedaba por hacer trayecto en su conversión personal: se queja ante Dios de que este perdone fácilmente a los ninivitas. Hay en este cuadro mucho que nos recuerda al hijo mayor de la Parábola del Padre que ama y perdona (Parábola del Hijo Pródigo) o también a los diálogos entre Jesús y los fariseos.
Todos ellos -Jonás, el hijo mayor, los fariseos– se resisten a la misericordia de Dios hacia los demás. Se olvidan de todas las veces en que han sido ellos los perdonados. En el caso de Jonás se nos presenta tan evidente: recibe de Dios una nueva oportunidad (tras su huida) y, en cambio, no acepta que Dios se la conceda a los ninivitas.
Nos podemos y debemos preguntar sobre nuestra resistencia respecto de la misericordia de Dios con los demás: la famosa frase “eso no tiene perdón de Dios” no tiene nada de cristiana. Que no nos pase como a Jonás , que huía de ser profeta de Dios y en cambio usurpaba el lugar de juez de Dios. El perdón de Dios al hermano siempre ha de causarnos alegría.
QUIQUE FERNÁNDEZ