María, nuestra Madre, está ligada a la
vida, porque ella es la Vida misma. Entrega su seno a la Voluntad de Dios para
que la Vida se haga Luz que alumbre a los hombres y nazcan a la verdadera Vida
por el Bautismo. Bautismos que unos meses antes nacía, también en el seno de su
prima Isabel, el precursor que lo iba a proclamar.
María, que desde el principio se
constituye en defensora de la Vida que lleva dentro. Una Vida en peligro y
amenazada por las circunstancia de su nacimiento. Una Vida amenazada por el
repudio de José que, abierto a la Voluntad de Dios, no se produce. Una Vida en
constante protección ante las amenazas de Herodes y los peligros extremos que
suponía una migración a Egipto. María, vigía perseverante de la Vida de su
Hijo.
María, hoy, que también, como ocurrió en tu
época, mueren muchos niños en el vientre de sus madres, nacidos ya a la vida,
pero condenados por egoísmos e intereses hedonistas, volvemos la mirada hacia
ti, que supiste, junto a tu esposo José, evitar y superar todos los peligros y
amenazas que tendieron a tu Hijo, haz que también nosotros sepamos defender la
vida de muchos niños condenados a muerte.
María, que viviste con esperanza todos los
peligros por los que pasó Jesús. María, que soportaste todos los ataques e
intenciones que rodeaban la vida de tu Hijo, danos la fortaleza de que también
nosotros no desistamos y sigamos luchando por defender la vida. La vida que
nace en la familia y que en la misma se educa.
Madre, nuestra Virgen María, así como en
una oportunidad dijiste a los que te rodeaban: “Hagan lo que Él les diga”, (Jn
2,5), anímanos también ahora a nosotros para que injertados en tu Hijo le
sigamos y vivamos confiados haciendo y viviendo en su Voluntad. María, tú que fuiste
apoyo para todos aquellos que, quizás perdidos y desanimados, no sabían dónde ir
ni qué hacer, sed apoyo también ahora para nosotros, para que levantemos nuestra
voz en defensa de aquellos que, nacidos en el vientre de sus madres, sus vidas corren
peligro.