26 de noviembre de 2016

MARÍA, LA QUE ESCUCHA LA PALABRA DE DIOS

Uno de los fundamentos del saber es escuchar, porque por la escucha entra el conocimiento y la sabiduría. Todo saber ha sido previamente escuchado, rumiado y reflexionado. Bien exteriormente como interiormente. De ahí que, leer, conocer y, sobre todo, reflexionar y meditar son condiciones fundamentales para discernir bien lo que el Señor nos dice con su Palabra.

María es Madre de Dios porque escucha dócilmente su Palabra. Y la escucha interiormente como exteriormente. Pero, también, escucha la Palabra del Hijo, a quien prestó su vientre por Voluntad del Padre, para que se cumpliera su Voluntad: “Hágase en mí según su Palabra”.

María es la gran escuchante que se abre a la acción del Espíritu Santo, y que guarda silenciosamente todas sus dudas o tribulaciones en su corazón. Es la paciente que escucha y confía en el Señor. María se fía de la Palabra del Padre, y se abandona en su Voluntad. Aprendamos de María a saber escuchar. Aprendamos, escuchando a comprender y servir. Aprendamos, como María, a madurar en el silencio de nuestra escucha y a disponer nuestra actitud de entrega, servicio y amor. Pero, sobre todo, a esperar pacientemente a la acción del Espíritu que nos asiste e ilumina.

No se es madre ni padre si no se aprende a escuchar. Porque sólo aquel o aquella que escucha al prójimo, podrá también a aprender y a saber escuchar a Dios. Lo mismo ocurre con el amor. Si no amas al prójimo, ¿cómo vas a amar a Dios?

Descubramos la actitud de escucha de María, nuestra Madre, y como ella y de ella, aprendamos a saber escuchar y guardar en nuestro interior todas aquellas dudas, tribulaciones e interrogantes que, con la escucha paciente de la Palabra de Dios, y en el Espíritu Santo, se nos ilumina el corazón.

Pero no nos quedemos sólo en esa actitud de escucha, sino que, como hijos, pidamos su intercesión y su mediación para ser revestidos de esa actitud paciente y serena de escuchar y discernir los caminos de nuestra vida para recorrerlos tal y como la Palabra de Dios nos indica y sugiere. Cogidos de la mano y protegidos por su manto, caminemos junto a María, la Madre, para que nuestra escucha sea atenta, vigilante y perseverante.