María no sabía ni conocía el camino que Dios le había preparado. A la invitación del ángel, María responde con un sí decidido, valiente y comprometido, dispuesta a ser la morada de una nueva criatura que nace. ¡Qué hermosa la vida, y que grandeza ser la portadora de una nueva vida! Ser madre es una de las experiencias más hermosas e importantes de nuestra vida. Tener esa posibilidad, por la Gracia de Dios, es ser la semilla que brota y da vida. Una nueva vida para la eternidad. Una experiencia de darse para que otra vida nazca y viva para Gloria de Dios.
Pero, María, nos enseña a obedecer, a fiarse de Dios. Dice "Sí" sin saber nada más. No conoce los pasos que seguirán ese compromiso del Sí, pero se fía y obedece. Parémonos y reflexionemos: ¿Obedecemos también nosotros los mandatos de Dios? ¿Estamos dispuestos a continuar el camino que nos señala la Voluntad de Dios, obedientemente, a pesar de no entender nada? Esa fue la actitud de María y la que nos deja para nuestra enseñanza.
También, María, se enfrenta a la realidad de cada día. Y no se derrumba ante las diversas pruebas que se le presentan en su andar diario. Siguiendo la catequesis del Papa Francisco sobre María, entresacamos la fortaleza de la Virgen ante la adversidad y los interrogantes que se le presentan. No se deprime cuando los acontecimientos parecen no ir por el camino correcto. Ni tampoco se desespera y, eso sí, escucha y se llena de esperanza. En lo más profundo de su ser encuentra la confianza y la fe en Dios. ¿Buscamos nosotros esa confianza y esa fe? ¿Nos sostenemos en la esperanza de la escucha a la Palabra de Dios?
Diríamos que María va aceptando su camino y su cruz dentro de él, hasta llegar, como nos dice el Papa, a la hora de que su Hijo es clavado en el madero de la Cruz. María, continua el Papa, se diluye en la historia Sagrada y en el aparente acompañamiento de su Hijo. Como por arte de magia, María parece ausentarse del camino de su Hijo. No quiere interponerse en la obediencia del Hijo a la Voluntad del Padre. Sin embargo, cuando se queda casi sólo, la presencia de la Madre se hace vital, y María está ahí junto a su Hijo y al pie de la Cruz. Sufre su propia pasión, tan dolorosa como la de su propio Hijo.
¿Cómo estaba? Cada uno de nosotros, sobre todo las madres, por su propia experiencia, pueden imaginar y suponer el estado de María. Simplemente estaba, con dudas, con dolor, con sufrimientos, pero con esperanza. Obediente y confiada. Sin saber nada, como nos dice el Papa, sobre la Resurrección. Simplemente estaba, fiel y obediente a la Palabra y compromiso de la Voluntad de Dios. Ejemplo y testimonios para todos sus hijos, nosotros, que desfallecemos al menor resquicio de duda y mal testimonio de muchos de nosotros, abandonándonos y desesperándonos. María, Madre de Dios, ruega por nosotros.
¿Cómo estaba? Cada uno de nosotros, sobre todo las madres, por su propia experiencia, pueden imaginar y suponer el estado de María. Simplemente estaba, con dudas, con dolor, con sufrimientos, pero con esperanza. Obediente y confiada. Sin saber nada, como nos dice el Papa, sobre la Resurrección. Simplemente estaba, fiel y obediente a la Palabra y compromiso de la Voluntad de Dios. Ejemplo y testimonios para todos sus hijos, nosotros, que desfallecemos al menor resquicio de duda y mal testimonio de muchos de nosotros, abandonándonos y desesperándonos. María, Madre de Dios, ruega por nosotros.