María, Virgen de las Nieves, Madre y Señora nuestra. Madre que siempre nos das cobijo y, tras tu silencio, al igual que tu Hijo, como cordero al matadero, aceptas tu mediación y permaneces a su lado fiel, obediente y firme. Y nos aunas a todos nosotros, alentándonos y dándonos ánimos y fortalece. María, Madre que en los días de niebla y tempestades calientas nuestro corazón y nos sostiene al pie de la cruz para, siguiendo el rastro de tu Hijo, permanecer fieles a su Palabra.
Madre, que soportas todos nuestros errores, indiferencias y pecados unida a tu Hijo, nuestro Señor, y que al pie de la Cruz, con Él y, por su Gracia, has sido corredentora para el perdón de nuestros pecados, danos tu calor en estos días de frío y tormenta espiritual donde nuestra alma se tambalea y se pierde rodeada de niebla y oscuridad.
María, hoy muchos pueblos celebran tu fiesta bajo la advocación de la Virgen de las Nieves. Tú siempre está presente en todos los lugares donde esté la Iglesia, porque eres la Madre que nos cobija y nos sostienes unidos. A ti se te ha pedido muchos favores y milagros, como ocurrió cuando se instalaron los vecinos del pueblo de los Valles de Santa Catalina, en la isla de Lanzarote, que huían de los volcanes de Timanfaya. Fue, entonces, cuando se retomó la devoción de la Virgen de las Nieves en este lugar, a partir de 1829, aunque con algunos altibajos, se mantiene hasta la fecha. En 1966 se demolió y se construyó una nueva ermita, diseñada por el arquitecto lanzaroteño Enrique Spínola, que sigue albergando a la virgen, una talla del siglo XVII. Tu presencia está llena de vivencias y historia en muchos pueblos del universo.
María, bajo la advocación de las Nieves, gracias, como hijo, te damos por tu presencia, por tu obediencia, por tu fidelidad a la Voluntad de Dios, por tu "Sí" que nos trae la salvación y por tu ampara y cobijo. Madre, gracias, porque por y a través de ti llegamos a tu Hijo.