Madre, estrella y camino, prodigio de amor, de tu mano, Madre, hallamos a Dios... Y recibimos, porque estás llena de la Gracia de Dios, todas las enseñanzas que nos ayudan y acercan a parecernos a Él. Porque, de ti, Madre, aprendemos a servir con prontitud y docilidad. Así nos lo has enseñado cuando, anunciada por el Ángel Gabriel, partiste apresurada a casa de tu prima Isabel para asistirla en su periodo de embarazo de su hijo Juan., primo de tu Hijo Jesús, gestado en tu vientre desde tu respuesta afirmativa al Señor.
Porque de ti, Madre, aprendemos a caminar en la fe al recibir tu testimonio firme, decidido y confiado en la promesa de Dios. Porque, tú dijiste sí y creíste en lo que Dios te decía y te llamaba a realizar. Y lo hiciste fiándote de su Palabra. Madre, enséñanos a también nosotros fiarnos de nuestro Padre Dios y soportar con paciencia, como tú hiciste, las inclemencias y dificultades que la vida nos va poniendo en el camino. Madre, danos esa confianza, que sólo tú sabes transmitir, para fiarnos de la Palabra de Dios como tú hiciste a lo largo del camino junto a tu Hijo Jesús.
Porque, tú, Madre, nos has dejado claramente lo que significa la humildad. Tú fuiste humilde y sencilla, y, siendo la elegida para ser la Madre de Dios, no alteraste para nada tu situación, y te pusiste a servir. Madre, enséñanos a ser reina y servidora de todas como tú has caminado en la vida. Madre, que colocada en los altares y en el lugar más privilegiado al ser señalada como la Madre de Dios, has sabido responder a esa altura haciendo posible que el Hijo de Dios se encarnara en tu vientre.
Y nada en ti se ha alterado, ni nada ha cambiado. Has seguido siendo la Madre humilde, servicial, sencilla, obediente y llena de ternura. Madre, somos también nosotros tus hijos, enséñanos a ser servidores, obedientes, amigos de la verdad y abiertos al amor. Enséñanos a parecernos un tu Hijo Jesús, al cual tú supiste seguir y obedecer. Amén.