María, tú nos enseñaste a ser fiel a tu Hijo, pero esa fidelidad no consiste en manifestar nuestro amor y seguimiento, sino en hacer su Voluntad. Y eso es lo primero que tu realizas, la Voluntad de Dios, que te anuncia, por medio del Ángel Gabriel, que eres la elegida para ser la Madre del hijo de Dios. Y su Voluntad es hacer el papel de Madre.
¿Y qué es una Madre? Una Madre es aquella que está dispuesta a dar su vida por su hijo; aquella que siempre está en perseverante vigilia por su hijo, y que le asiste en la enfermedad, en el fracaso, en las debilidades, en los errores y en todo aquello que le puede hacer daño. Pero, también, una Madre es aquella que se alegra con los logros, éxitos y triunfos de su hijo. En definitiva, una Madre cumple la Voluntad de Dios cuando ama a su hijo como Dios la ama a ella.
Y María, todos sabemos, que es la Madre de las Madre, porque acompañó a su Hijo hasta el pie de la Cruz. María padece la Pasión de su Hijo junto a Él, y sufre con Él. María camina junto a su Hijo y en Él es corredentora por todos nuestros pecados. Es nuestra Madre y en su camino de pasión, junto a su Hijo, ella va también, por los méritos de su Hijo, sufriendo por nuestros pecados.
María es Madre de Dios y Madre nuestra, y, aceptando el Plan de salvación de Dios, anunciado por el Ángel Gabriel, María participa, por la Gracia de Dios, en la redención de todos los hombres. Madre corredentora que, no sobresales por heroísmos ni grandezas, sino que en la sencillez de tu docilidad de cada día, siendo fiel a tu misión de Madre sencilla y humilde, nos señala el camino para vivir en la Voluntad de Dios.
María, intercede por todos nosotros y enséñanos a cumplir la Voluntad de Dios con la sencillez y naturalidad que tú cada día lo vivía y la realizaba. Simplemente realizando tu papel de esposa y madre. Amén.