No siempre te siento a mi lado, Señor. Parece que tu lugar no está ahora aquí, sino en el cielo. A veces echo de menos verte con más claridad.
No entiendo por qué no eres más evidente, más claro, más definitivo para todos. O por qué dejas tanto espacio para la duda. Ya sabes, Señor, que en horas difíciles, esto me provoca tristeza.
Pero confío en tu Palabra. Es mejor para mí que Tú estés así, ausente y presente. Serás mi Espíritu defensor. Luz en mis noches. Sabiduría en mis caminos. Compasión en mis entrañas. Amor en mi mirada.
Y tu Espíritu, cuando lo acojo, cuando va haciéndose lugar en el mundo, nos muestra que la fe es el camino para la plenitud, que la justicia de Dios es más fuerte que la injusticia humana, que, contra toda apariencia, el Amor vence.
Entonces, mi corazón canta y ama de verdad. Amén.