Señor, dame un corazón humilde y confiado, como el de Simeón y Ana, como el de María.
Ellos no tenían nada y, precisamente por eso, se acercaban a Ti, ponían en Ti toda su confianza, cumplían tu voluntad, observaban la ley.
Señor, líbrame de la idolatría de las riquezas, no dejes que tenga otro Dios fuera de Ti y ayúdame a vivir siempre atento a Ti y a tu palabra.
No permitas que confíe demasiado en las personas, ni siquiera en mis propias fuerzas.
Qué sólo confíe plenamente en Ti.
Ayúdame a estar siempre disponible para caminar hacia Ti, para compartir todo lo que tengo con total generosidad, sin dejarme atar por ninguna propiedad.
Dame sabiduría y fuerza para ser libre de verdad, para renunciar a todo lo que me aparte de Ti, para estar abierto del todo a la plenitud de tu Amor. Amén.