Me detengo ante el portal de Belén asombrado, sin muchas palabras que decir. Sobra el ruido. Importa más el silencio. Me arrodillo conmovido, contengo la respiración. Abrazo con pasión a ese Niño que rompe todas mis rutinas y me saca de mi letargo. Así, entre silencios y palabras nunca dichas, brota una vida que me llena no sé bien cómo de una profunda alegría.
Es Navidad y nada puede impedir que nazca Dios de nuevo en medio de mis días. Igual que aquella primera noche de censos impuestos y de posadas cerradas, de frío y soledad, no pudo turbar la alegría de María. Esa primera Navidad, tan oculta, tan sencilla, tan llena de silencios, estuvo llena de ángeles, de luz, de pastores con alma de niño, de reyes misteriosos venidos de lejos, de cantos y Cielo. Todo lleno de luz en medio de lo cotidiano. Tan sólo unos pañales y un llanto de niño y todo cambió de golpe para siempre.
(sermonje.eu)