Todo, Señor, es tuyo, mi fragilidad y mi posibilidad, mis pasos, mis intentos, mi entrega, mis caídas, mis sueños, mis miedos, mi historia, mi futuro, mi presente, mi cuerpo, mi mente, mi fe, mis deseos, mis palabras, mi mirada, mis manos, mis pies.
Todo, Señor, es tuyo y a Ti lo torno porque bien conozco mi debilidad y conozco también tu inmenso amor, tu misericordia, tu paciencia, tu espera, tu entrega.
Dame, Señor, tu amor y gracia que esto me basta para vivir el hoy, para perdonarme mis faltas, para confiar en Ti, para agradecer mi viday la de la gente querida, para esperar sin desesperar, para ser y estar hoy aquí, sin máscaras, sin huir, sin prisas, sin miedo, sin otra cosa que el corazón sabiéndose amado en Ti. Amén.
Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.