Señor y Dios nuestro, cerrado los ojos y muerto me impresiona tu figura. Has muerto. El redentor está clavado en la cruz. La Palabra se hace silencio. El camino es pisoteado. La verdad se ha mandado callar. Muerto, Señor, con los ojos cerrados para no ver la maldad, con el corazón traspasado como refugio de pecadores, con la cabeza hacia adelante para escucharnos siempre, con los pies atravesados para esperarnos sin cansarte. Gracias, Señor, por tu muerte en cruz, por ser tan igual a nosotros, por ser un Dios tan humano, tan nuestro, tan crucificado. Amén.
Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.