En este nuevo día, Jesús, me acerco a ti de la mano de María. Hoy, como todos los sábados, me uno a ella en su oración. Admiro tanto su confianza, su entrega sin reservas, su fiat. Ella fue tu mejor discípula, cuánto aprendisteis el uno del otro. De ella aprendo cada día a ponerme en camino, a entregarme y a verte en cada uno de mis hermanos. Con ella sé que no yerro el camino, pues ella siempre me conduce a ti, al Padre.
Padre, hoy con María te doy las gracias por tu Hijo, porque en él te he encontrado y ahora sé que también yo soy tu hijo amado, tu predilecto y, al descubrirme amado, me sé transformado. Como Jesús, yo también quiero transparentar tu rostro, rostro que es todo amor, fuente de alegría. Ahora ya sé, que estar contigo, Jesús, es vivir en el Padre.Que también yo, como tú, Jesús, pueda reflejar la inmensidad de Dios. Amén.