Señor, cuando estaba en el seno de mi madre, ya me amabas; y hasta hoy no has dejado de amarme ni un solo día. Me has liberado de muchas esclavitudes y obsesiones, de muchos rencores y egoísmos. Y sigues llamándome a una vida plenamente libre y feliz.
Sin embargo, a veces me he cansado de tu cercanía, me he alejado y he dado mi amor, mi tiempo y mi vida a personas, cosas y proyectos que me han secado el corazón. Perdóname y cúrame, Señor.
Tú, Señor, me has perdonado mis olvidos y egoísmos, como el hermano más comprensivo; me has atraído hacia ti con cuerdas de ternura, nunca a la fuerza, como el esposo más respetuoso y fiel.
Gracias, Señor, por tus entrañas de misericordia, por tu corazón amoroso para conmigo y para con todos. Amén.
Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.