Benedicto XVI, en la audiencia a los participantes de la sesión plenaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe del 27-1-2012, ha hecho hincapié en el problema de la Fe en mundo contemporáneo:
«Nos encontramos ante una profunda crisis de fe, una pérdida del sentido religioso que constituye el desafío mayor para la Iglesia de hoy. Por tanto, la renovación de la fe debe ser la prioridad en el empeño de la Iglesia entera en nuestros días».
Pero no podemos quedarnos cruzados de brazos ensimismados en nuestra desesperanza: «que el año de la fe contribuya, con la colaboración cordial de todos los miembros del Pueblo de Dios, a hacer a Dios nuevamente presente en este mundo y a abrir a los hombres el acceso a la fe»
¿Por qué la Fe desaparece de nuestra sociedad? Desde mi punto de vista la principal causa es que Dios aparece como algo innecesario. El ser humano se ha hecho aparentemente autosuficiente y en esa autosuficiencia descansa toda su esperanza. El estado se encarga de nuestro bienestar, la ciencia de nuestro conocimiento, las oportunidades de ocio, de nuestro tiempo libre. En este esquema ¿Dónde cabe Dios?
El espacio de Dios es nuestra interioridad. Si tenemos vivimos saturados de estímulos y obligaciones ¿que oportunidad tenemos para el silencio y la reflexión?
Sin duda, estimado lector, pensarás que la capacidad de reflexión se gana con la madurez. Totalmente de acuerdo. Pero la madurez se va retrasando cada vez más. Nuestros jóvenes se hacen cargo de su vida cada vez más tarde. Incluso diría que muchas personas se independizan (si pueden) muchos años después de dejar la juventud. ¿Podemos reclamar madurez a una sociedad en eterna adolescencia? Sabemos que el comportamiento adolescente es rebelde y cuestionador de todo lo que reclama su responsabilidad.
¿Cómo comunicar la Fe a quien no la necesita e intenta por todos los medios no necesitarla? Cristo nos dijo:
«Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera» (Mt 11, 28-30)
Quien está cansado, necesita donde reponer las fuerzas. Quien siente el vació de la ausencia de sentido, será quien tome el yugo que Cristo nos ofrece y se dará cuenta de la suavidad que tiene y lo ligera que es la carga.
Quizás los esfuerzos evangelizadores deberían de buscar a las almas que son capaces de entender el la anterior frase de Cristo. Los blogueros tenemos la posibilidad de encontrarnos con este tipo de buscadores cansados del sinsentido de su vida. Seamos especialmente receptivos con ellos.
Néstor Mora