"Cada miércoles, día dedicado a
la memoria y al amor al gloriosísimo y santísimo San José, un recuerdo especial
suyo como homenaje al Papa Francisco por el amor y devoción que tiene al
glorioso Patriarca, como lo demuestra especialmente, amén de otras muchas
manifestaciones, por la homilía pronunciada en el día de su toma de posesión
del ministerio Petrino el 19 de marzo, fiesta de San José. Y últimamente
haciendo que su nombre sea pronunciado inmediatamente después de la Virgen
María en las plegarias eucarísticas II, III, IV de la Misa. Esto supone una
inmensa glorificación para San José y, pienso, un buen medio para propagar la
devoción al glorioso Patriarca."
Es ya proverbial que el justo José es un Santo silencioso. “Un clima de
silencio acompaña todo lo relacionado con la figura de San José” (RC 25). Y se
le ha apellidado con este calificativo porque el Evangelio no nos conserva
ninguna frase salido de sus labios, como nos la conserva, por ejemplo, de la
Virgen María: Hágase en mí según tu palabra, el Magníficat. José ante las
revelaciones y llamadas del Señor en sueños no habla, pero hace. De ahí ese
llamarle el silencioso. El B. Juan Pablo II dedica unas palabras a este
silencio contemplativo de San José, del que nacen obras maravillosas y
estupendas, aunque sencillas y sin relumbrón. Y es que de la profundidad del
silencio salen las sentencias prodigiosas y las obras transcendentales y
ejemplares, como son las de San José.
Y, sin embargo, sus labios pronunciaron una palabra que las encierra y
supera a todas: Jesús. El Ángel le había transmitido el mandato de Dios de que
al niño que nacería de su esposa María le pusiera el nombre de Jesús, como
padre que era de él, por su matrimonio con ella. Y así, el día de la
circuncisión durante la ceremonia, José le impuso al Niño el nombre de Jesús,
le dio el nombre sobretodo nombre, de modo que al nombre de Jesús toda rodilla
se doble en el cielo, en la tierra y en el abismo. Lo que sintió José al
imponer el nombre de Jesús Salvador no es para descrito. Y desde ese momento arranca la historia
gloriosísima del nombre de Jesús en la vida Iglesia. Santos ha habido, como San
Bernardo y San Bernardino de Siena, que se han extasiado ante ese nombre y han
predicado de él las más gloriosas alabanzas. Un santo anónimo compuso el oficio
del dulce nombre de Jesús, en el que del corazón del autor se derraman mieles y
dulzuras de éste glorioso nombre. Pues ¿qué mieles y dulzuras se derramarían
del corazón abrasado de José, cuando pronuncio su nombre por primera vez
oficialmente? Porque ya con anterioridad, desde el momento mismo del nacimiento
de Jesús, en la cueva de Belén salió raudo el nombre de Jesús de los labios de
José y de María con sentimientos tiernísimos en el corazón de ambos al
pronunciarlo. Dice el Santo Juan de Ávila: “ Contó el uno al otro el dulce
nombre de Jesús que el Ángel les había dicho que pusiesen al Niño después de
nacido; y fue muy particular gozo entre ellos oír nombre tan excelente y
consolativo como Jesús, que quiere decir Salvador, y como el Ángel les dijo,
Salvador de los pecados (Sermón de San
José, 19.Marzo.1554 ¿). Un nombre que encierra en sí todos los bienes: ¿De
quién me vinieron a mí todos los bienes sino de Vos, mi Jesús? (Santa Teresa)
Dice San Juan Crisóstomo:” Por la misma razón trajo el Ángel del cielo el
nombre de Jesús, dando a entender cuán maravillosa era la concepción por el
hecho de ser Dios mimo quien por el ministerio del Ángel enviaba a José el
nombre que había de ponerse al Niño. Y a la verdad no es éste un nombre puesto
al azar, sino un tesoro de bienes infinitos. Y así lleva a José a creer en su
mensaje” (Homiliae in Matheum,
homilía 4,7;PG 57,47). Y al pronunciarlo San José se le hizo miel dulcísimo en
la boca, música melodiosa y suavísima en el oído y júbilo exultante y
placentero en el corazón. Porque éste nombre dulcísimo compensa plenamente
todos los silencios de San José.
P. Román
Llamas, ocd