"Cada miércoles, día dedicado a
la memoria y al amor al gloriosísimo y santísimo San José, un recuerdo especial
suyo como homenaje al Papa Francisco por el amor y devoción que tiene al
glorioso Patriarca, como lo demuestra especialmente, amén de otras muchas
manifestaciones, por la homilía pronunciada en el día de su toma de posesión
del ministerio Petrino el 19 de marzo, fiesta de San José. Y últimamente
haciendo que su nombre sea pronunciado inmediatamente después de la Virgen
María en las plegarias eucarísticas II, III, IV de la Misa. Esto supone una
inmensa glorificación para San José y, pienso, un buen medio para propagar la
devoción al glorioso Patriarca."
En esta peregrinación
de la fe acompañó a María su esposo San José. Desde el principio del mismo,
desde la Anunciación del ángel, ante cuyo misterio “Isabel la declaró
bienaventurada porque había creído, la fe de María se encuentra con la fe de
José. Si Isabel dijo de la Madre del Redentor: Feliz la que ha creído, en
cierto sentido se puede aplicar esta bienaventuranza a San José, porque él
respondió afirmativamente a la palabra de Dios, cuando le fue trasmitida en
aquel momento decisivo. En honor a la verdad, José no respondió al “anuncio”
del ángel como María; pero hizo como
le había mandado el ángel del Señor u tomó consigo a su esposa. Lo que el hizo
es genuina obediencia de la fe” (Rom 1,5; 16,26; 2Cor 10,56, en RC 4).
Se puede decir que lo
que hizo José le unió de modo particularísimo a la fe de María. Aceptó como
verdad –creyó- proveniente de Dios lo que ella había aceptado en la
anunciación” (RC 4). Al recibir a María en su casa la acoge con el niño que
lleva en su vientre. “El Concilio dice al respecto: `Cuando Dios revela hay que
restarle la obediencia de la fe, por la que el hombre se fía totalmente a
Dios, prestando a Dios revelador el
homenaje del entendimiento y de la voluntad, y asintiendo voluntariamente a la
revelación hecha por él´. La frase
anteriormente citada que concierne a la esencia misma de la fe, se aplica plenamente a José de Nazaret”
(RC 4).
San José, por tanto,
se convierte en el depositario singular
del misterio escondido desde los siglos en Dios (cfr Rf 3,9), lo mismo que
se convirtió María en aquel momento decisivo que el apóstol llama la plenitud de los tiempos, cuando envió
a su Hijo nacido bajo la ley, para que recibieran la filiación adoptiva (cfr
Gal 4,4-5) (RC 5).
De esta misterio
divino es, junto con María el primer depositario. Con María – y también en
relación con María- él participa de esta fase culminante de la autorrevelación
de Dios en Cristo y participa desde el primer instante.
Ala vista de los
textos de los evangelistas Mateo y Lucas se puede decir también que José es el primero en participar de la fe de la Madre de Dios, y que haciéndolo así,
sostiene a su esposa en la fe de la divina anunciación. Él es, asimismo, el que
ha sido puesto en primer lugar por Dios en la vía de la peregrinación de la fe,
a través de la cual María, sobre todo en el calvario y Pentecostés precedió de
manera eminente y singular (RC 59).
La vía propia de San
José, su peregrinación de la fe concluyó antes que la de María. No estuvo
presente en el momento de la cruz y muerte de Jesús, cuando la peregrinación de
la fe de María adquirió el grado supremo,
sin embargo, la peregrinación de la fe de San José sigue la misma dirección,
tiene la misma trayectoria.
Queda totalmente determinada por el mismo misterio del que él, junto
con María, se había convertido en el primer depositario, porque “la encarnación
y la redención constituyen una unidad orgánica e indisoluble, desde `el plan de
la revelación se realizó con palabras y gestos intrínsecamente conexos entre
sí´.(DV 2). Precisamente por esta unidad el Papa Juan XXIII, que tenía una gran
devoción a San José, estableció que en el canon romano de la Misa, memorial
perpetuo de la redención, se incluyera su nombre (RC 6). Y por esa unidad
también José, en grado inferior, es el Padre de los creyentes y por José vino
la vida al mundo.
“Toda la vida
`privada´o `escondida´ de Jesús ha sido confiada a su custodia” (de San José)
(RC 8). “San José ha sido llamado por Dios para servir directamente a la
persona y a la misión de Jesús mediante el ejercicio de la paternidad” (RC 8)
que ejerce en pura y limpia fe: pensemos en la pérdida y hallazgo del Niño
Jesús en el templo, en la huída a Egipto; “ de esta manera él cooperó en la
plenitud de los tiempos en el gran misterio de la redención y es verdaderamente
`ministro de la salvación´ “ (RC 8), como le llamara ya San Juan Crisóstomo ( In Math homiliae, V,3, PG 57,57-58).
Además, ya que “al
matrimonio va unida de por sí la comunión de bienes, se sigue que, si Dios ha
dado a José como esposo a la Virgen, se lo ha dado no solo como compañero de
vida, testigo de su virginidad y tutor de la honestidad, sino también para que participase por medio del pacto conyugal
en la excelsa grandeza de ella” (RC 30).
P. Román
Llamas, ocd