San José es un hombre libre por excelencia. ¿En qué consiste la libertad, el don más apreciado por el hombre? Pues la libertad auténtica y verdadera, porque se abusa mucho de este término y se da como libertad lo que no es más que puro libertinaje, consiste en una dependencia intrínseca de nuestra voluntad de la voluntad de Dios Padre del cielo. La raíz y fundamento de nuestra libertad es la voluntad del Padre y la expresión de la misma la obediencia y sometimiento amoroso a esa voluntad.
Y, como quiera que Dios es Amor la libertad verdadera se da en la vivencia de la caridad y del amor. Libre es que ama. Qué razón tenía san Pablo cuando afirma que la libertad a la que Cristo nos llama consiste en servirse unos a otros por caridad (Gal 5,13).
Cristo es el hombre libre por antonomasia, hasta tal punto que no sólo tiene libertad sino que es la Libertad, como el es el Camino, la Verdad y la Vida, porque en todo obra sometido por amor a la voluntad de su Padre, porque no tiene más manjar que hacer la voluntad de su Padre (Jn 4,34), ni tiene otras palabras y obras que las de su Padre (Jn 14,10) –yo y el Padre somos uno- (Jn 20,30). Por eso es totalmente libre. Y esa libertad la ha demostrado viviendo totalmente por amor y desde el amor. ¿Qué es la vida de Cristo sino un continuo ejercicio de amor? Jesús, La Libertad, no ha estado atado ni a nadie ni a nada, solamente le ha movido el verdadero amor. Todo lo hace por amor en la verdad: por eso pasó la vida haciendo siempre el bien a todos sin excepción, amando. Si traspasa el descanso del sábado, y tantas veces, lo hace por amor, por caridad. Jesucristo es Amor y por que es amor es Libertad.
Donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad (2Cor 3,17). Y es que el Espíritu Santo es Amor, es el Amor esencial del Padre y del Hijo y es el que derrama amor en los corazones de los cristianos, haciéndoles hijos de Dios (Rom 5,5). Cuando obramos desde el Espíritu somos libres porque amamos, actuamos desde el amor.
San José es el hombre libre, el más libre porque está más plenamente poseído por el Espíritu Santo después de Jesús y María, pero muy cercano a esta porque tenía una alma semejantísima a ella, como dice San Bernardo. Consiguientemente el más colmado de amor. San José está lleno del Espíritu Santo. Y, por consiguiente, limpio de pecado, como María, su esposa, Y el pecado es la verdadera falta de libertad, la auténtica esclavitud, como dice Jesús: Todo el que comete pecado es un esclavo (Jn 8,14).Por eso es el hombre más libre, porque, guiado por este Espíritu, obra y hace siempre la voluntad del Padre del cielo. Mirémosle. Apenas recibe en sueños el mensaje del ángel del Señor: José, no temas recibir a María tu mujer en tu casa, al despertarse la recibió con gran alegría de su corazón porque la amaba entrañablemente. Cuando va a Belén a empadronarse conforme a la orden del Emperador de Roma lo hace por amor a Dios Padre cuya voluntad ve en el mandato del Amo de Roma. Lo hace libremente. Cuando va a Egipto como emigrante lo hace por obedecer a la orden del cielo, en sueños, por medio de un ángel: José, levántate, toma a tu mujer y a su hijo y huye a tierra de Egipto Y José se levantó rápidamente y, sin aguardar a que amaneciera, de noche se puso en camino con María y con el niño Jesús. (Mt 2,13-14). Y lo mismo hace cuando el Señor le manda volver de Egipto, porque había muerto el que perseguía al Niño, entrando así en la tierra de Israel y estableciéndose en Nazaret. San José siempre obra por amor, libremente.
Y su vida en su casa de Nazaret en la convivencia familiar encantadora con María y Jesús es una vida en libertad, en servicio a ellos por amor. La vida familiar de Nazaret de la Trinidad de la tierra es el culmen de una vida en libertad, porque lo es en amor, porque lo es en presencia y actuación total del Espíritu Santo en los Tres. Vivir en libertad es servirse unos a otros por caridad, por amor (Gal 5,13). ¿No era esa la vida familiar de Nazaret? José es el servidor desde el Espíritu Santo, desde el amor de Jesús y María. Toda su vida fue puro servicio por caridad a su hijo y a su madre, que no sé cómo se puede pensar en la Reina de los ángeles en el tiempo que tanto pasó con el Niño Jesús que no den gracias a San José por lo bien que les ayudó en ellos (V 6,8), por lo bien que les sirvió por amor.
P. Román Llamas,