Pedro fue incorporado como discípulo al principio del ministerio de Jesús. Los evangelistas sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas) describen su entrada de manera diferente a como lo hace Juan. Aquí se ven las diferencias entre ambos:
Caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores, y les dice: «Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres.» Y ellos al instante, dejando las redes, le siguieron. Mateo 4:18-20.
Encontró primero a su hermano Simón y le dijo: «Hemos encontrado al Mesías. Y se lo presentó a Jesús. Jesús miró fijamente a Simón y le dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás, pero te llamarás Kefasm (que quiere decir Piedra). Juan 1:41-42
Según el testimonio de Juan 1:40-42, fue su hermano Andrés quien lo introdujo al grupo, tras encontrarse ambos entre los seguidores de Juan el Bautista. La narración de los sinópticos da otro punto de vista, como se aprecia en los ejemplos, narrando la historia de que al ver a ambos recoger las redes, Jesús les invitó a hacerse «pescadores de hombres. Mateo 4:18-22, Marcos 1:16-20, Lucas 5:1-10 y fue Simón el primero en reconocer a Jesús como el Hijo de Dios, y no su hermano Andrés.
De una manera especialmente solemne, Cristo acentuó la precedencia de Pedro entre los Apóstoles cuando, luego que Pedro lo reconoció como el Mesías, Él le prometió que encabezaría a Su rebaño. Jesús moraba entonces con Sus Apóstoles en la proximidad de Cesarea de Filipo, ocupado en su tarea de salvación. Como la venida de Cristo coincidía tan poco en poder y gloria con las expectativas del Mesías, circulaban muchos criterios respecto de Él. Al viajar con Sus Apóstoles, Jesús les pregunta: Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre Los Apóstoles contestaron: Unos, que Juan el Bautista, otros, que Elías, otros que Jeremías, o uno de los profetas". Jesús les dijo: "Pero ¿quién dicen ustedes que soy yo?" Simón dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.
Y Jesús replicando le dijo: Bienaventurado eres Simón Bar-Jona, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro [Kipha, una roca], y sobre esta piedra [Kipha] edificaré mi iglesia [ekklesian], y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos. Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que él era el Cristo (Mateo, xvi, 13-20; Marcos, viii, 27-30; Lucas, ix, 18-21).
Mediante la palabra piedra el Salvador no debe haberse referido a Sí mismo, sino sólo a Pedro, como es mucho más evidente en Arameo, donde la misma palabra (Kipha) se usa para Pedro y roca. Su expresión sólo admite entonces una sola explicación, que es, que Él desea hacer de Pedro la cabeza de toda la comunidad de aquéllos que creyeran en Él como el verdadero Mesías, que por este cimiento (Pedro) el Reino de Cristo sería inconquistable; la guía espiritual de los fieles fue puesta en manos de Pedro, como el representante especial de Cristo.
Este significado se torna tanto más claro cuando recordamos que las palabras atar y desatar no son metafóricas, sino términos jurídicos Judíos. También queda claro que la posición de Pedro entre los otros Apóstoles y en la comunidad cristiana era la base del Reino de Dios en la tierra, es decir, la Iglesia de Cristo. Pedro fue instalado por Cristo en Persona como Cabeza de los Apóstoles. Este fundamento creado para la Iglesia por su Fundador no podía desaparecer con la persona de Pedro, sino que la intención era que continuase, y continuó (como lo demuestra la historia real) en el primado de la Iglesia Romana y sus obispos. Es completamente incongruente e insostenible en sí misma la posición de los Protestantes que (a la manera de Schnitzer en tiempos recientes) afirman que la primacía de los obispos Romanos no puede ser deducida de la precedencia que Pedro guardaba entre los Apóstoles. Así como la actividad esencial de los Doce Apóstoles de construir y extender la Iglesia no desapareció completamente con sus muertes, es seguro que tampoco se desvaneció por completo la Primacía Apostólica de Pedro.
Según la intención de Cristo, debe haber continuado su existencia y desarrollo en una forma apropiada al organismo eclesiástico, así como el oficio de los Apóstoles continuó de una manera apropiada. Se han levantado objeciones respecto de la autenticidad de las palabras en el pasaje, pero el testimonio unánime de los manuscritos, los pasajes paralelos en los otros Evangelios, y el credo firme en la literatura pre-Constantina aportan las pruebas más seguras de autenticidad y de lo inalterable del texto de Mateo (cf. "Stimmen aus MariaLaach", I, 1896,129 sqq.; "Theologie und Glaube", II, 1910,842 sqq.).
Brandon Carvajal