El Espíritu Santo ha hecho que san José haya entrado de lleno en la vida de la Iglesia, dando a entender que él quiere que la Iglesia, y la Iglesia somos todos, vuelva los ojos al santo Patriarca. Fue y es Santa Teresa de Jesús, la que más ha contribuido y contribuye a esta presencia de san José tierna, poderosa, activa y enormemente benéfica para la misma vaya siempre en aumento.
E. B. Juan XXIII puso bajo su amparo y protección las tareas del concilio Vaticano II, para que sus frutos para la Iglesia fuesen más abundantes y ricos…Sería volver las espaldas a la realidad y a los deseos y proyectos del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia y en la historia de la salvación no meter de lleno a San José en nuestra vida cristiana.
El B. Juan Pablo II en la Redemptoris Custos afirma que el Vaticano II ha sensibilizado de nuevo a todos hacia las grandes cosas de Dios, hacia la economía de la salvación, de la que San José es ministro particular (RC 32). No podemos llevar a cabo este servicio a la economía de la salvación tanto a nivel personal de santificación, como a nivel de evangelización y colaboración en la extensión del reino de Jesucristo, sin una presencias fuerte y activa de san José, que todo lo puso y vivió al servicio de la persona y misión de Jesucristo, es decir a la salvación de todos los hombres.
Una vuelta sincera al santo Patriarca, un meter más a san José en nuestra vida de cada día será un rejuvenecimiento espiritual y un vivir más intensamente la vida y santidad cristiana. Una vuelta a su vida interior, a su intimidad y trato con Cristo –en especial personas de oración siempre le habían de ser aficionadas- a su unión con Dios, a su trabajo manual silencioso y con amor, a su misión de Custodio de Jesús y María llevada con grande alegría,, a su sencillez y discreción, a su disponibilidad pronta y total a la voluntad del Padre del cielo será la mejor garantía de una vida cristiana auténtica y gozosa.
San José es un enorme don del cielo que el Padre nos ha dado a la Iglesia en que vivimos `para que a través de él podamos adentrarnos más y más en el misterio de la salvación de los hombres, y esto lo logramos sendo devotos de san José, como santa Teresa que en frecuentes y graves episodios de su vida y las fundaciones de sus conventos y en sentidas frases y párrafos de sus escritos manifiesta una confianza ilimitada en su Padre y Señor san José, intensificada con una intimidad y entrega reciproca y una conciencia de filiación en constante intercambio d amor.
San José socorre y protege a la santa Reformadora en sus enfermedades y en todas sus necesidades. Santa Teresa le dedica y consagra sus monasterios y no se cansa de inculcar su veneración, la devoción a él, el agradecimiento y la confianza.
Que esa es la devoción a san José, un sentimiento o actitud de admiración, respeto, amor, cariño y adhesión que se manifiesta , como dice Santa Teresa en los servicios que le hacemos y en imitar sus virtudes (V 6,8) , que nos lleva a vivir con San José –el alma vive más donde ama que donde anima-. Que nos lleva a aprovecharnos de su poder inmenso de intercesión desde una confianza total en él.
Por eso precisamente con san José hay que vivir no solo en el templo sino traerle viviente y operante en nosotros, en nuestra vida de cada día, Tenemos que acostumbrarnos a verle en la calle, en el campo, en las plazas y paseos, en las reuniones, en la oficina en el taller, en los momentos difíciles y adversos y en las circunstancias dulces y favorables, viviendo en la vida de familia, santificando con su presencia y recuerdo ese santuario de amor y cuna de la vida que es.
San José se convierte en un ser vivo para nosotros desde el momento que nos ponemos confiadamente bajo su patrocinio, tutela y custodia y a la sombra de sus sencillas y excelsas virtudes para poder vivir mejor como verdaderos hijos de Dios, que este es el fin de la devoción a san José: llevarnos a Jesús. José como María y junto con ella, es el camino para conducirnos a Jesucristo. José siempre está unido a María y a Jesús. “Que no sé como se puede pensar en la Reina de los ángeles en el tiempo que tanto pasó con el Niño Jesús, que no den gracias a José por lo bien que les ayudó en ellos” (V 6,8) José siempre al servicio de Maria y Jesús.
La Iglesia, dice Pablo VI, invoca a san José como protector con un profundo y actualísimo deseo de hacer florecer su terrena existencia con genuinas virtudes evangélicas, como las suyas. Para eso sirve la sincera y verdadera devoción a San José. De ahí el grito de Santa Teresa, llamándonos a ser devotos de San José: “Solo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no me creyere y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción” (V 6,8). Por eso “querría yo persuadir a todos fuesen muy devotos de este glorioso santo por la experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido persona que de veras le sea devota y haga particulares servicios que no la vea muy aprovechada en la virtud, porque aprovecha en gran manera a las almas que a él se encomiendan. Paréceme ha algunos años que cada uno en su día le pido una cosa y siempre la veo cumplida... Si va algo torcida la petición, ella endereza para más bien mío”. (V 6,7).
P. Román Llamas ocd