SAN
JOSÉ EN EL DECRETO ETERNO DE LA ENCARNACIÓN DEL VERBO POR SU MATRIMONIO CON
MARÍA
San José está predestinado desde la
eternidad en el misterio de la Encarnación del Verbo, del Hijo de Dios en el
seno de María. Por destinación se entiende la preordinación eterna de las cosas
o realidades que con la gracia de Dios se deben obrar en el tiempo. Al decretar
el Padre de las misericordias –la misericordia de Dios desde la eternidad (Sal
102,17)- la redención de la humanidad, perdida por el pecado de los primeros
padres, Él, que todo lo hace con medida, orden, peso y suavidad (Sab. 11,20)
dispuso todo lo referente a este misterio, oculto desde los siglos y que
conocemos por la revelación del mismo Dios, que tenemos en los evangelios. Y
“en la predestinación eterna –como dice santo Tomás -no solo está comprendido
lo que se ha de realizar en el tiempo, sino también el modo y el orden de su
realización” (Suma 3,q.24, a.4).. Y en este modo Dios tenía dispuesto desde la
eternidad que su Hijo, que mandaba al mundo para salvarlo, nacería de una
virgen casada con un hombre llamado José, de la casa de David, y el nombre de
la Virgen era María (Lc 1,27; cfr 2, 5).
San José entra necesariamente en el
decreto eterno de Dios sobre la salvación de los hombres. San José está
comprendido en el decreto eterno de Dios sobre la salvación del género humano.
San Mateo nos revela también: Su madre María estaba desposada con José… su
marido José, como era justo (Mt 1,18.19) “José, hijo de David, no temas tomar a
María, tu mujer, porque lo engendrado en ella es obra del Espíritu Santo…
Despertado José del sueño hizo como el ángel le había mandado y tomo consigo a
su mujer” (Mt 1,29).Un matrimonio realizado por el Espíritu Santo entre dos
esposos santísimos. La Virgen llena de gracia desde el primer instante de su
concepción, San José santificado en el vientre de su madre, semejantísimo a
ella, el que más se asemeja a ella muy por encima de todos los demás santos, en
santidad. El Espíritu Santo le casó con la Virgen María porque fue limpísimo en
virginidad, profundísimo en caridad, altísimo en contemplación, diligentísimo por
la salud de todos a semejanza de su esposa.