10 de mayo de 2018

AUDIENCIA DEL PAPA FRANCISCO

En el  bautismo nacemos a una vida nueva y morimos a esa vida de pecado. Dejamos al hombre viejo, nacido a la vida terrena, caduca y de muerte, para nacer a la vida eterna de gozo y alegría por el bautismo, que nos hace hijos de Dios para siempre. El bautismo, nos dice el Papa Francisco,  no se repite porque imprime un sello sacramental indeleble que el pecado no puede borrar, pero si puede impedir que dé frutos de salvación.

Seamos consciente de nuestro compromiso de bautismo y dejémonos guiar por la unción crismal recibida, como nos dice el Papa, que nos conforma con Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey, y nos envía a hacer lo mismo animados por la acción del Espíritu Santo.



PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles, 9 de mayo de 2018




Queridos hermanos y hermanas:

Hoy fijamos nuestra atención en el rito central del bautismo: el lavacro santo acompañado de la invocación a la Santísima Trinidad, momento en el que somos bautizados y participamos en el Misterio pascual de Cristo: el hombre viejo queda sepultado para que renazca una creatura nueva. Morimos y nacemos en el mismo instante, pues la fuente bautismal se convierte en sepulcro y en madre. Estas dos imágenes manifiestan la grandeza de lo que sucede por medio de los gestos sencillos del bautismo.

Nuestros padres nos generaron a la vida terrena; la Iglesia, en el Bautismo, nos regenera a la vida eterna, haciéndonos hijos de Dios para siempre. Por eso, también sobre cada uno de nosotros, renacidos del agua y del Espíritu Santo, el Padre dice amorosamente: «Tú eres mi hijo amado» (cf. Mt 3,17). El bautismo no se repite porque imprime un sello sacramental indeleble que el pecado no puede borrar, pero sí puede impedir que dé frutos de salvación.

Luego, la unción crismal, nos conforma a Cristo “Sacerdote, Profeta y Rey”. Por eso, todo el Pueblo de Dios, animado por el Espíritu Santo, participa de esas funciones, y tiene la responsabilidad de misión y servicio que de ellas deriva.

Saludos:
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y Latinoamérica. En este tiempo pascual, los invito a considerar la grandeza de la vocación cristiana que recibimos en el bautismo, y vivirla unidos a Cristo en la Iglesia, de modo que pueda dar frutos abundantes en una vida de fe y de caridad, al servicio de los hermanos. Muchas gracias.