Me da miedo que mi corazón un día se vuelva duro e insensible, intransigente y rígido, acomodado y con poca luz, opaco y mustio. Me da miedo que el corazón se seque y se convierta en una piedra fría y sin alma. Cuando el corazón se endurece, no somos capaces de escuchar las voces más profundas. No aceptamos las voces de Dios en boca de los hombres.
Ojalá escuchase hoy y siempre la voz de Dios. Ojalá mi corazón se mantuviera siempre de carne, abierto, flexible. Un corazón así está abierto a la vida. Un corazón así es un corazón grande en el que muchos caben y encuentran descanso. Un corazón así no tiene miedo a las ofensas, a los ataques, a la vida misma. Un corazón así siempre está abierto a cambiar, a perder comodidades, a recorrer con valentía rutas desconocidas, a dar saltos audaces. Un corazón así se arriesga, porque no ha cortado el cordón que lo une con Dios. Ojalá me conmueva siempre al ver la huella de Dios en la piel imperfecta del que me quiere decir algo. Porque en su voz está la voz de Dios que no tiene sonido. En su voz está el amor de Dios que quiere comunicarse.