30 de marzo de 2011

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA


Benedicto XVI: “Quien reza se salva”, san Alfonso María Ligorio


Hoy en la Audiencia General

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 30 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- A continuación ofrecemos el discurso que el Papa Benedicto XVI ha dirigido a los fieles, continuando el ciclo de catequesis sobre los Doctores de la Iglesia, en la audiencia general celebrada esta mañana en la Plaza San Pedro.
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Queridos hermanos y hermanas,
hoy quisiera presentaros la figura de un santo Doctor de la Iglesia al que debemos mucho, ya que fue un insigne teólogo moralista y un maestro de vida espiritual para todos, sobre todo para la gente humilde. Es el autor de la letra y de la música de uno de los villancicos navideños más famosos de Italia: Tu scendi dalle stelle, además de otras muchas cosas.

Perteneciente a una familia napolitana noble y rica, Alfonso María de Ligorio nació en 1696. Dotado de grandes cualidades intelectuales, con tan solo 16 años se graduó en derecho civil y canónico. Era el abogado más brillante del foro de Nápoles: durante ocho años ganó todas las causas que defendió. Sin embargo, su alma tenía sed de Dios y estaba deseosa de la perfección, así el Señor le hizo comprender que era otra la vocación a la que lo llamaba.
De hecho, en 1723, indignado por la corrupción y la injusticia que viciaban el ambiente que lo rodeaba, abandonó su profesión -y con ella la riqueza y el éxito- y decide convertirse en sacerdote, a pesar de la oposición paterna. Tuvo maestros excelentes que lo introdujeron en el estudio de las Sagradas Escrituras, de la Historia de la Iglesia y de la mística. Adquirió una amplia cultura teológica, que comenzó a dar fruto cuando, algunos años después, comienza su labor de escritor. Fue ordenado sacerdote en 1726 y se entregó, para el ejercicio de su ministerio, a la Congregación diocesana de las Misiones Apostólicas. Alfonso inició la evangelización y la catequesis entre los estratos más bajos de la sociedad napolitana, a la que gustaba predicar, y a la que instruía en las verdades fundamentales de la fe. No pocas de estas personas, pobres y modestas, a las que se dirigió, a menudo se dedicaban a los vicios y realizaban acciones criminales. Con paciencia les enseñaba a rezar, animándolas a mejorar su modo de vivir. Alfonso obtuvo resultados excelentes: en el barrio más miserable de la ciudad se multiplicaban los grupos de personas que, al caer la tarde, se reunían en las casas privadas y en los talleres, para rezar y meditar la Palabra de Dios, bajo la guía de un catequista formado por Alfonso y por otros sacerdotes, que visitaban regularmente a estos grupos de fieles. Cuando, por deseo expreso del arzobispo de Nápoles, estas reuniones comenzaron a celebrarse en las capillas de la ciudad, estas tomaron el nombre de “capillas nocturnas”. Esto fue una verdadera y propia fuente de educación moral, de saneamiento social, de ayuda recíproca entre los pobres: esto puso fin a robos, duelos, prostitución hasta casi desaparecer.

Aunque si el contexto social y religioso de la época de san Alfonso era muy distinto del nuestro, las“capillas nocturnas” son un modelo de acción misionera en el que nos podemos i nspirar también hoy para “una nueva evangelización”, particularmente de los más pobres, y para construir una convivencia humana más justa, fraterna y solidaria. A los sacerdotes se les ha confiado un deber de ministerio espiritual, mientras que los laicos bien formados pueden ser eficaces animadores cristianos, auténtica levadura evangélica en el seno de la sociedad.

Después de haber pensado irse para evangelizar a los pueblos paganos, Alfonso, a la edad de 35 años, entró en contacto con los agricultores y pastores de las regiones interiores del Reino de Nápoles, y estupefacto por su ignorancia religiosa y el estado de abandono en el que estaban, decidió dejar la capital y dedicarse a estas personas, que eran pobres espiritual y materialmente. En 1732 fundó la Congregación religiosa del Santísimo Redentor, que puso bajo la tutela del obispo Tommaso Falcoia, y de la que se convirtió en el superior. Estos religiosos, dirigidos por Alfonso, fueron auténticos misioneros itinerantes, que llegaron incluso a los pueblos más remotos, exhortando a la conversión y a la perseverancia en la vida cristiana sobre todo por medio de la oración. Todavía hoy, los redentoristas, esparcidos por tantos países del mundo, con nuevas formas de apostolado, continúan esta misión de evangelización. Pienso en ellos con reconocimiento, exhortándoles a ser siempre fieles al ejemplo de su Santo Fundador.

Estimado por su bondad y por su celo pastoral, en 1762 Alfonso fue nombrado obispo de Sant'Agata dei Goti, ministerio que, dejó en 1775 por causa de las enfermedades que sufría, por concesión del Papa Pío VI. El mismo Pontífice, en 1787, exclamó, al recibir la noticia de su muerte, que se produjo con mucho sufrimiento, exclamó: “¡Era un santo!”. Y no se equivocaba: Alfonso fue canonizado en 1839, y en 1871 es declarado Doctor de la Iglesia. Este título se le concede por muchas razones. Antes que nada, porque propuso una rica enseñanza de teología moral, que expresa adecuadamente la doctrina católica hasta el punto de ser proclamado por el Papa Pío XII como “Patrón de todos los confesores y moralistas”. En su época, se difundió una interpretación muy rigurosa de la vida moral, quizás por la mentalidad jansenista, que antes que alimentar la confianza y esperanza en la misericordia de Dios, fomentaba el miedo y presentaba un rostro de Dios adusto y severo, muy lejano al revelado por Jesús. San Alfonso, sobre todo en su obra principal titulada Teología Moral, propone una síntesis equilibrada y convincente entre las exigencias de la ley de Dios, esculpida en nuestros corazones, revelada plenamente por Cristo y interpretada con autoridad por la Iglesia, y los dinamismos de la conciencia y de la libertad del hombre, que en la adhesión a la verdad y al bien, permiten la maduración y la realización de la persona. A los pastores de almas y a los confesores, Alfonso recomendaba ser fieles a la doctrina moral católica, asumiendo al mismo tiempo, una actitud caritativa, comprensiva, dulce para que los penitentes se sintiesen acompañados, sostenidos, animados en su camino de fe y de vida cristiana. San Alfonso no se cansaba nunca de repetir que los sacerdotes son un signo visible de la infinita misericordia de Dios, que perdona e ilumina la mente y el corazón del pecador para que se convierta y cambie de vida. En nuestra época, en la que son claros los signos de pérdida de la conciencia moral y -es necesario reconocerlo- de una cierta falta de estima hacia el Sacramento de la Confesión, la enseñanza de san Alfonso es todavía de gran actualidad. 

Junto a las obras de teología, san Alfonso compuso muchos otros escritos, destinados a la formación religiosa del pueblo. Es estilo es simple y agradable. Leídas y traducidas en numerosas lenguas, las obras de san Alfonso han contribuido a plasmarla espiritualidad popular de los últimos dos siglos. Algunas de estas son textos que aportan grandes beneficios todavía hoy, como Máximas Eternas, Las Glorias de María, Práctica de amor a Jesucristo, obra -esta última- que representa la síntesis de su pensamiento y de su obra maestra. Insiste mucho en la necesidad de la oración, que permite abrirse a la Gracia divina para cumplir cotidianamente la voluntad de Dios y conseguir la propia santificación. Con respecto a la oración escribe: “Dios no niega a nadie la gracia de la oración, con la que se obtiene la ayuda para vencer toda concupiscencia y toda tentación. Y digo, replico y replicaré siempre, durante toda mi vida, que toda nuestra salvación está en el rezar”. De aquí su famoso axioma: “Quien reza se salva” “Del gran Medio de la Oración y opúsculos afines”. Obras Ascéticas II, Roma 1962, p. 171). Me viene a la mente, a este propósito, la exhortación de mi predecesor, el Venerable Siervo de Dios Juan Pablo II: “nuestras comunidades cristianas tienen que llegar a ser auténticas 'escuelas de oración'”... “Hace falta, pues, que la educación en la oración se convierta de alguna manera en un punto determinante de toda programación pastoral” (Carta Apostólica Novo Millenio ineunte, 33 y 34).

Entre las formas de oración aconsejadas fervientemente por san Alfonso, destaca la visita al Santísimo Sacramento o, como diríamos hoy, la adoración, breve o prolongada, personal o comunitaria, ante la Eucaristía. “Ciertamente -escribe Alfonso- entre todas las devociones esta de adorar a Jesús sacramentado es justo después de los sacramentos, la más querida por Dios y la más útil para nosotros... ¡Oh, qué bella delicia estar delante de una altar con fe.. presentando nuestras necesidades, como hace un amigo a otro con el que se tiene total confianza!” (“Visitas al Santísimo Sacramento, a María Santísima y a San José correspondientes a cada día del mes”. Introducción). La espiritualidad alfonsiana es, de hecho, eminentemente cristológica, centrada en Cristo y en su Evangelio. La meditación del misterio de la Encarnación y de la Pasión del Señor son frecuentemente objeto de su predicación. En estos eventos, la Redención es ofrecida a todos los hombres “copiosamente”. Y justo porque es cristológica, la piedad alfonsiana es también exquisitamente mariana. Muy devoto de María, Alfonso ilustra su papel en la historia de la salvación: socia de la Redención y mediadora de gracia, Madre, Abogada y Reina. Además, san Alfonso afirma que la devoción a María nos confortará en el momento de nuestra muerte. Estaba convencido que la meditación sobre nuestro destino eterno, sobre nuestra llamada a participar para siempre en la beatitud de Dios, así como la posibilidad trágica de la condenación, contribuye a vivir con serenidad y compromiso, y a afrontar la realidad de la muerte conservando siempre la confianza en la bondad de Dios.

San Alfonso María de Ligorio es un ejemplo de pastor celoso, que ha conquistado las almas predicando el Evangelio y administrando los Sacramentos, combinado con un modo de hacer basado en una bondad humilde y suave, que nacía de la intensa relación con Dios, que es la Bondad infinita. Tuvo una visión realista y optimista de los recursos del bien que el Señor da a cada hombre y dio importancia a los afectos y a los sentimientos del corazón, además de la mente, para poder amar a Dios y al prójimo.

En conclusión, quisiera recordar que nuestro santo, análogamente a San Francisco de Sales -del que hablé hace alguna semana- insiste en decir que la santidad es accesible a todos los cristianos: “El religioso por religioso, el seglar por seglar, el sacerdote por sacerdote, el casado por casado, el comerciante por comerciante, el soldado por soldado, y así hablando en todos los estados”(Práctica de amor a Jesucristo. Obras ascéticas I, Roma 1933, p. 79). Agradezcamos al Señor que, con su Providencia, suscita santos y doctores en lugares y tiempos diversos, que hablan el mismo lenguaje para invitarnos a crecer en la fe y a vivir con amor y con alegría nuestro ser cristianos en las sencillas acciones de cada día, para caminar en el camino de la santidad, en el camino hacia Dios y hacia la verdadera alegría. Gracias.

29 de marzo de 2011

"El Rey de la Gloria ha vuelto a ser crucificado por las manos de los hombres"

Queridos amigos: Como ya hemos visto en estos días por desgracia, no han parado de profanar Iglesias, capillas y Sagrarios. Comenzamos el pasado 11 de febrero de 2011 con el Sagrario de la Parroquia de Santa Catalina de Majadahonda (Madrid) con el Santísimo dentro, unos días antes habían intentado quemarla. También una de Carabanchel, lo siguiente que hicieron fue la profanación las capillas universitarias de Madrid, Barcelona y Valencia. Esto es un gran sufrimiento y dolor para el corazón de todos los católicos pues la Eucaristía es lo más grande que tenemos. Es el mismo Cuerpo de Cristo el que ha sido profanado y ultrajado. Se ha vuelto a realizar lo que aconteció hace 2011 años, se ha vuelto a crucificar al rey de la Gloria ¡Qué gran dolor!, nuestro Señor, el Rey de reyes y Señor de señores, vuelve a estar en manos de aquellos que le crucificaron en las afueras de Jerusalén.

Nosotros como cristianos, porque amamos a nuestro Señor, surge de nuestro corazón el deseo de reparar todas las injurias y menosprecios que recibe nuestro Señor cada día y en cada momento. Queremos reparar este gran dolor para el Corazón de Cristo. Por ello aquí os propongo dos nuevas oraciones para que podáis rezarlas a los pies del Sagrario, pidiendo por la conversión de los pecadores, de aquellos que han profanado el sagrarios y capillas, suplicando al Padre la gracia de serle enteramente fiel hasta él momento en el que decida llevarnos a la vida eterna.

ACTO DE DESAGRAVIO DE PÍO XI

¡Oh dulcísimo Jesús, cuyo inmenso amor a los hombres no ha recibido en pago, de los ingratos, más que olvido, negligencia y menosprecio! Vednos postrados ante vuestro altar, para reparar, con especiales homenajes de honor, la frialdad indigna de los hombres y las injurias con que, en todas partes, hieren vuestro amantísimo Corazón.

Mas recordando que también nosotros alguna vez nos manchamos con tal indignidad de la cual nos dolemos ahora vivamente, deseamos, ante todo, obtener para nuestras almas vuestra divina misericordia, dispuestos a reparar, con voluntaria expiación, no sólo nuestros propios pecados, sino también los de aquellos que, alejados del camino de la salvación y obstinados en su infidelidad, o no quieren seguiros como a Pastor y Guía, o, conculcando las promesas del Bautismo, han sacudido el suavísimo yugo de vuestra ley.

Nosotros queremos expiar tan abominables pecados, especialmente la inmodestia y la deshonestidad de la vida y de los vestidos, las innumerables asechanzas tendidas contra las almas inocentes, la profanación de los días festivos, las execrables injurias proferidas contra vos y contra vuestros Santos, los insultos dirigidos a vuestro Vicario y al Orden Sacerdotal, las negligencias y horribles sacrilegios con que es profanado el mismo Sacramento del amor y, en fin, los públicos pecados de las naciones que oponen resistencia a los derechos y al magisterio de la Iglesia por vos fundada.

¡Ojalá que nos fuese dado lavar tantos crímenes con nuestra propia sangre! Mas, entretanto, como reparación del honor divino conculcado, uniéndola con la expiación de la Virgen vuestra Madre, de los Santos y de las almas buenas, os ofrecemos la satisfacción que vos mismo ofrecisteis un día sobre la cruz al Eterno Padre y que diariamente se renueva en nuestros altares, prometiendo de todo corazón que, en cuanto nos sea posible y mediante el auxilio de vuestra gracia, repararemos los pecados propios y ajenos y la indiferencia de las almas hacia vuestro amor, oponiendo la firmeza en la fe, la inocencia de la vida y la observancia perfecta de la ley evangélica, sobre todo de la caridad, mientras nos esforzamos además por impedir que seáis injuriado y por atraer a cuantos podamos para que vayan en vuestro seguimiento.

¡Oh benignísimo Jesús! Por intercesión de la Santísima Virgen María Reparadora, os suplicamos que recibáis este voluntario acto de reparación; concedednos que seamos fieles a vuestros mandatos y a vuestro servicio hasta la muerte y otorgadnos el don de la perseverancia, con el cual lleguemos felizmente a la gloria, donde, en unión del Padre y del Espíritu Santo, vivís y reináis, Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.

LETANÍAS DE DESAGRAVIO

Bendito sea Dios.
Bendito sea su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo verdadero Dios y verdadero Hombre.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendito sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Consolador.
Bendita sea la Incomparable Madre de Dios la Santísima Virgen María.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el Nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea San José su casto esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.

28 de marzo de 2011

SIEMPRE ES TIEMPO PARA LEVANTARSE (Lc 15, 1-3; 11-32)


Esa es nuestra esperanza y nuestro gozo, que nuestro PADRE DIOS nos espera con deseos infinitos de abrazarnos y salvarnos. No hace falta más que decir: "Sí, quiero levantarme, y ponerme en camino".

Me viene a la memoria el hermoso pasaje del buen ladrón: En el último momento de su vida, cuando todo estaba perdido, por la Gracia de DIOS, supo abrir los ojos y ver el tesoro infinito que tenía a su lado, también todos lo tenemos a nuestro lado, y mirándolo levantarse y caminar hacia ÉL. Realmente escribió toda esa hermosa parábola en un instante.

¿Y qué decir del hermano mayor? ¿No representa también, en cierto sentido, a todos los hombres y todas las mujeres, y quizá sobre todo a los que lamentablemente se alejan de la Iglesia? La racionalización de su actitud y de sus acciones despierta cierta simpatía, pero en definitiva refleja su incapacidad de comprender el amor incondicional. Incapaz de pensar más allá de los límites de la justicia natural, queda atrapado en la envidia y en el orgullo, alejado de Dios, aislado de los demás y molesto consigo mismo. (Benedicto XVI. Discurso al cuarto grupo de obispos de Canadá en visita "ad limina" lunes 9 de octubre de 2006

El amor desinteresado del Padre no puede dejarnos indiferentes. Esforcémonos por amar como el Padre amó, sin importar que nuestro orgullo se sienta herido, y que la justicia humana no se cumpla. Porque en esto consiste el verdadero amor, en amar a los que no corresponden, aún más, a los que nos hacen injusticias. Llevemos este mensaje gozoso a los demás, y empecemos a instaurar la civilización del amor a partir de hoy en nuestro día ordinario.

26 de marzo de 2011

LA CUARESMA ES “HACERME SEMEJANTE A ÉL EN SU MUERTE”.


Efectivamente, como nos recuerda la carta a los Filipenses, la cuaresma es dejarse llevar y transformar por el Espíritu Santo para hacerme semejante a él y llevar a cabo una conversión profunda de mi vida.


La cuaresma es el tiempo que precede y dispone a la celebración de la pascua. Es un tiempo precioso para escuchar la palabra de Dios y suplicar la conversión del corazón, es decir, poner en nuestro corazón el deseo de adquirir un corazón nuevo. Es un momento propicio de reconciliación con Dios y con los hermanos a través de las armas de la penitencia cristiana: la oración, el ayuno y la limosna.

En este tiempo, los fieles, estamos llamados a meditar y a tener muy presente en nuestra vida la Pasión y Muerte de nuestro Señor.

El comienzo de los cuarenta días de penitencia se caracteriza por el austero símbolo de las Cenizas, por el que los pecadores  convertidos, en la antigüedad, se sometían a la penitencia canónica. El gesto de cubrirse con ceniza tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios.

Hoy este gesto la Iglesia lo ha tomado como una expresión del corazón penitente del hombre, que está llamado a la conversión sincera.

Durante este tiempo de cuaresma, el pueblo cristiano está llamado a dirigir el espíritu hacia las realidades que son verdaderamente importantes, no buscando los bienes terrenos sino los bienes del cielo. Para esto hace falta un esfuerzo, es necesario morir a uno mismo para abrazar a Cristo crucificado.

Para dejarnos transformar por la acción del Espíritu Santo,  y orientar nuestra existencia según la voluntad de Dios, es necesario primero reconocer nuestra debilidad y acoger con una sincera revisión de vida la gracia renovadora del Sacramento de la Penitencia y caminar con decisión hacia Cristo.

Este tiempo de cuaresma nos impulsa cada día a liberar nuestro corazón del peso de las cosas materiales, de un vínculo egoísta con la tierra que nos empobrece y nos impide estar disponibles y abiertos a Dios y al prójimo. A través de las prácticas tradicionales del ayuno, la limosna y la oración, la cuaresma nos va a enseñar a vivir de modo cada vez más radical el amor de Cristo.

El ayuno adquiere un significado profundamente religioso, consiste en hacer más pobre nuestra mesa para aprender a superar nuestro egoísmo y vivir así en la lógica del don y del amor de Dios. Cuando nos privamos de alguna cosa aprendemos a apartar la mirada de nuestro “yo” para descubrir a Alguien a nuestro lado y reconocer a Dios en los rostros de tantos de nuestros hermanos.

La limosna se presenta ante la tentación del tener. El afán de poseer provoca violencia, prevaricación y muerte, por eso la Iglesia recuerda la práctica de la limosna. La idolatría de los bienes aleja a las personas de los otros, despoja al hombre, lo hace infeliz, lo engaña, lo defrauda sin realizar lo que promete, porque sitúa las cosas materiales en el lugar de Dios, única fuente de la vida. Esta práctica nos recuerda el primado de Dios y la atención hacia los demás.

La oración es un elemento necesario para poner el corazón en Dios, debemos meditar e interiorizar la palabra de dios, así Cristo hablará a nuestro corazón y descubriremos el amor maravilloso de Dios para con el hombre. En la oración encontramos tiempo para Dios, para conocer que sus palabras no pasarán, para entrar en la intima comunión con él que nadie podrá quitarnos y que nos abre a la esperanza que no falla, a la vida eterna.

Por eso debemos de acogernos a estas armas para apartar las tentaciones del mundo seductor y acogernos a Cristo, nuestro Rey y Señor, que es quien verdaderamente corresponde con lo que nuestro corazón desea.

25 de marzo de 2011

11 preguntas sobre Jesús de Nazaret

El último libro del Papa en formato preguntas y respuestas
jesus_de_nazaret-2Madrid, 15 de marzo de 2011.- Benedicto XVI ha escrito el segundo volumen sobre Jesucristo: ‘Jesús de Nazaret. Desde la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección’. Esta segunda parte está centrada en la pasión y resurrección de Jesús. Si bien se trata de un libro de  rigurosa investigación teológica, se plantean también las preguntas interesantes para todo cristiano: ¿es Jesús Dios?, ¿Qué importancia tiene la resurrección de Jesús?, ¿por qué Dios no se reveló a los poderosos del mundo, y sólo a un pequeño grupo de discípulos?, ¿qué sentido tiene la confesión?...

El periodista Marc Argemí ha resumido el nuevo libro del Papa en un formato de preguntas y respuestas. Aquí te ofrecemos 11 de ellas. (Fuente: Marc Argemí http://bxvi.wordpress.com)

1.    ¿Qué busca Joseph Ratzinger-Benedicto XVI con este nuevo libro?
“Podría decirse, exagerando un poco, que quería encontrar al Jesús real (…) he tratado de desarrollar una mirada al Jesús de los Evangelios, un escucharle a él que pudiera convertirse en un encuentro; pero también, en la escucha en comunión con los discípulos de Jesús de todos los tiempos, llegar a la certeza de la figura realmente histórica de Jesús”
Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. Segunda parte. Desde la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección. Madrid 2011, Ediciones Encuentro. Página 9

2.    ¿Es Jesús Dios?
“En Jesús, Dios se ha hecho hombre. Dios ha entrado en nuestro mismo ser. En Él, Dios es realmente el ‘Dios-con-nosotros’ (…). Dar a conocer a Cristo significa dar a conocer a Dios”
Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. Segunda parte. Página 113

3.    ¿Cómo es posible que Jesús fuera recibido con alabanzas en Jerusalén y al cabo de pocos días fuera crucificado?
“La escena del homenaje mesiánico a Jesús tuvo lugar al entrar en la ciudad, y (…) sus protagonistas no fueron los habitantes de Jerusalén, sino los que acompañaban a Jesús entrando con Él en la Ciudad Santa (…) Algo se había oído hablar del profeta que venía de Nazaret, pero no parecía tener ninguna relevancia para Jerusalén, no era conocido. La multitud que homenajeaba a Jesús en la periferia de la ciudad no es la misma que pediría después su crucifixión”
Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. Segunda parte. Páginas 18-19

jesus_ingles14.    ¿Qué quería Jesús cuando se puso a lavar los pies a sus discípulos?
“Jesús presta a sus discípulos un servicio propio de esclavos (…) Con un acto simbólico, Jesús aclara el conjunto de su servicio salvífico. Se despoja de su esplendor divino, se arrodilla, por decirlo así, ante nosotros, lava y enjuga nuestros pies sucios para hacernos dignos de participar en el banquete nupcial de Dios (…). El gesto de lavar los pies expresa precisamente esto: el amor servicial de Jesús es lo que nos saca de nuestra soberbia y nos hace capaces de Dios, nos hace ‘puros’.”
Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. Segunda parte. Página 73

5.    Pedro promete ser fiel a Jesús, pero Jesús le anuncia su triple negación ¿Qué falló ve Jesús en su planteamiento?
Al ser contrario a la cruz, [Pedro] no puede entender la palabra resurrección y quisiera el éxito sin la cruz. Él confía en sus propias
fuerzas. ¿Quién puede negar que su actitud refleja la tentación constante de los cristianos, e incluso también de la Iglesia, de llegar al éxito sin la cruz? Por eso se le ha de anunciar su debilidad, su triple negación. Nadie es por sí mismo tan fuerte como para recorrer hasta el final el camino de salvación”
Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. Segunda parte. Página 180

6.    ¿Por qué el arrepentimiento de Judas acaba mal?
“Su arrepentimiento se convierte en desesperación. Ya no ve más que a sí mismo y sus tinieblas, ya no ve la luz de Jesús, esa luz que puede iluminar y superar incluso las tinieblas. De este modo, nos hace ver el modo equivocado del arrepentimiento: un arrepentimiento que ya no es capaz de esperar, sino que ve únicamente la propia oscuridad, es destructivo y no es un verdadero arrepentimiento. La certeza de la esperanza forma parte del verdadero arrepentimiento, una certeza que nace de la fe en que la Luz tiene mayor poder y se ha hecho carne en Jesús”
Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. Segunda parte. Páginas 87-88

7.    ¿Qué importancia tiene la resurrección de Jesús?
“La fe cristiana se mantiene o cae con la verdad del testimonio de que Cristo ha resucitado de entre los muertos. Si se prescinde de esto, aún se pueden tomar sin duda de la tradición cristiana ciertas ideas interesantes sobre Dios y el hombre, sobre su ser hombre y su deber ser -una especie de concepción religiosa del mundo-, pero la fe cristiana queda muerta (…) Sólo si Jesús ha resucitado ha sucedido algo verdaderamente nuevo que cambia el mundo y la situación del hombre. Entonces Él, Jesús, se convierte en el criterio del que podemos fiarnos. Pues, ahora, Dios se ha manifestado verdaderamente”
Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. Segunda parte. Páginas 281-282

8.    ¿Cómo encuentra el hombre la vida eterna, según Jesús?
“El hombre ha encontrado la vida cuando se sustenta en Él, que es la vida misma. Entonces, muchas cosas en el hombre pueden ser abandonadas. La muerte puede sacarlo de la biosfera, pero la vida que la transciende, la vida verdadera, ésa perdura (…). Lo que da esa vida que ninguna muerte puede quitar es la relación con Dios en Jesucristo”
Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. Segunda parte. Páginas 104-105

jesus_checo9.    ¿Por qué Dios no se reveló a los poderosos del mundo, y sólo a un pequeño grupo de discípulos?
“Es propio del misterio de Dios actuar de manera discreta. Sólo poco a poco va construyendo su historia en la gran historia de la humanidad. Se hace hombre, pero de tal modo que puede ser ignorado por sus contemporáneos, por las fuerzas de renombre en la historia. Padece y muere y, como Resucitado, quiere llegar a la humanidad solamente mediante la fe de los suyos, a los que se manifiesta. No cesa de llamar con suavidad a las puertas de nuestro corazón y, si le abrimos, nos hace lentamente capaces de ‘ver’. Pero ¿no es éste acaso el estilo divino? No arrollar con el poder exterior, sino dar libertad, ofrecer y suscitar amor”
Joseph Ratzinger-Benedicto XVI,Jesús de Nazaret. Segunda parte.Página 321

10.    ¿Qué sentido tiene la confesión, el sacramento de la penitencia?
“De lo que se trata en el fondo es de que la culpa no debe seguir supurando ocultamente en el alma, envenenándola así desde dentro. Necesita la confesión. Por la confesión la sacamos a la luz, la exponemos al amor purificador de Cristo (cf. Jn 3, 20s). En la confesión el Señor vuelve a lavar siempre nuestros pies sucios y nos prepara para la comunión de mesa con Él”
Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. Segunda parte. Página 93

11.    Jesús dice: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28,20) ¿Cómo lo consigue? ¿Dónde está?
“El Señor viene en su Palabra; viene en los sacramentos, especialmente en la santa Eucaristía; entra en mi vida mediante palabras o acontecimientos. Pero hay también modalidades de dicha venida que hacen época”.
Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. Segunda parte. Páginas 337

23 de marzo de 2011

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA

Benedicto XVI: Lorenzo de Brindisi y la Sagrada Escritura


Hoy en la audiencia general

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 23 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la catequesis que el Papa Benedicto XVI pronunció hoy durante la Audiencia General celebrada en el Aula Pablo VI, dentro de su ciclo de doctores de la Iglesia.
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Queridos hermanos y hermanas,
recuerdo aún con alegría la acogida festiva que se me reservó en 2008 en Brindisi, la ciudad que en 1559 vio nacer a un insigne doctor de la Iglesia, san Lorenzo de Brindisi, nombre que Giulio Cesare Rossi asumió al entrar en la Orden de los Capuchinos. Desde la infancia fue atraído por la familia de san Francisco de Asís. De hecho, huérfano de padre a los siete años, fue confiado por la madre a los cuidados de los frailes Conventuales de su ciudad. Algunos años después, sin embargo, se trasladó con su madre a Venecia, y precisamente en el Véneto conoció a los Capuchinos, que en aquella época se habían puesto generosamente al servicio de toda la Iglesia, para incrementar la gran reforma espiritual promovida por el Concilio de Trento. 

En 1575 Lorenzo, con la profesión religiosa, se convirtió en fraile capuchino, y en 1582 fue ordenado sacerdote. Ya durante los estudios eclesiásticos mostró las eminentes cualidades intelectuales de las que había sido dotado. Aprendió fácilmente las lenguas antiguas, entre ellas el griego, el hebreo y el sirio, y las modernas como el francés y el alemán, que se unían al conocimiento de la lengua italiana y al de la latina, que en esa época se hablaba con fluidez entre los eclesiásticos y los hombres de cultura.

Gracias al dominio de muchos idiomas, Lorenzo pudo llevar a cabo un intenso apostolado hacia diversas categorías de personas. Predicador eficaz, conocía de modo profundo no sólo la Biblia, sino también la literatura rabínica, que los propios Rabinos se quedaban asombrados y admirados, manifestándole estima y respeto. Teólogo versado en la Sagrada Escritura y en los Padres de la Iglesia, era capaz de ilustrar de modo ejemplar la doctrina católica también a los cristianos que, sobre todo en Alemania, se habían adherido a la Reforma. Con su exposición clara y tranquila, mostraba el fundamento bíblico y patrístico de todos los artículos de fe puestos en discusión por Martín Lutero. Entre estos, la primacía de san Pedro y de sus sucesores, el origen divino del Episcopado, la justificación como transformación interior del hombre, la necesidad de las obras buenas para la salvación. El éxito que gozó Lorenzo nos ayuda a comprender que también hoy, llevando hacia adelante el diálogo ecuménico con tanta esperanza y la confrontación con las Sagradas Escrituras, leídas según la Tradición de la Iglesia, constituyen un elemento irrenunciable y de fundamental importancia, como he querido recordar en la Exhortación Apostólica Verbum Domini (n.46).

También los fieles más sencillos, no dotados de gran cultura, se beneficiaron de las palabras convincentes de Lorenzo, que se dirigía a la gente humilde para exhortar a todos a la coherencia de la propia vida con la fe profesada. Esto fue un gran mérito de los Capuchinos y de otras órdenes religiosas, que en los siglos XVI y XVII, contribuyeron a la renovación de la vida cristiana penetrando en profundidad en la sociedad con su testimonio de vida y sus enseñanzas. También hoy, la nueva evangelización necesita apóstoles bien preparados, con celo y valientes, para que la luz y la belleza del Evangelio prevalezcan sobre las tendencias culturales del relativismo ético y de la indiferencia religiosa, y transformen los distintos modos de pensar y de actuar en un auténtico humanismo cristiano. Es sorprendente que san Lorenzo de Brindisi pudiera desarrollar ininterrumpidamente esta actividad de apreciado e infatigable predicador en muchas ciudades de Italia y en distintos países, no obstante realizara encargos importantes y de gran responsabilidad. Dentro de la Orden de los Capuchinos, de hecho, fue profesor de teología, maestro de novicios, muchas veces ministro provincial y consejero general y, finalmente ministro general del 1602 al 1605.
En medio de tantos trabajos, Lorenzo cultivó una vida espiritual de fervor excepcional, dedicando mucho tiempo a la oración y de modo especial a la celebración de la Santa Misa, que a menudo conllevaba horas, entendiendo y conmoviéndose con el memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.

En la escuela de los santos, todo presbítero, como ha menudo se ha subrayado durante el reciente Año Sacerdotal, puede evitar el peligro del activismo, de actuar, es decir, olvidando las motivaciones profundas del ministerio, solamente si cuida su propia vida interior. Hablando a los sacerdotes y a los seminaristas en la catedral de Brindisi, ciudad natal de san Lorenzo, he recordado que “el momento de la oración es el más importante en la vida del sacerdote, es en el que actúa con más eficacia la gracia divina, fecundando su ministerio. Rezar es el primer servicio que hay que ofrecer a la comunidad. Y por esto, los momentos de oración deben tener en nuestra vida una verdadera prioridad.. Si no estamos interiormente en comunión con Dios, no podemos dar nada a los demás. Por esto Dios es la primera prioridad. Debemos reservar siempre el tiempo necesario para estar en comunión de oración con nuestro Señor”. Por lo demás, con el ardor inconfundible de su estilo, Lorenzo exhorta a todos, no sólo a los sacerdotes, a cultivar la vida de oración porque por medio de esta nosotros hablamos a Dios y Dios nos habla a nosotros: “¡Oh, si tuviésemos en cuenta esta realidad! -exclama- Es decir que Dios está de verdad presente ante nosotros cuando le hablamos rezando; que escucha verdaderamente nuestra oración, aunque si solo rezamos con el corazón y con la mente. Y no sólo está presente y nos escucha, sino que puede y desea contestar voluntariamente y con máximo placer nuestras preguntas”.

Otro detalle que caracteriza la obra de este hijo de San Francisco es su actuación por la paz. Sea los Sumos Pontífices que los príncipes católicos le confiaron repetidamente importantes misiones diplomáticas para dirimir controversias y favorecer la concordia entre los Estados Europeos, amenazados en aquel tiempo por el Imperio otomano. La autoridad moral que tenía lo hacía ser considerado consejero solicitado y escuchado. Hoy, como en los tiempos de San Lorenzo, el mundo tiene necesidad de hombres y mujeres pacíficos y pacificadores. Todos los que creen en Dios deben ser siempre fuentes y constructores de paz. Fue en ocasión de una de estas misiones diplomáticas cuando Lorenzo terminó su vida terrena, en 1619 en Lisboa, donde había ido a encontrarse con el rey de España, Felipe III, para defender la causa de sus súbditos napolitanos acosados por las autoridades locales.

Fue canonizado en 1881 y, con motivo de su vigorosa e intensa actividad, de su amplia y armoniosa ciencia, mereció el título de Doctor apostolicus, “Doctor apostólico”, de parte del Beato Papa Juan XXIII en 1959, con ocasión del cuarto centenario de su nacimiento. Tal reconocimiento fue concedido a Lorenzo de Brindisi, también, porque fue autor de numerosas obras de exégesis bíblica, de teología y de escritos destinados a la predicación. En estos ofrece una exposición sistemática de la historia de la salvación, centrada en el misterio de la Encarnación, la más grande manifestación del amor divino por los hombres. Además, siendo un mariólogo de gran valor, autor de un compendio de sermones sobre Nuestra Señora llamado “Mariale”, pone en evidencia el papel único de la Virgen María, de la que afirma con claridad la Inmaculada Concepción y la cooperación en la obra de redención cumplida en Cristo.

Con fina sensibilidad teológica, Lorenzo de Brindisi también puso de relieve la acción del Espíritu Santo en la existencia del creyente, Nos recuerda que con sus dones, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, ilumina y ayuda en nuestro compromiso de vivir con alegría el mensaje del Evangelio. “El Espíritu Santo -escribe San Lorenzo- vuelve dulce el yugo de la ley divina y ligero su peso, de manera que sigamos los mandamientos de Dios con gran facilidad, incluso con complacencia”.

Quisiera completar esta breve presentación de la vida y de la doctrina de San Lorenzo de Brindisi, destacando que toda su actividad fue inspirada por un gran amor a las Sagradas Escrituras, que sabía ampliamente de memoria, y por la convicción de que la escucha y la acogida de la Palabra de Dios produce una transformación interior que nos conduce a la santidad. “La Palabra del Señor -afirmó- es luz del intelecto y fuego para la voluntad, para que el hombre pueda conocer y amar a Dios. Para el hombre interior, que por medio de la gracia vive del Espíritu Santo, es pan y agua, pero pan dulce como la miel y agua mejor que el vino y la leche... Es un martillo contra un corazón duramente obstinado en los vicios. Es una espada contra la carne, el mundo y el demonio, para destruir todo pecado”. San Lorenzo de Brindisi nos enseña a amar las Sagradas Escrituras, a crecer en la familiaridad con ella, a cultivar cotidianamente la relación de amistad con el Señor en la oración, para que todas nuestras acciones, toda nuestra actividad tenga en Él su comienzo y su cumplimento. Esta es la fuente a la que acudir para que nuestro testimonio cristiano sea luminoso y sea capaz de conducir a los hombres de nuestro tiempo hasta Dios.

[En español dijo]
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Ecuador, Perú, Argentina, México y otros países latinoamericanos. Os invito a que, siguiendo el ejemplo de San Lorenzo de Brindis, escuchéis y acojáis la Palabra de Dios, para que os dejéis transformar interiormente y, así, cada una de vuestras acciones tenga al Señor como su inicio y tienda a él como a su fin. Muchas gracias.

22 de marzo de 2011

LAS JORNADAS MUNDIALES DE LA JUVENTUD: ENCUENTRO PERSONAL CON CRISTO.

Una de las muchísimas cosas que el papa Juan Pablo II nos ha dejado como legado, han sido sin duda alguna, las Jornadas Mundiales de la Juventud. Estas han sido para toda la Iglesia momentos de gracia y bendición y para muchos jóvenes ocasión de encuentro personal con Cristo y con su Iglesia. En estos encuentros el Señor ha mostrado la vocación a la vida consagrada y al sacerdocio ministerial a muchísimos jóvenes. Las Jornadas mundiales han reunido a muchos chavales que sedientos de Cristo acudían en  busca de respuestas a todos los interrogantes de la vida. Y es que es verdad que solo Cristo tiene palabras de vida eterna que corresponden con lo que el corazón humano desea. Cristo sacia el corazón, quien bebe de su corazón nunca más tendrá sed, porque Él viene a saciar los anhelos del corazón del hombre.

La primera Jornada Mundial de la Juventud tuvo lugar el domingo de Ramos de 1986 en Roma, con Juan Pablo II,  y desde ese momento hasta el día de hoy con Benedicto XVI no se ha dejado de llevar a cabo estos grandes encuentros mundiales.

Los Jóvenes de nuestro tiempo tienen que descubrir que la Iglesia está viva y que viene a transmitir un mensaje joven, un mensaje que sacia el corazón del hombre. Esta Iglesia, que es la Iglesia de Cristo, es joven y necesita la ayuda de la juventud para llevar a los demás el rostro de Cristo.

Muchos de nosotros hemos podido contemplar en estos encuentros el Rosto de Cristo que nos llama al seguimiento. Cristo nos dice a cada uno ¡Sígueme! y en la respuesta a esta invitación está el secreto de la verdadera felicidad. Cristo sale a nuestro encuentro a través del sucesor de Pedro.

Es un error pensar que el Cristianismo es algo desfasado o que es para las personas mayores, el Papa Juan Pablo II, en su visita a España en el 2003 nos recordaba que se puede ser moderno y Cristiano a la vez, no es algo incompatible.  

La juventud está llamada a ser sal y luz de la tierra. Están llamados a anunciar a Aquel que es la única promesa de felicidad, nuestra misión es dar sabor a un mundo que cada día más se apaga debido al pecado. Los jóvenes, en sus lugares de trabajo y estudio, deben iluminar a la luz del Evangelio los sufrimientos de todos los hombres.

El Papa Benedicto XVI visitará España este verano para confirmarnos en la fe, para alentarnos y animarnos en el anuncio del Evangelio, sobre todo en estos momentos en los que se hace difícil y cuesta arriba el anuncio, en que la persecución se hace cada más presente.  A pesar de todo él nos dice resistidle firmes en la fe. La fe no puede apagarla la persecución sino acrecentarla y tenemos que estar arraigados en Cristo Jesús que es la piedra angular. Quien está anclado en Cristo nada tendrá que temer, pues él es quien nos dará la fuerza del Espíritu Santo para resistir al llamamiento del mundo.

Recemos para que este encuentro traiga a España la conversión y que muchísimas personas vuelvan a camino de Cristo Jesús, camino que lleva a la salvación eterna. 

16 de marzo de 2011

PASAJE DEL LIBRO "JESÚS DE NAZARET"

 

Benedicto XVI: Y Judas entró en la noche

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 16 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- Presentamos un pasaje del libro del Papa "Jesús de Nazaret. Desde la entrada en Jerusalén hasta la resurrección", adelantado por la "Libreria Editrice Vaticana", de acuerdo con "Ediciones Encuentro", encargada de la edición de la obra en lengua española.

El texto está tomado del cuarto punto -"El misterio del traidor"- del tercer capítulo, titulado "El lavatorio de los pies".

La perícopa del lavatorio de los pies nos pone ante dos for­mas diferentes de reaccionar a este don por parte del hom­bre: Judas y Pedro. Inmediatamente después de haberse re­ferido al ejemplo que da a los suyos, Jesús comienza a ha­blar del caso de Judas. Juan nos dice a este respecto que Jesús, profundamente conmovido, declaró: «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar» (13,21). 

Son momentos en los que Jesús se encuentra con la ma­jestad de la muerte y es tocado por el poder de las tinie­blas, un poder que él tiene la misión de combatir y vencer. Volveremos sobre esta «conmoción» del alma de Jesús cuando reflexionemos sobre la noche en el Monte de los Olivos. 

Inicialmente se alcanza a entender únicamente que quien traicionará a Jesús es uno de los comensales; pero poste­riormente se va clarificando que el Señor tiene que padecer hasta el final y seguir hasta en los más mínimos detalles el destino de sufrimiento del justo, un destino que aparece de muchas maneras sobre todo en los Salmos. 

Así, la palabra del Salmo proyecta anticipadamente su sombra sobre la Iglesia que celebra la Eucaristía, tanto en el tiempo del evangelista como en todos los tiempos: con la traición de Judas, el sufrimiento por la deslealtad no se ha terminado. «Incluso mi amigo, de quien yo me fiaba, el que compartía mi pan, me ha traicionado» (Sal 41,10). La ruptura de la amistad llega hasta la fraternidad de comu­nión de la Iglesia, donde una y otra vez se encuentran per­sonas que toman «su pan» y lo traicionan. 

Lo que sucedió con Judas, para Juan, ya no es explicable psicológicamente. Ha caído bajo el dominio de otro: quien rompe la amistad con Jesús, quien se sacude de encima su «yugo ligero», no alcanza la libertad, no se hace libre, sino que, por el contrario, se convierte en esclavo de otros pode­res; o más bien: el hecho de que traicione esta amistad proviene ya de la intervención de otro poder, al que ha abierto sus puertas. Y, sin embargo, la luz que se ha­bía proyectado desde Jesús en el alma de Judas no se oscureció completamente. Hay un primer paso hacia la conversión: «He peca­do», dice a sus mandantes. Trata de salvar a Jesús y de­vuelve el dinero (cf. Mt 27,3ss). 

Todo lo puro y grande que había recibido de Jesús seguía grabado en su alma, no podía olvidarlo. Su segunda tragedia, des­pués de la traición, es que ya no logra creer en el per­dón. Su arrepentimiento se convierte en desesperación. Ya no ve más que a sí mis­mo y sus tinieblas, ya no ve la luz de Jesús, esa luz que puede iluminar y superar incluso las tinieblas. De este mo­do, nos hace ver el modo equivocado del arrepentimiento: un arrepentimiento que ya no es capaz de esperar, sino queve únicamente la propia oscuridad, es destructivo y no es un verdadero arrepentimiento. La certeza de la esperanza forma parte del verdadero arrepentimiento, una certeza que nace de la fe en que la Luz tiene mayor poder y se ha he­cho carne en Jesús. 

Juan concluye el pasaje sobre Judas de una manera dra­mática con las palabras: «En cuanto Judas tomó el bocado, salió. Era de noche» (13,30). Judas sale fuera, y en un sen­tido más profundo: sale para entrar en la noche, se marchade la luz hacia la oscuridad; el «poder de las tinieblas» se ha apoderado de él (cf. Jn 3,19; Lc 22,53).

14 de marzo de 2011

Una nueva web: la alegría del Papa

Os informo de que se ha creado una nueva página web en la que se recogen numerosos vídeos de Juan Pablo II con los jóvenes: alegría del Papa.

El que os pongo a continuación es el que sirve de introducción a todo el conjunto. Me ha emocionado porque tuve la ocasión de estar en varios de esos encuentros del Univ. Concretamente, en la Pascua del año 1980 el Papa hizo algo realmente sorprendente y llamativo. Invitó a todos los participantes del congreso Univ -varios millares de personas- a entrar en su casa: les hizo pasar al patio de san Dámaso, dentro de los muros del Vaticano.

Recuerdo muy bien ese momento mágico. Un sacerdote me pidió que le acompañase a buscar una farmacia de turno. Era el domingo de Resurrección y necesitamos más de media hora para encontrarla, recorriendo a pie las calles del barrio. Cuando regresamos a la Plaza nos encontramos con la sorpresa: varios miles de personas habían desaparecido como por arte de magia. Estaban allí los autobuses aparcados, pero no había ni rastro de la gente. ¿Qué ha pasado? Entonces oímos un clamor procedente del interior del palacio vaticano. Y pudimos entrar por los pelos en ese encuentro tan entrañable. Para mí fue el mejor de todos, por la novedad quizá y por el clima maravilloso que se creó entre el Papa y los jóvenes. Lo teníamos casi al alcance de la mano: podíamos ver su sonrisa, sus gestos y también sentir su mirada divertida.

Ha sido una bendición de Dios para mí el haber podido ser testigo presencial de esos momentos.




12 de marzo de 2011

Youcat en internet

Hace unos días un amigo me invitó a participar en un grupo de facebook y me pidió el favor de promoverlo también desde otros blogs: ¿por qué no youcat gratis en internet?

Youcat es un catecismo que formará parte de la mochila del peregrino en la Jornada Mundial de la Juventud Madrid 2011.

Yo todavía no lo conozco. Por eso me ha parecido una buena idea promover esta iniciativa. Youcat tendría que estar ya al alcance de todos los cibernautas. ¿Por qué no se difunde gratuitamente? No sé las respuestas.


11 de marzo de 2011

LO IMPORTANTE ES EL RESULTADO FINAL (Lc 9, 22-25)


El camino que Cristo propone es difícil. Pero ¿qué es aquello que ha movido a tantos hombres y mujeres a seguir a alguien que predica todo lo contrario que el mundo de hoy ofrece? 

Es cierto, que hay algo de locura en esto. Una locura que experimentan sólo quienes han conocido a Cristo y, por consiguiente, le han experimentado vivo y enérgicamente atractivo.

Por algo el Papa Juan Pablo II gritaba con ardor en sus labios: “¡Abrid de par en par las puertas a Cristo! ¿Qué teméis? Tened confianza en él. Arriesgaos a seguirlo. Esto exige, evidentemente, que salgáis de vosotros mismos, de vuestros razonamientos, de vuestra «prudencia», de vuestra indiferencia, de vuestra suficiencia, de vuestras costumbres no cristianas que quizá habéis adquirido. Dejad que Cristo sea para vosotros el camino, la verdad y la vida. Dejad que sea vuestra salvación y vuestra felicidad.” 

Es reconfortante, alentador y testimonial la acción del ESPÍRITU SANTO en nuestro Papa santo, que nos repite aquellas mismas palabras que su Maestro, nuestro SEÑOR JESÚS, nos dijera y nos dice hoy (Lc 9, 22-25) a través de su Palabra Viva en el Evangelio de cada día. 

El camino es duro y difícil, a nadie se le ha escondido, pero la gloria a alcanzar es todavía más gloriosa y gozosa como no podemos imaginar. 

Realmente es eso lo que buscamos y lo que perseguimos, y por donde quiera que vayamos no escaparemos al sufrimiento, al dolor y a las tristezas (ver aquí), así que es mejor emprenderlo por el camino de la esperanza y de la verdad, y ese es sólo JESÚS de Nazaret.

9 de marzo de 2011

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA


Benedicto XVI: El recorrido bautismal de la Cuaresma 

Hoy en la Audiencia General

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 9 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la catequesis que el Papa Benedicto XVI pronunció hoy Miércoles de Ceniza, durante la Audiencia General celebrada en el Aula Pablo VI.
* * * * *
Queridos hermanos y hermanas,
Hoy, marcados por el austero símbolo de las Cenizas, entramos en el Tiempo de Cuaresma, iniciando un itinerario espiritual que nos prepara a celebrar dignamente los misterios pascuales. La ceniza bendecida impuesta sobre nuestra cabeza es un signo que nos recuerda nuestra condición de criaturas, nos invita a la penitencia y a intensificar el empeño de conversión para seguir cada vez más al Señor.

La Cuaresma es un camino, es acompañar a Jesús que sube a Jerusalén, lugar del cumplimiento de su misterio de pasión, muerte y resurrección; nos recuerda que la vida cristiana es un “camino” que recorrer, que consiste no tanto en una ley que observar, sino la persona misma de Cristo, a la que hay que encontrar, acoger, seguir. Jesús, de hecho, nos dice: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga" (Lc 9,23). Es decir, nos dice que para llegar con Él a la luz y a la alegría de la resurrección, a la victoria de la vida, del amor, del bien. También nosotros debemos tomar la cruz de cada día, como nos exhorta una bella página de la Imitación de Cristo: "Carga con tu cruz y sigue a Jesús; así irás hacia la vida eterna. 

Él fue delante, llevando su propia cruz y murió por ti en la cruz para que tú lleves tu propia cruz y estés dispuesto a morir en ella. Porque si mueres con Él con Él igualmente vivirás. Y si eres su socio en la pena también lo serás en el triunfo” (L. 2, c. 12, n. 2). En la Santa Misa del Primer Domingo de Cuaresma rezaremos: Oh Dios nuestro Padre, con la celebración de esta Cuaresma, signo sacramental de nuestra conversión, concede a tus fieles crecer en el conocimiento del misterio de Cristo y de dar testimonio de él con una digna conducta de vida” (Colecta). Es una invoación que dirigimos a Dios porque sabemos que sólo Él puede convertir nuestro corazón. Y es sobre todo en la Liturgia, en la participación en los santos misterios, donde somos llevados a recorrer este camino con el Señor; es un ponernos a la escuela de Jesús, recorrer los acontecimientos que nos han traido la salvación, pero no como una simple conmemoración, un recuerdo de hechos pasados. 

En las acciones litúrgicas, Cristo se hace presente a través de la obra del Espíritu Santo, esos acontecimientos salvíficos se vuelven actuales. Hay una palabra-clave a la que se recurre a menudo en la Liturgia para indicar esto: la palabra “hoy”; y esta debe entenderse en el sentido original, no metafórico. Hoy Dios revela su ley y nos da a elegir hoy entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte (cfr Dt 30,19); hoy "el Reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1,15);hoy Cristo ha muerto en el Calvario y ha resucitado de entre los muertos; ha subido al cielo y se ha sentado a la derecha del Padre; hoy se nos da el Espíritu Santo; hoy es el tiempo favorable. Participar en la Liturgia significa entonces sumergir la propia vida en el misterio de Cristo, en su presencia permanente, recorrer un camino en el que entramos en su muerte y resurrección para tener la vida.

En los domingos de Cuaresma, de forma muy particular en este año litúrgico del ciclo A, somos introducidos a vivir un itinerario bautismal, casi a recorrer el camino de los catecúmenos, de quellos que se preparan a recibir el Bautosmo, para reavivar en nosotros este don y para hacer de modo que nuestra vida recupere las exigencias y los compromisos de este Sacramento, que está en la base de nuestra vida cristiana. En el mensaje que he enviado para esta Cuaresma, que querido recordar el nexo particular que liga el Tiempo cuaresmal al Bautismo. Desde siempre la Iglesia asocia la Vigilia Pascual a la celebración del Bautismo, paso a paso: en él se realiza ese gran misterio por el que el hombre, muerto al pecado, es hecho partícipe de la vida nueva en Cristo Resucitado y recibe el Espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos (cfr Rm 8,11). 

Las Lecturas que escucharemos en los próximos domingos y a las que os invito a prestar especial atención, se toman precisamente de la tradición antigua, que acompañaba al catecúmeno en el descubrimiento del Bautismo: son el gran anuncio de lo que Dios obra en este Sacramento, una estupenda catequesis bautismal dirigida a cada uno de nosotros. El Primer Domingo, llamado Domingo de la tentación, porque presenta las tentaciones de Jesús en el desierto, nos invita a renovar nuestra decisión definitiva por Dios y a afrontar con valor la lucha que nos espera para permanecerle fieles. 

Siempre está de nuevo esta necesidad de la decisión, de resistir al mal, de seguir a Jesús. En este Domingo la Iglesia, tras haber oído el testimonio de los padrinos y catequistas, celebra la elección de aquellos que son admitidos a los Sacramentos Pascuales. El Segundo Domingo es llamado de Abraham y de la Transfiguración. El Bautismo es el sacramento de la fe y de la filiación divina; como Abraham, padre de los creyentes, también nosotros somos invitados a partir, a salir de nuestra tierra, a dejar las seguridades que nos hemos construido, para volver a poner nuestra confianza en Dios; la meta se entrevé en la transfiguración de Cristo, el Hijo amado, en el que también nosotros nos convertimos en “hijos de Dios”. En los domingos sucesivos se presenta el Bautismo en las imágenes del agua, de la luz y de la vida. El Tercer Domingo nos hace encontrar a la Samaritana (cfr Jn 4,5-42). Como Israel en el Éxodo, también nosotros en el Bautismo hemos recibido el agua que salva; Jesús, como dice a la Samaritana, tiene un agua de vida, que extingue toda sed; y este agua es su mismo Espíritu.

La Iglesia en este Domingo celebra el primer escrutinio de los catecúmenos y durante la semana les entrega el Símbolo: la Profesión de la fe, el Credo. El Cuarto Domingo nos hace reflexionar sobre la experiencia del “ciego de nacimiento" (cfr Jn 9,1-41). En el Bautismo somos liberados de las tinieblas del mal y recibimos la luz de Cristo para vivir como hijos de la luz. También nosotros debemos aprender a ver la presencia de Dios en el rostro de Cristo y así la luz. En el camino de los catecúmenos se celebra el segundo escrutinio. Finalmente, el Quinto Domingo nos presenta la resurrección de Lázaro (cfr Jn 11,1-45). En el Bautismo hemos pasado de la muerte a la vida y somos hechos capaces de gustar a Dios, de hacer morir el hombre viejo para vivir del Espíritu del Resucitado. Para los catecúmenos, se celebra el tercer escrutinio y durante la semana se les entrega la oración del Señor, el Padrenuestro.

Este itinerario cuaresmal que somos invitados a recorrer en Cuaresma se caracteriza, en la tradición de la Iglesia, por algunas prácticas: el ayuno, la limosna y la oración. El ayuno significa la abstinencia de la comida pero comprende otras formas de privación en aras de una vida más sobria. Todo esto no constituye todavía la realidad plena del ayuno: es el signo externo de una realidad interior, de nuestro compromiso, con la ayuda de Dios, de abstenernos del mal y de vivir el Evangelio. No ayuna de verdad quien no sabe nutrirse de la Palabra de Dios.

El ayuno, en la tradición cristiana, está ligado estrechamente a la limosna. San León Magno enseñaba en uno de sus discursos sobre la Cuaresma: “Cuanto todo cristiano hace siempre, tiene ahora que practicarlo con mayor dedicación y devoción, para cumplir la norma apostólica del ayuno cuaresmal consistente en la abstinencia no sólo de la comida, sino que sobre todo abstinencia de los pecados. A este obligado y santo ayuno, no se le puede añadir obra más útil que la limosna, la que bajo el nombre único de 'misericordia' comprende muchas obras buenas. Inmenso es el campo de las obras de misericordia. No sólo los ricos y pudientes pueden beneficiar a otros con la limosna, también los de modesta o pobre condición. De esta manera, aunque desiguales en los bienes, todos pueden ser iguales en los sentimientos de piedad del alma” (Discurso sobre la Cuaresma, 2: PL 54, 286). San Gregorio Magno recordaba en su Regla Pastoral, que el ayuno es santo por las virtudes que lo acompañan, sobre todo por la caridad, por cada gesto de generosidad que da a los pobres y necesitados el fruto de nuestra privación (cfr 19,10-11).

La Cuaresma, además, es un tiempo privilegiado para la oración. San Agustín dice que el ayuno y la limosna son “las dos alas de la oración”, que le permiten alcanzar mayor impulso y llegar a Dios. Este afirma: “De tal modo nuestra oración, hecha con humildad y caridad, en el ayuno y la limosna, en la templanza y el perdón de las ofensas, dando cosas buenas y no devolviendo las malas, alejándose del mal y haciendo el bien, busca la paz y la consigue. Con las alas de estas virtudes nuestra oración vuela segura y es llevada con más seguridad hasta el cielo, donde Cristo, nuestra paz, nos ha precedido” (Sermón 206, 3 sobre la CuaresmaPL 38,1042). 

La Iglesia sabe que, por nuestra debilidad, es muy fatigoso hacer silencio para ponerse delante de Dios, y tomar conciencia de nuestra condición de criaturas que dependen de Él y de pecadores necesitados de su amor; por esto en Cuaresma, nos invita a una oración más fiel e intensa y a una meditación prolongada sobre la Palabra de Dios. San Juan Crisóstomo nos exhorta: “Embellece tu casa con modestia y humildad a través de la práctica de la oración . Vuelve espléndida tu casa con la luz de la justicia; adorna sus paredes con las obras buenas como si fuesen una pátina de oro puro y en lugar de muros y de piedras preciosas coloca la fe y la sobrenatural magnanimidad, poniendo sobre todas las cosas, en alto del frontón, la oración como decoración de todo el complejo. Así preparas al Señor una morada digna, así lo acoges en un espléndido palacio. Él te concederá transformar tu alma en templo de su presencia” (Homilía  sobre la OraciónPG64,466).

Queridos amigos, en este camino cuaresmal estemos atentos a acoger la invitación de Cristo a seguirlo de un modo más decidido y coherente, renovando la gracia y los compromisos de nuestro Bautismo, para abandonar el hombre viejo que está en nosotros y revestirnos de Cristo, para, renovados, alcanzar la Pascua y poder decir con san Pablo “no vivo yo, es Cristo que vive en mí” (Gal 2,20). ¡Buen camino cuaresmal a todos vosotros!¡Gracias!

[En español dijo]
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, México, Chile y otros países latinoamericanos. Queridos amigos, en este camino cuaresmal, os invito a acoger la invitación de Cristo a seguirlo de un modo más decidido y coherente, renovando la gracia y los compromisos bautismales, para que revistiéndoos de Cristo, podáis llegar renovados a la Pascua y decir con san Pablo "vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí" (Gal 2, 20). Deseo a todos un santa Cuaresma.