Cada miércoles, día dedicado a
la memoria y al amor al gloriosísimo y santísimo San José, un recuerdo especial
suyo como homenaje al Papa Francisco por el amor y devoción que tiene al
glorioso Patriarca, como lo demuestra especialmente, amén de otras muchas
manifestaciones, por la homilía pronunciada en el día de su toma de posesión
del ministerio Petrino el 19 de marzo, fiesta de San José. Y últimamente
haciendo que su nombre sea pronunciado inmediatamente después de la Virgen
María en las plegarias eucarísticas II, III, IV de la Misa. Esto supone una
inmensa glorificación para San José y, pienso, un buen medio para propagar la
devoción al glorioso Patriarca.
San José está
comprendido en el decreto divino por el que el Padre del cielo decidió que su
Hijo, su Palabra se encarnara en el seno de la Virgen para llevar a cabo la
salvación de la humanidad del pecado y de la muerte, porque “en la
predestinación eterna no sólo esta comprendido lo que se ha de realizar en el
tiempo, sino también el modo y el orden de su ejecución” dice Santo Tomás (III.
q 24, a
4). Ahora bien, si en el decreto divino de le Encarnación del Verbo de Dios está comprendida la Virgen
María por ser la Madre del mismo Verbo,
tiene que estar también San José porque el Verbo de Dios tenía que nacer de una
Virgen desposada con un hombre llamado José como dice San Lucas: el ángel
Gabriel fue enviado por Dios a una
ciudad de Galilea llamada Nazaret a una virgen desposada con un hombre llamado
José (Lc 1,26-27). San José, como María están comprendidos en el modo y el
orden del decreto divino.