Si la Cuaresma es
el tiempo aceptable y apto para escuchar la Palabra de Dios, la Semana Santa lo
es de una manera especial. Y es que es el tiempo en el que la Palabra de Dios
habla con más fuerza, con más capacidad de transformar los corazones. La
Palabra de Dios que habla es Jesucristo, y lo es especialmente en esta semana
santa, porque la Palabra de Dios no habla solo con palabras, habla, sobre todo,
con hechos con las acciones de su vida y ¿Qué acciones podemos encontrar que
hablen con más elocuencia, vehemencia y persuasión que los hechos de su
sacratísima y horrorosa pasión,
culminadas con la muerte en la cruz por amor, que no hay mayor amor que ese?
¡Cómo nos golpean estas palabras de Dios por medio de su Hijo Jesucristo!
Escucharlas, acogerlas con amor para vivirlas es nuestra salvación y
santificación
Y
el modelo para escuchar la Palabra de Dios, después de su esposa María, es San
José. No sería imprudente ni ligero pensar que Jesús, cuando dice que más bien
bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la viven, tenía en mente
a su Madre María y a su padre san José. Realmente San José es un modelo de escuchar la Palabra de Dios. San José, sin
duda, ha leído y meditado la escena del pequeño Samuel: Habla, Señor, que tu
siervo escucha (1Sam 3,11) y la hizo lema de su vida. San José es un hombre
escuchador de la Palabra de Dios en silencio. La escucha y la acoge, porque en
la terminología bíblica escuchar significa y entraña acoger, obedecer, hacer suya
en la vida y como principio y norma de su conducta la Palabra de Dios. (Rom
5,19): Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero (Sal 118,105).
San
José está siempre en actitud de escucha. Vive su vida al hilo de la palabra de
Dios, de la llamada del Señor. El emperador romano promulga un edicto en el que manda que todo
varón judío tiene que empadronarse en su ciudad de origen. San José se adelanta
a lo que dirá más tarde San Pablo: “someteos en todo a las autoridades
constituidas, pues no hay autoridad que no venga de Dios” (Rom 13,1), y obedece
la orden del emperador porque ve en ella las llamada de Dios, y con su esposa
María se pone en camino hacia Belén, la casa del pan, donde ha heredado y
detenta algunas posesiones. San José escucha en la orden del emperador romano
la palabra de Dios.
Veámosle
una vez más en la prueba de la noche oscura cuando vio a su esposa esperando un
hijo sin saber de donde venía. Su actitud en esta prueba es la que dice el
salmo: Si el afligido me pide yo lo escucho. Afligidísimo, pone toda su
confianza en Dios. Y en su angustia le repite: Habla Señor, que tu siervo
escucha y el Señor que no se hace esperar lo escuchó y le libró de sus
angustias: José, hijo de David, no temas tomar a María tu esposa en tu casa. Y
José, al instante, acogió a María con el
fruto que llevaba en su vientre.. Se hizo gozosamente cargo de ellos, y desde
ese momento su misión es servir a la madre y al niño que nacerá de ella.
Consagra totalmente su vida a esta misión salvadora porque así se lo ha dicho
el Señor.
A
poco de nacer el Niño Herodes le busca para matarlo. El Señor avisa a San José
en sueños para que lo salve huyendo a Egipto. Sin pérdida de tiempo, lo prepara
todo,.toma a la madre y al niño y se pone en camino a una nación extranjera,
sin otra luz ni guía sino la que en su corazón ardía, confiándolo todo
gozosamente a la providencia de Dios Padre. Él proveerá. Y Dios proveyó. Pues
todo salió a pedir de boca,.tanto a la
ida como en la estancia larga en Egipto. No hay nada mejor que escuchar y
acoger la palabra de Dios, prestarle el obsequio de la fe pura y entera que,
como dice San Juan de la Cruz, enamora la mismo Dios (CE 31,3).
Después
de un tiempo largo de estancia en Egipto el Señor le avisa por medio del ángel
que puede volver a la tierra de Israel y la Sagrada Familia vuelve gozosa y alegre
porque vuelve a su tierra y a su pueblo. La alegría de establecerse de nuevo en
Belén se vio turbada al enterrarse que en Judea, donde se asienta Belén, reina
Arquelao, hijo de Herodes y tan cruel
como su padre, y advertido por el ángel se dirige a Nazaret, en la región de
Galilea, donde se establece y monta su taller de carpintería. Se hizo vecino de
Nazaret, donde había vivido anteriormente al nacimiento de Jesús y de donde
partió para empadronarse en Belén (Lc 2,39) para que allí naciese Jesús..
Cuando
sus padres encuentran a sufijo Jesús en
el templo en medio de los doctores y la madre le dice ¿Por qué has hecho así
cono nosotros? Mira que tu padre y yo angustiadísimos te buscábamos, y el les
responde:. No sabíais que tengo que estar en las cosas de mi Padre? Ellos no
comprendieron nada, pero acogieron la palabra del Hijo y la guardaron en su
corazón. José y María meditaban en su corazón
no solo las palabras que comprendían sino también las que no entendían.
Lámpara es tu palabra para mis pasos- Y el no entenderlo (unas palabras del
Cantar de los Cantares) es para ella un gran regalo, porque las cosas de Dios
que no se entienden le hacen tener más respeto a su Dios que las entiende fácilmente.
(Santa Teresa).
Sobre
todo José escucha la Palabra de Dios en su convivir diario con Jesús. Él es la
Palabra de Dios. Y José escucha esa Palabra en sus palabras y en sus coacciones
que ve todos los días. Y ante las que más de una vez debió quedar maravillado,
sin comprender su actuar, pero sabiendo que eran las acciones del que viene a salvar a su pueblo
de sus pecados.
Muchas
veces debía quedar pasmado ante las palabras misteriosas que escuchaba de la
boca Jesús y ante las acciones sorprendentes que veía en su. comportamiento.
Fueron muchos los años que convivieron en Nazaret en una familiaridad y amistad
muy íntima.
San
José sigue siendo el escuchador incansable de sus devotos. Baste recordar el
caso de santa Teresa , su mayor devota, a la que siempre escuchó en sus
peticiones y en su dialogar por amor con
él..
P.
Román Llamas ocd