Sin duda el Beato Pío IX es el santo
más devoto de San José entre los Papas anteriores a San Juan XXIII y San Juan
Pablo II. Son muchos los hechos que lo atestiguan.
El Beato Pío IX nació en Senigallia
(Italia) el 15 de mayo de 1792 y ese mismo día fe bautizado imponiéndole el
nombre de Giovanni María Mastai Ferreti
Se decidió a seguir la carrera
eclesiástica después de ser curado por la Virgen De Loreto de una grave
enfermedad que le impidió seguir los estudios civiles, y fue ordenado sacerdote
en 1819. En su vida sacerdotal era muy fiel a la oración diaria y al examen de
conciencia.
A los 6 años de sacerdote fue
nombrado obispo de la Archidiócesis de Espoleto. Luego fue trasladado a la de
Imola, Vivió como pastor íntegro, lleno de caridad.
En 1840, con apenas 48 años fue
creado cardenal y en la tarde del 16 de julio de 1846 fue elegido Papa. Murió
el 2 de febrero de de 1878. Fue el Papado más largo de la historia de la
Iglesia. A su muerte San Juan Bosco profetizó: “Hoy se ha extinguido la luz del
sumo e incomparable astro de la Iglesia, el Papa Pío IX, Dentro de poco tiempo
estará en los altares”. Y el Beato José Baldo se expresó así: “Vendrá un día en
que nuestro siglo tomará el nombre de un Papa extraordinario, el Papa Pío IX,
Dirá la historia que todo el mundo tuvo los ojos clavados en Pío IX. Dirá que
tuvo la fuerza del león y al mismo tiempo la amabilidad, la ternura y suavidad
de una madre”.
Tuvo una excepcional y eximia
devoción a la Virgen María y a su santísimo esposo san José. Él mismo nos
confiesa en la Letra apostólica Inclytum
Patriarcam, escrita un año después de la proclamación de san José como
Patrono de la Iglesia, que le ha nombrado tal “movido por la singular devoción
con que desde la adolescencia se vio afectado hacia el mismo santo Patriarca”.
Y con anterioridad en el Decreto Inclytus
Patriarca Joseph del 10 de septiembre de 1847 había dicho que acogió las
preces que le dirigieron los Ven. Cardenales de la Iglesia católica y de
muchísimos fieles para extender a toda la Iglesia la fiesta del Patrocino de
san José “con apostólica benignidad porque son plenamente conformes con su
singular piedad para con san José”
Siempre fue gran devoto de san José.
Y expresión de su devoción temprana a san José es la Novena que predicó en su
honor y alabanza en la iglesia de San Ignacio de Roma en 1823 a sus 26 años, en
la que cada día derrama gozoso su amor y devoción al Santo y su valoración
altísima de sus sublimes virtudes y privilegios, y pienso que si le encargaron
la predicación de la Novena es porque sabían de su devoción al glorioso
Patriarca.
Un año después de ser elegido Papa,
el 1 de septiembre de 1847 publicó un Decreto: Inclytus Patriarca Joseph por el que a petición de los Cardenales
de Roma y de muchísimos fieles del mundo entero extendió a toda la Iglesia, la
fiesta del Patrocinio de san José, “con gran gozo de nuestro corazón”, mandando
celebrarla el tercer domingo después de Pascua y la hace fiesta de precepto.
Esta fiesta ya se celebraba en diversas Órdenes religiosas y diócesis en Europa
y Estados Unidos y Canadá. A los primeros que les fue concedido por Inocencio
XI en 1680 celebrar esta fiesta fue a los carmelitas descalzos de España e
Italia.
En
este Decreto san José es presentado como mediador misericordioso y eficaz
patrono delante de Dios, que alcanza con su valiosísima intercesión lo que la
posibilidad humana no puede conseguir. Esta protección valiosísima se extiende
a todas las necesidades de alma y cuerpo, como había ya proclamado santa Teresa
de Jesús desde su propia experiencia. Y esta dignidad y poder omnímodo es
consecuencia de su elección tan sublime de ser padre putativo de Jesús, el Hijo
unigénito del Padre del cielo, por su matrimonio con María, y de ser el esposo
verdadero de María, la Reina del mundo y Señora de los ángeles. Se trata de dos
títulos únicos y exclusivos suyos, que exceden inmensamente en dignidad y
santidad a cualquier otro título y prerrogativas, por sublimes que sean, y que
le convierten en un Patriarca ínclito, excelente, eminente, distinguido, único
que sobresale extraordinariamente en dignidad y santidad.
Para
que san José pudiera llevar a cabo cabalmente esta misión de tal esposo v de
tal padre, que conlleva el más alto grado de dignidad y santidad después de
María, era necesario que Dios, el Padre Omnipotente, lo enriqueciese con
gracias singulares y acumulase en él
abundantísimos carismas celestes. Y así lo hizo. En San José el Padre
del cielo sobreabundó en gracias, privilegios y dones.
Por
su arte san José cumplió maravillosamente la misión que el Padre le había
encomendado de custodio de Jesús y de María; con prontitud extraordinariamente
inenarrable estuvo siempre pronto a sus órdenes, obedeció en todo y de manera
ininterrumpida a la voluntad y designios de Dios. Y de tal manera agradó a Dios
con su obediencia que fue el dilecto de Dios y coronado de gloria y honor en el
cielo, donde el Padre le ha dado un nuevo oficio, una nueva misión: ayudar a la
muy miserable condición humana con sus copiosos méritos, con el poder
omnipotente de su oración y obtener para todo el mundo –es Patrono de toda la
Iglesia- con su valiosísima intercesión lo que solo él puede conseguir, que no
en vano sus peticiones a su Hijo Jesús, este la toma como mandatos de su padre
y los cumple siempre.
Se
trata de un Decreto realmente singular sobre san José en el que por primera vez
en los documentos pontificios se llama al santo Patriarca padre putativo del
Hijo unigénito de Dios, además del de esposo de María. En él encontramos el
primer tratadito oficial sobre san José, es verdad en miniatura, pero con
referencia exacta a sus títulos, grandeza, dignidad, santidad y misión
extendida a todo el mundo.
P.
Román Llamas,ocd